INSTITUTO MATRÍZTICO: Las conversaciones liberadoras en la biología cultural

Publicado en el número especial 94/5

Fragmento

Es posible acceder al entendimiento que generan el entrelazamiento de la biología del conocer y la biología del amar desde el dolor que motiva una solicitud de ayuda, y desde ahí guiar la conversación con quien consulta en un caminar reflexivo, que llamamos espejo dirigido, hacia la aceptación de sí mismo mediante conversaciones liberadoras. Las conversaciones liberadoras para quien consulta, resultan en un salir del dolor y sufrimiento que genera la continua negación del ser que produce el vivir inmersos en la cultura patriarcal-matriarcal que vivimos. De este modo, estas conversaciones tienen consecuencias que un observador distinguiría como terapéuticas porque ponen en movimiento la dinámica reflexiva que libera del dolor y sufrimiento en el vivir cotidiano a través del entendimiento de la dinámica biológica cultural que lo genera. Esta dinámica es la expresión del operar de la Matriz Biológica Cultural de la Existencia Humana.

Esta matriz biológica cultural de la existencia humana hace referencia al mismo tiempo a la condición de origen de lo humano en la biología del amar (matriz=útero) y a la trama relacional (matriz=trama de relaciones) propia del entrejuego de la emoción y la razón que hace al vivir humano en su devenir histórico un vivir que puede adoptar distintas formas culturales que surgen en la realización de su ser, como un ser en su origen ontogénico primariamente amoroso. 

Ximena Dávila Yáñez en su trabajo de orientación a través de lo que ella llama Conversaciones Liberadoras del dolor y sufrimiento del que consulta, hace dos cosas fundamentales nuevas: 

1º) Muestra que el tema central de las consultas que buscan ayuda en el ámbito del vivir relacional es la negación del ser a que nuestra cultura patriarcal-matriarcal somete a todos sus miembros; 2º) Pone en movimiento la dinámica relacional reflexiva que es la esencia del entrelazamiento de la biología del conocer y la biología del amar, y lo hace de una manera que resulta terapéutica en el uso de lo que ella inventa y llama en este trabajo el espejo dirigido a través de las conversaciones liberadoras.

La noción del espejo dirigido nació a partir de lo que un consultante le dice a Ximena Dávila: «Usted es como un espejo para mí», al constatar que se veía a sí mismo en su emocionar (en el fluir de sus emociones), al mirar su conducta relacional a través de nuestras conversaciones en las que se le mostraba de manera indirecta en cual de los caminos explicativos de su vivir se encontraba él en los distintos momentos según el relato que hacía de su historia. En este tipo de conversaciones no se hace ninguna referencia a la Biología del Conocer. Ella queda revelada como un entendimiento que opera de manera inconsciente en el fluir del conversar reflexivo con el o la consultante. Por ello, una de las consecuencias más importantes de estas conversaciones para la persona que consulta es que se le amplía el entendimiento de su dinámica conductual relacional, en un proceso que lo puede llevar a un cambio emocional. 

Y, este entendimiento ampliado, resulta ser una herramienta que la persona se lleva consigo en su operar inconsciente y consciente manteniéndola en una postura reflexiva sobre su emocionar, y permitiéndole entrar en un proceso transformador de su espacio psíquico desde sí, esto es, de su espacio emocional y conductual cotidianos.

La dinámica relacional que llamamos espejo dirigido parece simple de realizar, pero no lo es. No se trata de una técnica sino que de la realización de las conversaciones liberadoras desde la mirada que ve y entiende lo humano en sus dimensiones biológicas y culturales desde el entendimiento de la biología cultural. El valor de este entendimiento, como el valor de toda herramienta está en como se vive. La verdadera dificultad de vivir este entendimiento, sin embargo, está en que vivimos en la cultura patriarcal-matriarcal que, como una trampa psíquica, lo niega porque está centrada en las relaciones de dominación y sometimiento. Por esto, es tarea de las conversaciones liberadoras ampliar éste entendimiento hasta el punto en que el que consulta puede liberarse o salirse de esta trampa desde sí. 

Como resultado de lo anterior este trabajo crea una práctica de orientación relacional reflexiva que consiste en conversaciones liberadoras del dolor y sufrimiento cultural porque ocurren en la dinámica de la biología del amar. En esta práctica se pone en movimiento la dinámica propia de la biología cultural en su operar de la matriz biológica cultural de la existencia humana. La realización del espejo dirigido como parte del operar en la matriz biológica cultural de la existencia humana no es una técnica sino que es parte de la dinámica operacional de la matriz que abre y realiza en las conversaciones liberadoras la mirada reflexiva que rompe el apego a la existencia relacional que genera el dolor por el que se solicita ayuda. 

Estamos conscientes de que vivimos un presente en el que se habla frecuentemente de amor, pero hasta ahora nadie había mostrado la dinámica operacional que el amar conlleva para el suceder de las conversaciones liberadoras del dolor y el sufrimiento cultural. Ximena Dávila inventa esta dinámica y la realiza.

Cabe sí destacar que estas conversaciones liberadoras en la biología cultural no pueden ser realizadas con responsabilidad y ética, y por lo tanto con seriedad y efectividad, sino se adquiere formación en el entendimiento y conocimiento de sus fundamentos, que es lo que de hecho abre la mirada que hace esas conversaciones posibles. La Biología Cultural no es una teoría más, no es una nueva epistemología aunque si implique una, es una mirada y un entendimiento que revela las condiciones de constitución del observador y el observar, y que connota y revela todo nuestro quehacer como seres humanos. La biología cultural es la condición constitutiva de nuestro ser seres humanos Homo Sapiens Amans. Los seres humanos existimos en la realización de la biología cultural, y es por esto que existimos en el operar de la matriz biológica cultural de la existencia humana (aunque no nos demos cuenta que es así), y podemos crear el mundo que vivimos en nuestro reflexionar sobre nuestro quehacer, soltando nuestras certidumbres en un proceso que resulta liberador del dolor y el sufrimiento cultural. En cierta manera, no es un conocimiento nuevo, pero sin duda es un nuevo entendimiento y la evocación de la acción que lo realiza. 

Los seres humanos somos en el fundamento de nuestro ser biológico, seres amorosos, y el serlo es la fuente de nuestra posibilidad de recuperar la alegría y el bien-estar en el vivir humano. Ya se ha hablado de cultura matrística para hacer referencia a una cultura fundada en el amar desde nuestro origen cultural amoroso anterior a la cultura patriarcal-matriarcal, en el intento de que se entienda que no es lo masculino o lo femenino lo que está en juego, sino que una relación cultural. Pero la expresión matrístico (con ese) no lo hace porque retiene la conexión con lo materno femenino. La expresión matríztico (con zeta) sí lo hace, porque se refiere a matriz en su doble significado de contenedor nutriente y trama relacional propia de la dinámica de convivencia que nos da origen en el surgimiento de la familia ancestral hace más de tres millones de años atrás. De modo que Ximena Dávila Yánez, al hablar de Orientación Matríztica, hace también algo básicamente nuevo, connota que el efecto liberador de las conversaciones liberadoras se haya en que devuelven al ser que pide ayuda la posibilidad de basar su emocionarse y su entendimiento en los fundamentos mismos de su ser humano. 

Una dimensión fundamental del hacer en este entendimiento es que a través de su dinámica en un presente cambiante se reconocen todas y cada una de las personas que han sido parte de la experiencia de vida de quien las realiza. Personas que han formado parte tanto de la historia como de este presente cambiante. Y se hace ello desde una experiencia de vida cuyo curso es impulsado por la reflexión desde el dolor cultural patriarcal-matriarcal que uno mismo realiza, lo que permite darse cuenta que en todo el vivir y convivir nos hemos movido impulsados por la biología del amar y el respeto por nosotros mismos. Este impulso amoroso que nos mueve en nuestro vivir y convivir a buscar respuestas a los dolores existenciales, permite que surja un modo de relacionarse donde se han conjugado la alegría de la libertad y el dolor de la soledad, invitando al mismo tiempo a no caer en el círculo interminable del sufrimiento cultural patriarcal-matriarcal. 

Es desde el amar que cualquier ser humano tiene la posibilidad de salir del dolor cultural patriarcal-matriarcal que pueda estar viviendo. Amar que se manifiesta desde el momento en que venimos al mundo (y venimos a este mundo causando un dolor físico a otro: nuestras madres). Si somos acogidos en el amar, llegamos a un mundo «calentito» que prolonga nuestro útero materno. Y esta llegada rodeada de amar disipa en nuestras madres ese dolor físico del parto al cual toda mujer está naturalmente preparada y nos da la base amorosa y de confianza que permite que nos podamos mover en el convivir en esta cultura patriarcal-matriarcal desde la biología del amar. 

Una base amorosa que puede abrir la posibilidad de crecer en la confianza de un amar que resiste cualquier transacción o traición. Y, por ello, será en este espacio psíquico que nos transformaremos en persona-adulta y será desde este fundamento que surja este quehacer liberador.

Sabemos que un ser humano emerge como una persona adulta cuando en su conducta cotidiana surge espontáneamente como un ser autónomo y ético, capaz de colaborar desde el respeto por sí mismo y por los otros, pues no tiene miedo a desaparecer en la colaboración. Y sabemos que es la convivencia en la aceptación de la cercanía e intimidad corporal en total confianza y ternura que ocurren en la relación amorosa materno infantil y en el juego, lo que constituye el ámbito relacional natural que genera en el curso del crecimiento de los niños su transformación espontánea en personas autónomas, responsables y éticas, que no sienten miedo a desaparecer al colaborar con otros en la co-creación de un mundo válido y acogedor para todos los seres humanos, en particular, y todos seres vivos, en general. 

También sabemos que la tragedia de las adicciones, de la criminalidad, y de la falta de sentido social, que surge con tanto dolor en nuestro vivir cultural actual, proviene de que nos hemos vuelto ciegos a cuatro aspectos básicos de nuestro vivir que son: uno, que el vivir humano emerge como todo vivir de un modo inconsciente desde un fondo operacional inconsciente, aun cuando en nosotros participen en su generación y evocación nuestro pensar y reflexionar racional; dos, que lo que en la vida cotidiana llamamos valores, son abstracciones de nuestro operar como seres amorosos; tres, que como seres amorosos nos enfermamos si negamos la biología del amar; y cuatro, que lo central o más básico de la formación del vivir humano en general, y del vivir humano adulto en particular, se constituye en el fluir relacional inconsciente del convivir materno infantil.

Cuando ese vivir relacional adulto en el respeto por sí mismo y por los otros desde la autonomía y libertad reflexiva que el respeto por sí mismo hace posible no surge de un modo inconsciente desde una historia materno / infantil amorosa porque ese vivir ha sido negado, sólo puede surgir desde un convivir amoroso semejante con otro adulto que viva con esa persona en un convivir reflexivo que realice en ese convivir el ámbito de respeto por sí mismo, confianza y libertad reflexiva que hace el amar. 

Así, la potencia liberadora o sanadora de las conversaciones liberadoras radica en que éstas operan en quien consulta a través de la realización del entendimiento de lo humano (esto es, de sí mismo) que la biología cultural implica. Una biología cultural que guía el curso de nuestro vivir y que nos permite, si entramos en una deriva patriarcal/matriarcal, salir de ella recuperando el respeto por nosotros mismos y por los demás como el eje articulador de nuestro hacer cotidiano, conservando la biología del amar como la dinámica relacional que guía nuestro vivir. Y es importante ver que el amar ocurre en el vivir relacional como un fluir conductual espontáneo a través del cual el otro o la otra o uno mismo, surge como legítimo otro en convivencia con uno, y no en un discurso sobre lo que el amar implica, ni en la descripción de lo que se debería hacer para que el otro o la otra se sienta amado. Es así como estas conversaciones liberadoras revelan en el ámbito operacional de la consulta que solicita ayuda, la validez de la afirmación de que «La mayoría de las enfermedades humanas si no todas, se originan en el desamar, y se curan cuando se recupera el amar, tanto en el amarse a sí mismo, como en el amar a los otros». Y para hacerlo, lo hace, como Ximena Dávila muestra, modulando la fisiología del bien-estar que el amar hace en su operar en el ámbito relacional reflexivo. 

NOTAS

* N. de R.: Aclaramos al lector que los autores del artículo, el Dr. Maturana y la Dra. Dávila, escribieron este artículo en un estilo en el cual aluden a sí mismos por su nombre y apellido, o sea en tercera persona.

Humberto Maturana Romesín: Co-fundador, del Instituto de Formación Matríztica. Doctor en Biología de la Universidad de Harvard, Premio Nacional de Ciencias en 1994 y Creador de la noción de Autopoiesis. Es autor entre otras obras de «Neurophysiology of Cognition», «Biology of Language», «Ontología del conversar», «De la Biología a la Psicología», «Objetividad un argumento para obligar» y «Del Ser al Hacer «. Actualmente trabaja junto con Ximena Dávila en el desarrollo de la dinámica de la Matriz Biológica y Cultural de la Existencia Humana. El profesor Maturana ha creado desde su estudio de la percepción el campo de la comprensión ontológica del fenómeno del conocer, como un fenómeno biológico que denominamos biología del conocer y ha explorado los orígenes de lo humano a través de la biología del amar. Actualmente realiza su quehacer desde el entendimiento de la dinámica operacional que entrelaza la biología del conocer y la biología del amar que ha surgido en colaboración con Ximena Dávila Yáñez como un ámbito reflexivo operacional y que llaman Matriz Biológica y Cultural de la Existencia Humana. 

Ximena Dávila Yánez: Co-fundadora, del Instituto de Formación Matríztica. Creadora de la visión de la dinámica que entrelaza la Biología del Conocer y Biología del Amar, y luego con Humberto Maturana Romesín de la síntesis del entendimiento de lo humano que en conjunto llaman Matriz Biológica y Cultural de la Existencia Humana, como expansión de la biología del conocer y del amar. Esta visión es también el fundamento de nuestra mirada a las organizaciones como componentes de la biosfera que actualmente habitamos. 

La profesora Dávila estudió Orientación en Relaciones Humanas y Familia con mención en Relaciones Laborales en el IPCC. Desde su quehacer profesional ha creado el campo de la comprensión del dolor y sufrimiento relacional como fenómenos humanos cuyo origen es cultural. De la misma manera ha contribuido a profundizar el entendimiento de los fundamentos biológico-culturales de lo humano a través de la práctica del conversar liberador. Es co-autora junto al Dr. Humberto Maturana, de «El Tao o el Camino del Amar», y del «Árbol del Vivir, Fundamentos Biológicos y Culturales de lo Humano» en prensa. Además es co-autora junto al mismo Humberto Maturana y a Cristóbal Gaggero de Entendimiento Matríztico Organizacional EMO Una mirada Humana a las Organizaciones desde la Matriz Biológica y Cultural de la Existencia Humana en prensa.

(Lea el texto completo en Perspectivas Sistémicas Nº 94/95 en kioscos y librerías o comuníquese al Te: (5411) 4831- 0400 )

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