LOS GRITOS SILENCIOSOS DEL MALTRATO INFANTIL . Entrevista a MARCO VANNOTTI

Marco Vanotti es un psiquiatra que desarrolla su trabajo en Suiza. Tiene amplia experiencia en el campo del maltrato infantil y ha sido el coordinador del libro «Le silence comme un cri a l´envers. Maltratances et abus sexuels envers les enfants».( «El silencio como un grito al revés. Maltrato y abuso sexual a los niños») 

Iñaki Aramberri de la revista Mosaico ha tenido esta conversación con él durante su estancia en Bilbao en las Jornadas de Ikas – Dictia.

Iñaqui Arramberi (I.A). – Hola Marco, querría que comentases el trabajo que has realizado con las familias en las que se produce maltrato infantil. ¿Cuál ha sido tu experiencia en este campo?.

Marco Vannoti (M.V) – Mi experiencia ha sido la de haberme confrontado a un cierto punto de mi carrera, con la psiquiatría de adolescentes que presentaban una serie de patologías mentales y comportamentales muy complejas y difíciles como la droga, la delincuencia, etc.

P. – ¿En el marco de un hospital psiquiátrico?.

M.V. – En una institución para adolescentes difíciles como médico responsable de esa institución residencial. Debido a mis conocimientos de Terapia Familiar, comencé mi trabajo viendo cuáles eran los recursos de la familia y me he encontrado con dificultades de comprensión y luego, con muchos silencios. Necesité unos cuantos meses para entender que era imposible utilizar los recursos de la familia antes de que nos diésemos cuenta de que esta misma familia que tenia un deber de protección hacia sus hijos adolescentes, había faltado gravemente a este deber con maltrato o con abuso sexual. Cuando me di cuenta de que empezar con el tema de los recursos sin tener en cuenta la realidad de la injusticia sufrida no servía para nada, me interesé por este fenómeno.

I.A.. – ¿Has pensado que el modelo sistémico era insuficiente para enfrentarse a esta problemática?.

R. – La visión del modelo sistémico circular, útil para entender la patología corriente, en el campo del maltrato no resultaba suficiente o por lo menos debía de ser completada con una visión de las precisas responsabilidades que los padres y adultos tienen en relación a sus hijos y al mismo tiempo, se necesitaba crear una alianza terapéutica y una verdad terapéutica porque para motivar la participación hacia el tratamiento de los adolescentes, primero hay que reconocer oficialmente a estos adolescentes que ellos habían sufrido injusticias y que había que definir claramente quienes eran los responsables de la injusticia, para lo cual se les pedía a los padres que colaborasen. En síntesis, todo el trabajo que he realizado con estos adolescentes, lo que estos adolescentes y estas familias me han enseñado, ha sido la de poder ir verdaderamente al fondo de la construcción narrativa de sus vivencias. No pienso que el hecho de definir y determinar con precisión responsabilidades sea opuesto a una ética de la reconciliación familiar. Pero esta reconciliación familiar debe partir del reconocimiento de que los padres han realizado acciones que no debían haber hecho.

P. – ¿Y esto lo hablabas con los padres? ¿Cómo trabajabas con los padres?.

R. – Naturalmente eran familias multiproblemáticas en la que los padres estaban alejados y eran también familias reconstruidas. El primer trabajo que hice desde el punto de vista histórico, fue un trabajo sobre los operadores, sobre los médicos, enfermeros y educadores, que resultó muy interesante. Realicé un trabajo estadístico sobre un centenar de casos en los que comprobamos que alrededor del 60 % de estos chicos habían sido objeto de abusos sexuales o de molestias sexuales. El 90 % había sufrido violencias físicas. Después, al ver las historias clínicas y los documentos de la Institución, este fenómeno había sido mencionado y descripto en dichas historias, solamente en dos o tres ocasiones; con todas las demás había una especie de complicidad de silencio, la misma complicidad de silencio que existe en las familias.

P. – No había criterios profesionales sobre cómo enfocar estas situaciones?.

R. – Faltaba una cultura, una educación al respecto o más bien era algo más complejo, porque una cultura, al menos en Suiza, sí existía. Pero las personas que lidiaban con estas cuestiones, han sido por diversas razones, muy obstaculizadas por las instancias oficiales. Las instituciones oficiales por diferentes motivos, han puesto muchos obstáculos y lo que me resultó particularmente interesante en Suiza, fue el hecho de participar en un cambio radical de mentalidad. Por una parte porque existe en el mundo en estos últimos años y no sólo en Suiza, una modificación de mentalidad. Y por otra parte porque personas como Masson, como yo y como otros colegas, en un cierto punto, abrimos el camino con fuerza y determinación, organizando un congreso sobre maltrato, invitando expertos que aumentaron nuestra información sobre este tema y comenzando a difundir una cierta cultura que permitía a las personas denunciar los maltratos pero teniendo un respeto fundamental, tanto por las víctimas, como por los perpetradores.

P. – ¿Podrías decir que tienes un modelo de intervención?.

R. – El modelo de intervención al que más nos acercamos es el del «Centro per il bambino maltrattato» de Milán, cuyo modelo, y es muy interesante en este sentido, se refiere a su vez al modelo de Masson. La gran dificultad que tenemos todavía en este campo reside fundamentalmente en el sistema autoreferencial del pensamiento judicial y en el sistema autoreferencial del pensamiento terapéutico, y esto es un problema en el cual se habla objetivamente de complementariedad pero cómo se lleva a la práctica esta complementariedad, es una cosa dificilísima. El dilema que tú conoces bien es el de decir que es muy difícil obtener pruebas y hechos seguros. No se puede condenar a nadie sin tener la seguridad de que sea verdaderamente culpable. Pero esta epistemología en la que la duda beneficia al acusado no tiene absolutamente en cuenta que la misma duda lleva un perjuicio al niño. Desde una perspectiva ética, que es la parte más interesante del libro que hemos hecho sobre el maltrato, «Le silence comme un cri à l`envers», la cosa más importante que hemos puesto en evidencia es que no se puede poner la palabra del adulto contra la del niño porque en esta posición de duda, la persona que es más fragil es el niño. En este sentido, hemos empezado con los magistrados una serie de colaboraciones fundamentalmente interesantes en la que los magistrados están de acuerdo en alejar temporalmente a los niños mientras no se aclaren los hechos.

P. – ¿Incluso aunque la familia fuese recuperable?.

R. – Sí, desde un punto de vista de las ideas en el fondo, el hecho de alejar permite al mismo tiempo dar razón a la epistemología jurídica que dice que hay que proteger a la persona hasta que no exista la prueba de su culpabilidad pero se da al mismo tiempo razón a una espistemología terapéutica en el sentido amplio que dice que los niños son muy pequeños, muy frágiles, hay que protegerles y por eso se les separa, pensado que esta separación no es perjudicial para el niño. Esto es un punto. El otro punto, que hemos desarrollado en Suiza, en un cierto sentido es una intervención de protección mediante aquella red capilar que es la red médica. Suiza tiene una gran densidad de médicos por lo que las personas van frecuentemente al médico. Entonces nosotros hemos hecho un trabajo de prevención sensibilizando los médicos ante el hecho de que la violencia doméstica existe, que la violencia familiar con los niños existe y que en consecuencia los médicos tienen no sólo el poder sino el deber de evaluar y de intervenir para proteger a los menores.

P. – ¿Piensas que la cultura Suiza está más de la parte de los niños o de la parte de los adultos?.

R. – La cultura Suiza se está transformando en dos sentidos: por una parte con el envejecimiento de la población, los intereses corporativos de los adultos y de los ancianos toman el predominio sobre los niños y hay una serie de leyes y de iniciativas que descuidan progresivamente las medidas de protección de los niños. Pero por otra parte baja la natalidad, lo que ha transformado profundamente el rol del niño, que de una posesión del padre se ha convertido en objeto de consumo, es decir, en objeto muy precioso. Y esto es un cambio de mentalidad que en la intervención médica es todavía poco significativa pero que fundamentalmente es de tipo social.

P. – Otro tema sobre el que has trabajado mucho es sobre los operadores. Sobre el contacto de los operadores con estas situaciones. 

R. – Lo que he intentado transmitir a otros es algo que les protegiese de la experiencia dolorosísima con la que yo me he enfrentado: el tener que resolver solo una serie de situaciones e intentar entenderlas sin tener los contactos suficientes me ha puesto en serias dificultades.

P. – ¿Has querido hacer un trabajo sin tomar en consideración la importancia de todo el sistema tomando demasiado responsabilidad por tu parte?.

R. – Si, creo que es natural que cuando un operador se encuentra ante una situación compleja y se encuentra ante un adolescente que ha entendido que has entendido, entonces el adolescente pone sobre ti toda la responsabilidad terapéutica y de salvación. En este sentido, se crean sucesivamente proximidades que no son muy útiles ni para el adolescente ni para el operador porque el niño que ha sido violentado se encuentra ante este dilema que tú conoces bien que es el de no querer ser maltratado más, pero el de haber establecido un vínculo tan fuerte con el padre maltratante que no puede renunciar a él. En este sentido esta manera de establecer una relación dual muy estrecha se vuelve perjudicial para el menor y para el operador. Entonces nosotros hemos puesto en funcionamiento en Suiza, grupos de referencia, grupos multidisciplinarios que se encuentran una vez a la semana durante algunas horas por la mañana y al que todos los profesionales, ya sean enseñantes, psicólogos, psiquiatras, médicos, pueden venir para hablar de un caso y ver cómo ocuparse de él.

P. – ¿Es decir, ofrecer un apoyo técnico pero también emotivo a todos los profesionales implicados.

R. – Si, la cosa que nos parecía importante era que estos grupos obtuviesen la aprobación de las instituciones pero al mismo tiempo pudiesen mantenerse fuera de ellas. Es decir, si yo como educador de una institución pienso que este chico ha sido violentado y no sé qué hacer, la primera persona a contactar naturalmente es el director. Pero si el director dice no, la persona tiene pocas posibilidades de poder hacer valer su opinión. Entonces va al grupo de referencia, cuya función es meramente de consulta, pero que está compuesto por personas competentes lo que les permite integrar la opinión del director con la opinión del educador y con la del niño

P. – Y acercarse mejor al concepto de verdad terapéutica del que tú hablabas. 

R. – Sí, algo de este tipo. Y ahora estos grupos de referencia están siendo utilizados de hecho también por los jueces cuando están en situaciones difíciles, es decir, no son pericias psiquiátricas o de credibilidad, pero sirven para que el juez pueda hacerse una idea presente sólo cubierta por el anonimato de una situación, para ver cuál es la opinión de la mayoría interdisciplinaria en el grupo, formado por abogados, profesores, psiquiatras de adultos, psiquiatras infantiles, y asistentes sociales.

Esta entrevista fue publicada en el nº 57 de Perspectivas Sistémicas (Julio/ Agosto de 1999)

Ambas entrevistas fueron originalmente publicadas en la revista «Mosaico», año 1997 (Publicación de la Federación de Asociaciones Españolas de Terapia Familiar).

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