Mujeres y Hombres: Compartiendo el viaje hacia el saneamiento, la plenitud y la alianza 

«Y dos nacerán en mundos completamente aparte y algún día estarán frente a frente y leerán el significado de la vida en los ojos del otro».

 

UN FETO HABLA:

Durante nueve meses he estado viviendo en el interior de mi confortable casa uterina, he sido alimentado a través del cordón que me une a mi madre. Pronto comenzaré el viaje hacia el territorio que está más allá de la seguridad del vientre de mi madre. El mundo entero espera. Ellos no saben si soy hombre o si soy mujer. Me han dicho que esto hace una diferencia. Pronto, muy pronto, esto empezará y llegaré a ser parte de un proceso en el que millones han participado y en el que millones más lo harán en el futuro. Es así como es todo y como llega uno a este mundo humano. Ahora es mi turno.

Las gotas de sudor corren por su frente; su respiración es corta y jadeante, su mente está llena de reflexiones sobre las clases que recibió preparándose para este momento. Con un pañuelo la enfermera limpia la frente cálida y húmeda de la madre, mientras le ayuda sosteniendo sus hombros suavemente. La enfermera ha hecho esto tantas veces que podría hacerlo con los ojos cerrados. Sin embargo, cada vez es tan mágica como las otras. Su descripción está más allá de las palabras. «Puje, puje» grita el médico. «Vamos, puje una vez más. Puedo ver su cabeza. Casi, casi. Puje una última vez. Ahora déjese ir. Lo ha hecho». Y otro niño comienza a gatear por fuera del santuario uterino, en el que ha estado nueve meses, hacia los reflectores, aplausos y hacia el peculiar ambiente de la sala de partos.

Este especial momento humano de dar a luz sucede diariamente alrededor del mundo, en las salas de parto de New York, Londres y Moscú, en las sucias calles de Calcuta, en las selvas del África, en los dormitorios y las callejuelas de cada ciudad del globo. Esto ha sido así desde el comienzo de la humanidad. Este proceso que marca la iniciación del viaje humano que cada uno de nosotros, sin importar el sexo, debe emprender aprendiendo los caminos del mundo y el papel que debemos jugar en su construcción y función, comienza todo con el nacimiento, y el alejamiento del cuerpo de la madre.

En cuanto que los hombres re-escriben nuestros guiones e intentan comprender nuestra masculinidad, no podemos pasar por alto la influencia y efectos que las mujeres tienen en nuestras vidas. Es también cierto para las mujeres ya que son las cualidades y características de nuestra herencia masculina y femenina que comprende nuestra constitución como seres humanos. Desde que comenzó el renacimiento del espíritu femenino a partir de los movimientos de mujeres, los hombres han estado sintiendo los efectos de este resurgir que ha reestructurado la textura de nuestras vidas y nuestro lugar de trabajo. Las mujeres necesitaron separar y aunar fuerzas unas con otras para ir al encuentro del renacimiento de su conciencia femenina y para enfrentar siglos de dominación masculina. Los hombres, a su manera, están teniendo que hacer lo mismo hoy. En este sentido, tanto hombres como mujeres están en transición, cada uno en diferentes lugares de este viaje y ocupándose de diferentes aspectos mientras se dirigen al asunto más importante para ambos: crear un mundo más saludable y humano.

Las preguntas son muchas en cada uno de los bandos a medida que los hombres y mujeres están rediseñándose a sí mismos, rediseñando las relaciones entre sí y rediseñando el planeta. Este proceso no está exento de confusiones y temores, ya que alejarse de las viejas seguridades no es fácil. Y sin embargo es necesario para el nacimiento del espíritu humano y el crecimiento de nosotros mismos funcionando como seres humanos en su totalidad.

Fritz Perls, el padre de la terapia Gestalt, nos enseñó que «sufrir nuestra propia muerte no es fácil», y una cosa en la que todos debemos estar de acuerdo es que este nuevo renacimiento de la sociedad que estamos viviendo hoy, nos está dejando perplejos. Antes nuestros roles estaban definidos por el sexo y esto nos daba nuestro lugar en la matriz social. Hoy, esto ha sido cambiado.

Antes, el rol del hombre era proveer y el de la mujer era nutrir. Hombres y mujeres hoy están tratando de hacer ambas cosas, algunos tienen éxito y otros no. No obstante, las responsabilidades están siendo compartidas y las tareas redistribuidas.

Estamos presenciando el nacimiento de una nueva forma de relación humana entre hombres y mujeres, relaciones que fomentan el respeto, la amistad y más que todo el deseo de ser aliados y co-creadores. Mientras algunos hombres y algunas mujeres se resisten a este intercambio de roles e interacción y algunos todavía quieren culpabilizar a alguno de los sexos por todos los problemas y males, lo que se vuelve cada día más evidente es que estamos empezando a ser más humanos en nuestras relaciones. Estamos empezando a alejarnos de nuestra relación tradicional padre-hijo que ha sido tan característica de los matrimonios fracasados, de las relaciones de amistad y de trabajo. A medida que cambian nuestras relaciones, cambian también nuestras huellas.

 

REDEFINIENDO MASCULINIDAD Y FEMINIDAD

Hemos sido criados en verdades a medias y dogmas que han distorsionado nuestras percepciones, tanto respecto del otro sexo, como de nosotros mismos.

Georges Leonard cree que la división de los sexos de acuerdo al género ha creado un gran daño y desconfianza en el entendimiento del uno y del otro. En su libro El fin del sexo habla de cómo la palabra sexo ha sido usada para mantenernos como hombres y mujeres divididos en nuestra relación y nuestro verdadero conocimiento de nuestro valor como seres humanos. El referirnos a las personas en términos masculino o femenino, limita el potencial de integridad que cada ser humano tiene al nacer. Calificar a la gente por el género, nos hace menos visibles humanamente y nos predispone para expectativas no realistas e injustas.

Nuestra obsesión por las diferencias de sexo no nos permite vernos unos a otros más íntegros y humanos. La separación de acuerdo con el género o sexo es lo que complica los dones que están inherentes en las características biológicas como hombres y mujeres, y aunque somos diferentes en formas significativas, estas diferencias se complementan en nuestras relaciones si tan sólo pudiéramos sintonizarnos con lo que realmente somos como humanos masculinos y femeninos. Hoy no solamente estamos redefiniendo nuestro género sexual, sino que estamos redefiniendo lo que somos como seres humanos. Mujeres y hombres pueden ambos ser dinámicos, independientes, dependientes, protectores, gentiles, fuertes, emocionales e intelectuales y su composici ón biológica puede complementar y acentuar estas características.

LLEGANDO A LA PLENITUD DE QUIENES SOMOS REALMENTE

Mucha gente cree que lo que necesitamos es llegar a ser andróginos, que androgenidad es nuestra composición natural. Es fácil creer que ser andróginos es la respuesta para ambos, hombres y mujeres; sin embargo yo encuentro que la mayoría de la gente aún no entiende lo que significa ser andrógino. No es suficiente usar la androgenidad como un mapa de nuestra composición, cuando nuestras percepciones de uno a otro como hombres y mujeres y nuestras percepciones sobre nosotros mismos están todavía envestidas en viejas formas de responder y conocer el uno al otro.

Estoy empezando a ver que para conocerse realmente el uno al otro como hombres y mujeres debemos tener un verdadero entendimiento de nosotros mismos. Mientras las mujeres han cambiado de su adherencia de ser únicamente madres, y han profundizado su conexión al corazón del espíritu femenino, nosotros los hombres hemos penetrado las capas del falso ego y la imagen rígida de lo que somos como hombres.

Ambos, hombres y mujeres, han aprendido a identificarse a través de las expectativas de los mensajes sociales y el desempeño de los roles. Nosotros los hombres necesitamos reestablecer nuestras conexiones con la madre tierra, parte de nuestra psyquis, así como también nuestras relaciones de unión y saneamiento con otros hombres, empezando con nuestros padres y con otras figuras masculinas. Las mujeres también necesitan reestablecerse y sanar sus heridas y su relación con el padre, parte de su psyquis. Muchos de los conflictos que existen en nuestras relaciones como hombres y mujeres han resultado de nuestras experiencias sin resolver con las figuras parentales y societales.

Es también necesario re-examinar nuestra conexión con la naturaleza en sí misma. Nuestras actitudes y prácticas hacia la naturaleza están reflejadas en nuestras relaciones humanas. En las ciencias, el control masculino, representa la separación que existe entre el hombre y su creatividad. Las mujeres están más cerca de esto que la mayoría de los hombres y simbólicamente ellas personifican el aspecto de madre en la naturaleza.

Cuando los hombres son capaces de tocar lo más hondo de su poder interno y los recursos de ese hombre que lleva por dentro, esto da como resultado la experimentación del verdadero poder del hombre. Cuando las mujeres son capaces de alcanzar desde su «mujer interior» hacia el mundo, esto da como resultado una relación saludable consigo misma, con los otros y con el mundo. Ambos, tanto el hombre como la mujer, están experimentando la muerte de las viejas creencias y estructuras de su psyquis. Esta muerte también trae consigo la curación, la comprensión y el renacimiento de lo humano. Mientras más nos convertimos en lo que realmente somos, más comenzamos a apreciar la vida, a nosotros mismos y a los otros. Comenzamos a ver que también tenemos mucho que ofrecernos los unos a los otros y con menos limitaciones; entonces serán más los beneficios para nuestro bienestar, nuestra vida y nuestro crecimiento.

COMPARTIENDO EL VIAJE COMO ALIADOS

Ser aliados como hombres y mujeres significa más que ser amigos o ayuda del uno para el otro. Aunque esto es importante y no deberá ser negado, yo creo que ser aliados es más una medida de madurez, sabiduría y de una relación saludable.

De esta forma todas las relaciones están enrutadas hacia una alianza. De hecho, este es el hilo integral de la palabra » relación». Ser aliados como hombres y mujeres representa un compromiso masculino y femenino hacia la vida y un compartir de la habilidad para responder (response-ability). Mientras más alertos y vivos seamos como participantes en el proceso de la vida, más nutriremos la vida y nos nutrirá ella a nosotros. Mientras más nos neguemos y nos mantengamos alejados unos de otros sin conectarnos, menos conectados estaremos con la vida misma. La energía de la vida fluye en nuestra expresión, verbal y no verbal, mental y emocional. Mientras más abiertos y confiados estemos, más será la fluidez de la energía de la vida dentro de nosotros mismos y entre nosotros.

Si realmente somos honestos, tenemos que admitir que ambos hemos sido heridos. No nos hace ningún bien culparnos los unos a los otros, ya que esto nos mantiene estancados para desarrollar y curar la relación con nuestros recuerdos y hechos que tenemos en la memoria, guardados en nuestro inconsciente. Las mujeres aún necesitan curar la herida de la separación y la desconexión con sus padres como hombres; tienen que aprender a ir más allá de la seguridad que les da el estar cerca de la madre.

Las mujeres han tenido que recurrir a los gritos para ser oídas y los hombres, a la ira, la violencia y, algunas veces, la agresión. Quizás ahora, ambos, hombres y mujeres puedan aprender a escuchar más. No solamente al otro, sino a la voz estancada enterrada profundamente debajo de los sollozos de la angustia y la culpabilidad de no ser lo que el otro ha necesitado. Quizás ahora, hombres y mujeres puedan aprender a ver que nuestra experiencia en el pasado ha tenido mucha influencia sobre quienes estuvimos atraídos en nuestras vidas. También las posibilidades de un diálogo positivo son más grandes, cuando ambos, hombres y mujeres, sean capaces de ser más ellos mismos sin estar a la expectativa del desempeñarse para el otro y llegar a ser lo que los otros desean o necesitan.

Cuando aceptamos al otro como ser humano y no como proyección de nuestros caprichos y fantasías quedados de la niñez y la adolescencia, nuestra interacción sorprendentemente se vuelve cada vez mejor. Los hombres no pueden aceptar la responsabilidad por todas las transgresiones contra las mujeres, así como las mujeres no han aceptado las responsabilidades por todas las heridas de los hombres.

Ocuparnos de los extremos, no es la respuesta de hoy. Necesitamos equilibrio y mutualidad. Esto es lo que conecta a la gente. A medida que los hombres aprenden a establecer relaciones más positivas y sanas con otros hombres, la calidad de las relaciones con las mujeres mejorará. Las mujeres ya sienten el valor de su fuerte compromiso con el espíritu femenino y esto ayuda a limar su nivel de necesidades con los hombres. Todo el mundo gana en esta interacción. Ser aliados es darse cuenta de que se necesita a la vez de la dependencia e independencia de ambos para formar una interdependencia, un puente natural de confianza, respeto y apoyo desde donde ambos ganaremos.

Vivimos hoy en día en una época que requiere la utilización al máximo de nuestras habilidades, recursos e inteligencia. «Dos cabezas son mejor que una», y lo que no necesitamos en este tiempo, de polarización derecha contra izquierda, fundamentalistas contra humanistas, etc., es enfrentarnos solos. Todo el planeta está enfermo y lleno de locura, violencia y terror. Se ha vuelto más evidente que, a menos que empecemos a juntar nuestras energías hacia objetivos comunes -de los cuales el más importante es la supervivencia del planeta-, esta disparidad continuará fragmentando nuestras vidas.

No es solamente tiempo para enrutar nuestro enfoque del campo de batalla de los sexos, sino que es tiempo para empezar a aprender cómo construir puentes del uno al otro. Como hombres y mujeres, tenemos mucho para hacer separadamente y juntos, en la curación de viejas heridas. Ambos tenemos que empezar a ver qué tan limitado y falso ha sido nuestro entendimiento por el otro, y cumplir con los retos de aprender de cada uno sobre nosotros mismos. Detrás de muchas creencias hemos aprendido y heredado a través de siglos de reciclaje, viejas imágenes sobre los hombres y las mujeres, haciendo una verdadera conexión psíquica.

Si nosotros miramos debajo de las capas de falsas proyecciones, podemos ver las semillas de las posibilidades de hombres y mujeres juntos como aliados y co-creadores. Cuando trascendemos el énfasis del «sexo» y de nuestras diferencias, tenemos una más grande posibilidad de ver nuestra semejanza espiritual como perteneciendo a un mismo género.

Es tiempo para nosotros de movernos entre el rompimiento de lo masculino/femenino, dependiente/independiente, hacia compañerismo e interdependencia.

Si vamos yendo a través de la turbulencia de este período transitorio, debemos usar el olvido como una de nuestras más poderosas herramientas de transformación y curación. Pero si permanecemos solos llegamos a ser rígidos, sabelotodos y malcriados. Esto nos impide estirarnos y crecer hacia afuera y hacia arriba.

Debemos empezar a equilibrar nuestras cabezas con nuestras emociones dándole más fuerza a nuestro corazón. Hombres y mujeres son y pueden ser poderosos catalizadores mutuos.

No es solamente posible para hombres y mujeres ser aliados; el espíritu de esa posibilidad se está despertando dentro de cada uno de nosotros ahora. Depende de nosotros ir más allá de la rigidez ideológica y de patrones de relaciones, y llegar a la fuente de esas posibilidades que está enterrada en nuestras heridas. Entonces, nos hemos herido unos a otros y hemos sido heridos por otros. ¿No es tiempo, de vivir y de crecer en otra forma?

«Ninguno es más grande que cualquier otro. No hay madres ni padres para adultos, sólo hermanos y hermanas» -dice- Sheldon Kopp, «Si usted se encuentra un buda en el camino, mátelo».

Este artículo fue publicado por el periódico Psicología Hoy, año III, N° 5 de Medellín, Colombia.

(1) Frank Cardelle es Ph. D. Psicología Humanista y Educación. Tomado de «The Men’s journal» Trad. Nancy Otero y María Eugenia Pineda, con autorización del autor.

Este artículo fue publicado en Perspectivas Sistémicas N° 23, año 5, septiembre/octubre 1992.

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