Editorial de Perspectivas Sistémicas Número 66

En nombre del Padre

«Mi padre no fue un gran hombre. Pero, aunque jamás aprendió a andar en bicicleta, me sostuvo en la mía y no me soltó hasta que pude mantener el equilibrio por mí mismo. Y yo sabía que no me iba a dejar caer».

Sergio Sinay

Muchas veces editando el periódico sentí querido/a lector/a, la necesidad de c ompartir algo personal que consideraba importante para mis semejantes. Esta es una de esas ocasiones. Me pesaría en el cuerpo y en la conciencia no publicar la información contenida en estos artículos. Me parece preocupante no ocuparse de los temas que nos inquietan, nos convocan y nos desafían cotidianamente – léase desocupación, pobreza, inseguridad para citar algunos de ellos -. Pero me parece mucho más grave no alertar a todas aquellas personas con las que puedo comunicarme que entre los temas cruciales que se ignoran, o se tergiversan, está el de una sociedad sin padre o de un padre, en el mejor de los casos, superfluo. Una sociedad que niega o desacredita esta cuestión, es una sociedad en muchos aspectos anómica, carente de referentes confiables, de modelos a imitar, de adultos guiando a niños y jóvenes por caminos seguros, hacia algún futuro mejor, en pos de un proyecto esperanzador. Es precisamente de este hambre de padre, de ese hueco moral y afectivo que aumenta el «riesgo familia» (donde y en cuanto se cotizarán estos valores que sostienen, a pesar de lo que nos quieran vender, a nuestra castigada humanidad atacada por el virus del descreimiento, de la injusticia social y la corrupción), de lo que trata este número. 

A propósito de ello, la calificada Dra. Margo Maine, experta internacional en el tema de trastornos de la alimentación, tituló su libro con esta expresión tan gráfica: «Father´s Hunger» (Hambre de Padre). En su larga trayectoria, en su clínica cotidiana, fue comprendiendo la importancia crucial de la relación padre- hija en los trastornos alimenticios de tantas jóvenes que sufren para ser delgadas (muchas veces extremadamente, peligrosamente delgadas) para concitar la atención y el afecto de sus padres varones (sumadas a las presiones de sus pares y de las pautas culturales mediáticas de los últimos cuarenta años).

«Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando me acariciaba y me acariciaba mucho, tenía las manos tibias; y cuando, me besaba y me besaba mucho, tenía los labios suaves y húmedos» (1) 

Con la rigurosidad acostumbrada, el Dr. Ricardo Chouhy nos remite a la investigación para advertirnos sobre la correlatividad, cada vez más alta, de la ausencia del padre varón (o de la presencia disfuncional del mismo) y la delincuencia juvenil y las adicciones. Las espeluznantes cifras que dan cuenta del aumento de la delincuencia juvenil y de crímenes violentos, en países como los Estados Unidos, Inglaterra y Suecia y de su correlación con los nacimientos de madre soltera sin padre que reconozcan y se hagan cargo de esos hijo/as, contradicen las hipótesis del desempleo y la pobreza como factores o variables determinantes. En la segunda parte del artículo, el autor explica como volver a encauzar el tema, como prevenirlo y como comenzar a solucionarlo. 

«Mi padre no fue un gran hombre pero fue honesto. . .» (2)

Finalmente, el fino análisis del Dr. Juan Yaría, reconocido experto en adicciones, nos introduce en la reflexión sobre el lugar estructurante, sobre la función generadora de identidad del padre varón y como vía de acceso a la pertenencia social, al universo simbólico de ese hijo designado como tal por su padre.

Como decía Bernard Shaw, no podemos conservar este secreto a menos que lo conozc a todo el mundo. También decía que la esperanza es una forma de responsabilidad moral. La mía, la nuestra en este momento, es la de difundir este mensaje de alerta, de prevención y de atención urgente de esta situación de riesgo, en la que una vez más, los antivalores mercantilistas e individualistas atacan a la familia, atacan a los adultos, a los más jóvenes, a los más ancianos y a la comunidad toda. Por eso te propongo lector/a que juntos, rescatemos la figura del padre y a todo aquello que lo evoque protegiendo así a nuestros hijos y a nuestra propia dignidad. Y hagámoslo ya. 

«Mi padre no fue un gran hombre. Pero lagrimeaba de orgullo cuando nos presentaba a Horacio y a mí y decía«- Estos son mis hijos –». Lo decía con el mismo énfasis cuando éramos chicos y cuando nos hicimos hombres.» (3)

Claudio Des Champs

(1, 2 y 3) Fragmentos de «Mi Padre», texto inédito de Sergio Sinay. 

Este texto corresponde al editorial del nº 66 del periódico Perspectivas Sistémicas, «Al Rescate del Padre«, Mayo /Junio del 2001.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *