El tango en la terapia familiar

El tango, como danza argentina, se ha difundido y echado raíces en diferentes partes del mundo. La Terapia Sistémica, por su parte, a pesar de poseer otros orígenes, ha penetrado profundamente como modelo de psicoterapia en nuestro país.

En numerosas oportunidades se ha parangonado la psicoterapia con el arte de una danza de interacciones. Porqué no concebirla como un tango?…

Cuando se baila el tango…, se debe esperar que la música empiece. En el primero, en el segundo, tal vez en tercer o cuarto compás, la pareja se lanza a la pista. Caminan juntos, una avanza, el otro retrocede. Giran. El que retrocedía, ahora avanza. El que avanzaba, retrocede.

Avanzar, retroceder, girar juntos y de acuerdo: un sistema ordenado.

Cuando se baila el tango, junto con otras parejas -al mismo tiempo y en la misma sala- la distancia y la proximidad se intuyen, se sienten. Sobretodo no hay que competir por el mismo espacio, o sea, no hay que chocarse.

Frenar como si no se frenase, elegantemente. Esperar que la otra pareja se desplace para desplazarse después.

Frenar, desplazarse, girar. Todo forma parte de un interjuego relacional organizado, complementario, armónico: un sistema complejo.

Tal como una escena de baile, la escena de la Terapia Familiar se desarrolla en los mismos términos. Una exquisita coreografía que se gesta y nos involucra desde el primer contacto.

Los integrantes de la familia llegan a la consulta. Se acomodan. Exploran de diferentes maneras el lugar. Se miran y observan al terapeuta, aunque en algunas oportunidades el dolor y la angustia no permiten esa libertad de mirada.

Empieza la danza como comienza en la pista de baile: se inicia el juego de miradas: escrutadoras, interrogantes, seductoras y cómplices, de invitación, de rechazo o de aceptación.

El silencio del comienzo da paso al leguaje de los gestos, mientras la música de las palabras comienza a sonar.

Alguien toma la iniciativa. El miembro más implicado … o no. Aquella madre que ansiosa solicitó la entrevista. El padre circunspecto que comienza a dar cátedra. El hermano distante, que intuíamos estaba más al margen. La hermana sensible y emotiva, ante la que el terapeuta se pregunta: «dónde puse los pañuelos de papel?».

En este salón de baile se encuentran también las otras parejas. Esas que representan las familias extendidas y creadas, los vecinos, los amigos, los amantes, los otros profesionales que intervinieron en la situación crítica. Los malos y los buenos. Acompañantes y perseguidores. Solidarios y ayudadores. ¡Cuántos contextos intervienen en esta red social! Cuántas parejas para esta misma sala…!

Hay tangos diferentes (1) : algunos «canyengues» (2), con cortes y quebradas, ganchos, ochos y sentadas. Otros, aristocráticos, burgueses, tangos de salón aseptizados. Todos portadores de creencias y valores distintos.

¿Cuál es el tango que baila la familia? El terapeuta observa, escucha, intenta comprender el universo de significaciones en el que se desarrolla el problema familiar.

Se acerca curioso, hasta ingenuo, ensayando bailar de acuerdo al contexto al que pertenece la familia.

Trata de bailar con cada miembro, Baila con todos. Hace que dancen entre ellos. Pero el tango sólo puede bailarse cuando el vínculo se establece, cuando se produce esa amalgama de interacciones complementarias, caso contrario, el tango no es tango, es una sucesión de tropezones.

Las interacciones son pautadas por las intervenciones, al mismo tiempo que estas surgen las interacciones. Así, en forma sucesiva: la armonía.

Describamos uno de los tangos posibles: un terapeuta provoca y confronta, entonces, una madre se enoja. Su hija le ofrece su mano contenedora. Aquella hija que nunca pudo acercarse afectivamente.

El hijo mira en forma desinteresada esta acción. Encierra su bronca por el desplazamiento y busca desesperadamente la alianza con otro miembro. Se encuentra solo en la pista, todos han formado pareja y él se ha quedado sin poder bailar la pieza. Deberá cambiar su estilo de interacción, de lo contrario volverá -en este nuevo juego relacional- a estar solo y abandonado.

Más tarde, el terapeuta observa al padre que mira al suelo, se sienta a su lado e invita al hijo que se aproxime. Se acerca reticente, toma tímidamente el brazo de su padre, que lo abraza acariciándole la cabeza. 

Connota positivamente estas actitudes que redefinen el vínculo. Sus compañeros detrás del espejo se emocionan y le señalan que tome un poco de distancia, lo ven demasiado implicado.

Desplazarse, avanzar, retroceder, frenar, girar juntos, ocupar otros espacios. Bailar un nuevo tango.

Lejos de esta pista, lejos de esta danza, más allá de este contexto, otros modelos de conocimiento y sus acciones consecuentes, dan relevancia a otros contextos que se influencian recíprocamente.

Esta danza de contextos pocas veces se parece a un tango, muchas otras se asemeja más a una lucha desesperada por conquistar y mantener territorios, espacios y significados. 

Médicos ortodoxamente biologistas reniegan de los factores psíquicos de la enfermedad de sus paciente. Otros, centran su mirada en el individuo, relegando el entorno.

También están aquéllos que utilizan el método analítico en sus investigaciones. Suponen que la suma de las partes dará como resultado el todo, aislando el fenómeno en el intento de comprenderlo.

De esta manera, se continúa construyendo compartimientos estancos. Parece que resultara insoportable aceptar la inseguridad que proporciona la incertidumbre, renunciar a la objetividad y entender que no existe una realidad presupuesta.

Para bailar el tango de la terapia hay que respetar las piezas, las otras parejas que comparten la pista tienen que comprometerse en ese compartir la danza.

La danza de relaciones humanas puede mostrar una estética delicada, en ocasiones, grosera, hasta torpe, o prolija y en constante homeodinamia.

El terapeuta se inserta en ella. Introduce información nueva, genera diferencias, propone nuevos pasos, induce nuevas figuras que posibilitan el surgimiento de otras narrativas.

Pero por sobre todo, imprime la pasión. La pasión que como sentimiento, permite introducir el afecto en el vínculo, acercarse con la mirada (a veces con el cuerpo) y revestir la palabra con un énfasis determinado.

Desplazarse, avanzar, retroceder. frenar, girar juntos, ocupar otros espacios y bailar un nuevo tango, como la terapia, como la vida.

Notas

(1) Pero el tango se diferencia: aquel de la orquesta típica, del smoking y el champagne, que hacía la gala de los aristócratas y sibaritas porteños que miraban a Paris como la cuna de la cultura de occidente.

Este tango convivía con otro: aquél de los barrios bajos, de clase media, bailado por obreros, por guapos de pañuelo blanco abrazando su cuello.

(2) Del vocabulario popular argentino. Implica perspicaz, astuto. (los llamados van al final del artículo como siemprre

(*) El Dr. Amilcar Ciola, psicoterapeuta e investigador, asesor científico de Perspectivas Sistémicas, es el actual presidente de la federación suiza de Terapia Familiar. 

(**) El Dr. Marcelo R. Ceberio, editor asociado de Perspectivas Sistémicas, entrenador internacional de Terapia Familiar, director de ESA (Escuela sistémica Argentina), co-director, junto al profesor Paul Watzlawick, la colección «Interacciones, epistemología y clínica sistémica» de la editorial Herder.

Este artículo fue publicado en el nº 52 (-Agosto/Septiembre de 1998) de Perspectivas Sistémicas

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