La identidad de la diferencia. Al ritmo de la terapia familiar en Brasil 

En julio de 1995 tuvimos oportunidad de asistir a una conferencia de terapia breve llevada a cabo en San Palo, Brasil (1). Allí pudimos dialogar con algunos de los más importantes terapeutas familiares de ese país, además de la presencia de destacados invitados extranjeros, como Gianfranco Cecchin, Jay Haley, y Humberto Maturana, Haim Omer (Israel), Michael Mahoney y otros, cuyas entrevistas exclusivas presentaremos en los próximos números. En esta ocasión, Rosa Macedo, Ibán Capeado, Ovidio Waldemar y Carlos Molina Loza (2) compartieron con nosotros sus puntos de vista acerca del panorama actual de la terapia familiar en Brasil, su inserción en las universidades, su integración con otras teorías y el sello de su cultura.

En continuidad con la sección inaugurada en el número anterior, les propusimos a los entrevistados, las preguntas sobre el cambio y el futuro de la psicoterapia, desde la «perspectiva brasileña».

La organización de este exitoso evento estuvo a cargo del Lic. José Carlos Gomes (Workshopsy) y del Dr. Jefrey Zeig (presidente de la MILTON ERICKSON FOUNDATION). 

 

Rosa Macedo, la experiencia constructiva

PS: ¿Cómo llega usted a la terapia breve, sistémica y cómo llegan estas corrientes a Brasil?

Rosa Macedo (RM): A Brasil la terapia sistémica llegó hace poco tiempo, por lo menos de una forma institucionalizada. La terapia breve, en cambio, se practica aquí desde hace mucho tiempo con una base psicodinámica, siguiendo a Bleger, a Pichón Riviere (con su concepto de grupo operativo) y a todos los argentinos que vinieron aquí en las décadas del ’60 y del ’70.

La psicología desarrollada en las universidades, durante mucho tiempo, fue psicodinámica; se enseñaba psicoanálisis como una teoría de personalidad. La formación clínica se realizaba en los institutos de formación de psicoanálisis, instituciones que tienen las características de ser muy cerradas.

En ese contexto muchas otras tendencias en psicología y psicoterapia, se desarrollaron, sobre todo por esa actitud del psicoanálisis.

Por ejemplo, la psicoterapia guestáltica y el psicodrama, la corriente que según creo, tiene el mayor número de adeptos y personas formadas. Esto era realizado fura del ámbito de los institutos de psicoanálisis y del ámbito académico de las universidades. Todas esas corrientes encontraron una demanda muy grande para el perfeccionamiento de psicólogos que se querían dedicar a la práctica clínica.

Un hito muy importante en este proceso fue la creación oficial de los cursos de postrado en las universidades en la década el ’70. Una característica de los trabajos a nivel de maestría y doctorado justamente fue el diálogo entre teoría y práctica, investigación y formación clínica. 

Por ni parte, trabajo en la PUC (Pontificio Universidad Católica de San Pablo) desde 1957, donde comencé como ayudante de investigación. Mi área de especialización fue la psicología del desarrollo humano.

Durante muchos años emplee el modelo tradicional de diagnóstico, orientación a padres, cuestiones de niños, adolescentes y familias.

Yo hacía una parte del trabajo, y derivaba al niño o adolescente a otro profesional que hacía el trabajo de terapia individual. Ahí comenzaban las historias conocidas de que cuando el chico mejoraba, la familia se iba. Me encontraba en medio de un impasse en mi forma de trabajo, porque las respuestas eran ineficaces. En ese momento llegó a San Pablo u psiquiatra que había hecho un curso en Topeca, con Rappaport sobre Terapia Familiar, y yo fui a hacer un seminario con él. Era el año 1979. a partir de ese momento comencé a comprar libros en Minuchin. Comencé a leer, recibir información sobre cursos de teoría sistémica y me di cuenta de que esta orientación era condicente con el concepto de desarrollo piagetiano que tenía. Toda la vida trabajé con el constructivismo, con el concepto de desarrollo como proceso, no de resultado, y entonces pensé que ese sería un procedimiento de mucha utilidad y coherente con mi manera de pensar. Fue entonces que viajé a Massachussets para hacer un curso intensivo coordinado por Carlos Sluzki en el Family Center of Berkshire, Pittsfield. En ese curso estaban además de Carlos Sluzki, Salvador Minuchin, Celia Falicov, Ignacio Maldonado, Braulio Montalvo, etc. Encontré lo que estaba buscando. De ahí en más continué con cursos y seminarios de manera ininterrumpida.

PS: ¿En este momento como describiría su modelo de trabajo clínico?

RM: En nuestro equipo de siete profesores, algunos de ellos ex alumnos del propio doctorado, todo el trabajo de estos años fue desarrollar un universo de discurso común, para poder conducir el curso sin discrepancias en la forma de pensar, y como la teoría sistémica y la terapia familiar viene evolucionando y transformándose, nosotros acompañamos esa evolución.

No tengo dudas de que así como existen varios psicoanálisis, también existen varios modelos sistémicos; entonces diría que nosotros tenemos un pensamiento sistémico y que aceptamos como posición frente al mundo, una posición constructivista. Ahora bien, en la práctica existen diferencias entre nosotros. De modo que no transmitimos un modelo cerrado de terapia familiar, sino que mostramos como la terapia familiar va evolucionando, con cuidado de comparar la definición de problema, la definición de síntoma, la teoría de cambio de cada una de las corrientes. Discutimos mucho esas cuestiones para que cada uno pueda integrarlas de acuerdo con su propia formación.

Entonces, cada uno de nosotros tiene una línea predominante. Yo diría que soy más constructivista, próxima a las ideas de Maturana y del mismo Prigogine.

Últimamente, estamos trabajando mucho, inclusive orientando algunas tesis del doctorado, en el tema de la producción del significado en la terapia, o sea, cómo es que se construye el significado en la terapia, alrededor del diálogo del constructivismo y construccionismo social. Yo creo que una de las cosas interesantes de nuestro campo es precisamente el hecho de que se encuentra cambiando todo el tiempo.

PS: En relación con esto, ¿qué lugar están encontrando estas ideas nuevas en Brasil, respecto a otros modelos de psicoterapia más ortodoxos?

RM: Yo creo que están ganando rápidamente un espacio cada vez mayor. Ya hay en Brasil nuevos núcleos de producción en centros formadores de opinión.

Además hemos trabajado mucho a nivel político, en la divulgación de estas ideas. En 1994 fundamos la asociación Paulista de Terapia Familiar, que no es necesariamente sistémica, porque en un primer momento se quería atraer todas las líneas, sin un predominio, con muchos psicodramatistas, por ejemplo. Y ahora hay todo un movimiento en brasil de formación de centros regionales, con el intento de oficializar la Asociación Brasileña de Terapia Familiar en ocasión del Congreso que va a llevarse a cabo en Gramado a comienzos de agosto, con la posibilidad de formar redes, conocer gente, intercambiar conocimientos.

El trabajo de la universidad, a través de las investigaciones y las tesis de doctorado, tiene un valor muy grande ya que se muestran efectivamente resultados de trabajo en otras áreas interdisciplinarias. Hemos presentado muchas tesis ofreciendo modelos sistémicos de funcionamiento en cuestiones de juzgados de familias, medicina legal, violencia, mostrando de manera sistematizada que es posible trabajar de manera distinta, que el psicólogo que está en el juzgado de familia no necesita continuar siendo la persona a quien el juez pide un parecer y este parecer es devuelto al juez con un resultado que este no puede entender. Justamente introduciendo lo que llamamos un diagnóstico contextualizado, apuntamos a modificar el sistema de trabajo de forma sistémica, llamando a las personas, ofreciendo al juez un parecer circunstanciado, con la posición de diferentes personas involucradas, de las familias o redes, etc.

Estamos Haciendo esto también con el hospital, aprovechando las pocas personas que están trabajando en el sistema público.

PS: ¿qué se entiende por «cambio»? ¿Cómo podemos verlo?

RM: Bien, este es un o de los puntos centrales y más discutidos. Yo creo que los temas tienen una flexibilidad, una capacidad de modificación, de adaptación en función de las ocurrencias del contexto, que están siempre aconteciendo. La cuestión es cómo transformar la experiencia en conocimiento, cómo aprovechar las transformaciones, los cambios que van ocurriendo por fuerza de las interrelaciones, del contexto que cambia, cómo aprovechar la percepción de esos eventos que acontecen para usarla como conocimiento en situaciones futuras semejantes.

Yo creo firmemente en la capacidad evolutiva de las personas y creo que las personas están continuamente cambiando, pero hay algunos cambios que son ajustes, adaptaciones, pequeñas conquistas, y hay otros cambios que son fundamentales, saltos cualitativos en determinadas coyunturas en las que intervienen varios factores. Desde mis tiempos de psicóloga del desarrollo yo creo en esto. El esquema de asimilación-acomodación de Piaget es un esquema simple que esta en la base de estas cuestiones: un proceso continuo de asimilación de información, de gestos, de sentimientos, en un determinado momento encuentra un punto de intersección tal que se produce algo nuevo…

PS: Esos puntos de bifurcación de los que habla Prigogine…

RM: Exactamente, algo nuevo aparece, un salto o cambio cualitativo. Y no es una cosa que sucede de repente, de manera mágica: es un proceso que no es unicasual, no es lineal, sino que dada la confluencia de los múltiples factores de la más diversa naturaleza que se van juntando, que se influencian mutuamente, llega un momento en que cambia, pasa a otro nivel de funcionamiento. Y creo que esto ocurre tanto a nivel de las personas, como de los sistemas.

Y la cuestión es trabajar y conseguir entender cada vez más ese proceso para poder hacer a las personas conscientes de que esto pueda acontecer y aprovechar cuando acontece.

PS:¿ Hacia dónde va la psicoterapia? ¿Cómo va a ser la psicoterapia del futuro?

RM: Muy claramente, en función de este mundo que vivimos de transformaciones tan rápidas, de mutaciones que constituyen verdaderos quiebres entre generaciones, la psicoterapia va a continuar siendo una práctica necesaria. Pero creo que ella va a tener que salir cada vez más de la práctica privada del consultorio; la terapia precisa encontrar modelos cada vez más accesibles y dinámicos, cada vez más focalizados en el problema, más breves y más baratos. Creo también muy importante, y nuestra producción científica apunta a ese objetivo, que el trabajo contemple dos aspectos: un aspecto de intervención profiláctica y un aspecto de intervención terapéutica. Cartillas educativas, grupos de padres, grupos de jóvenes, y la aplicación de los conocimientos de nuestro campo en todos los otros ámbitos no tradicionalmente incluidos en la terapia, por decir alguno, los procesos de duelo, el fenómeno del SIDA, etc. Y por otro lado, no descuidar, no cerrar el diálogo con otras corrientes, con otras áreas, para ampliar las posibilidades de actuación según las necesidades.

Ivan Capelato, la cultura del cuidado

PS: ¿Podrías contarnos cómo es tu modelo de trabajo?

Ivan Capelato: Yo trabajo siguiendo dos vertientes: una línea de pensamiento psicoanalítica no ortodoxa, acorde con las ideas de Francoise Dolto, y una línea emparentada con el pensamiento de Gregory Bateson, Weakland, Virginia Satir, o sea, la teoría de la comunicación, de los dobles vínculos, del paciente identificado, etc. Y además fui alumno de Ronald Laing.

Me dedico a pacientes de alto riesgo; es decir adolescentes y niños con psicosis, psicopatías, trastornos borderline, etc. Mi trabajo incluye a la familia, siempre trabajo con los padres. Primero hago que los padres se unan de alguna manera a mi, me ubico como referente para ellos, y, en ese momento, cuando logro hacer que el sufrimiento de ellos quede centrado en mi, comienzo un trabajo de orientación que se llama «maternaje» («mothering», en inglés) en el cual intervengo sobre los padres para que ellos, a su vez, intervengan sobre los hijos para sacarlos de la fase en que están detenidos. El maternaje significa que esa madre va a volver a cuidar al hijo, tocarlo, disminuir la verbalización, aumentar el contacto físico y construir (y aquí el pensamiento constructivista está por entero en juego), alternativas para que ese niño o ese adolescente pase a la fase siguiente. Cuando consigo que los padres hagan ese trabajo, cuando evalúo que los padres están pudiendo entrar en el modelo de «mothering», traigo al paciente y comienzo un trabajo psicoanalítico con el paciente, manteniendo a los padres en el trabajo de maternaje.

PS: En una de las conferencias hiciste referencia a una experiencia antropológica con una comunidad indígena, los krahos…

IC: Los krahos son una tribu de Brasil que hoy está casi destruida, pero que en los ochenta, cuando fui a allá, casi no tenían contacto con el hombre blanco. Yo viví en la tribu, fui bautizado por la tribu y fui introducido en un sistema de maternaje que ellos tienen, espontáneo, culturalmente organizado.

La estructura kraho era una estructura jerárquica donde alguien siempre cuida de alguien, el jefe cuida a los adultos, que a su turno cuidan a los niños. Esa estructura es una estructura muy bonita que no hace aparecer los problemas de la separación ni los problemas de la pérdida. Un niño pierde a su madre por muerte, y la tribu ya está organizada de tal forma que cualquier mujer de la tribu se torna madre de cualquier niño. Entonces el adulto es el cuidador, la mujer tiene función de madre, el hombre tiene función de padre, incluso sin ser padre o madre. El niño, en la vida de los krahos, tiene el derecho de tomar a cualquier adulto y llamarlo padre o madre, y el inmediatamente se comporta como padre o madre, interrumpe lo que está haciendo y se dispone a cuidar. Entonces, si la madre real no estuviera presente, el niño va y llama «madre» a la mujer que está más próxima, o a la que le tiene mayor simpatía.

PS: En el proceso inverso a la adaptación en nuestra cultura donde los padres eligen al niño que van a adoptar…

Exactamente lo contrario. Entonces el niño hace la elección, si el precisa de un padre para preguntar algo, porque por ejemplo el padre fue a cazar, entonces elige un adulto hombre y lo llama «padre», y el kraho deja todo lo que estaba haciendo y cuida del niño. Los krahos tienen la misma estructura que los cheyennes de Norteamérica («cheyenne» significa «ser humano» y «kraho» significa «gente», gente que anda que piensa, que vive). Para los krahos, como para los cheyennes, el niño es lo más importante que existe en todo el mundo, porque significa el futuro; si no es bien cuidado ahora, el futuro queda comprometido. Los krahos tienen una noción que es exactamente la que yo trabajo con las familias, que es la noción de «límite», establecer límites. Los krahos cuando tienen que llevar al niño para bañarse, le toman de la mano y lo llevan, no explican, sino que cuidan.

PS: En un pasaje de uno de sus libros, Watzlawick comenta los problemas e los padres que intentan convencer a sus hijos de que tienen que ir a la escuela por medio de argumentos («porque la escuela es buena», o «les va a servir en el futuro», etc.), en lugar de marcar ciertos límites diciendo: a la escuela tenés que ir porque hay que ir, la escuela no le gusta a nadie pero hay que ir. Una situación claramente doble-vincular…

IC: Exactamente, aquí en Brasil tenemos un problema muy grave en las escuelas. El índice de deserción escolar es muy alto. Estamos viviendo una fase donde también los estudiantes universitarios están dejando sus estudios. Y esta es en parte consecuencia del deseo doble vincular de los padres: «La escuela tiene que gustarte». Son pocos los que consiguen y mantienen a la escuela con un sabor agradable y esos son precisamente aquellos donde la familia está cerca: «Yo sé que la escuela no te gusta, no es necesario que te guste, pero tenés que ir; yo no quiero que te guste la escuela, yo quiero que termines tus estudios» . Este es un deseo divorciado del doble vínculo.

Entonces, esta vivencia con los krahos, durante diez años, reforzó en mí la idea de maternaje y la certeza de que el ser humano tiene que ser cuidado siempre, hasta que alcanza su autonomía. Una de las cosas que más me angustia de mi país es el índice muy elevado de suicidios entre adolescentes (15 suicidios por día), el uso muy elevado de drogas y alcohol, la depresión en adolescentes y niños, los problemas psicosomáticos, cáncer gástrico e intestinal, anorexia, bulimia; y yo atribuyo eso al hecho de que el adolescente y el niño no encuentran más al padre y a la madre. Él llega de la escuela y la casa está vacía; cuando el padre y la madre llegan, el niño no encuentra un padre y una madre, encuentra dos hermanos; porque el padre está tan quejoso que no puede cuidar, porque él mismo no tiene continencia, ni referentes; tampoco tiene nadie que cuide de él: el gobierno no cuida, las instituciones no cuidan, entonces vivimos en un gran orfanato y las consecuencias de esto son los problemas de los que hablamos antes.

Yo he hablado mucho de la necesidad de que la escuela se vuelva una referencia, de que la escuela haga «maternaje», de que el profesor sea entrenado para eso. Existe una especie de descuido generalizado y el maternaje es una respuesta para esto: que las instituciones retomen esa función perdida del cuidado para que los padres puedan reasumir sus funciones: estar presente, establecer límites, acompañar a la escuela, etc.

PS: ¿Cómo lograste compatibilizar las ideas sistémicas, la noción de mente de Bateson como un fenómeno social, con las ideas de psicoanálisis, de aparato psíquico, etc? 

IC: Yo salí de la institución psicoanalítica y me desligué del grupo. Comencé a hacer este trabajo solo. Pero el trabajo de Dolto permite esa integración. Conseguí conservar las estructuras y acrecenté el trabajo con las formulaciones de la antipsiquiatría, los estudios del doble vínculo, etc. Tengo la idea de que el trabajo psicocanalítico se facilita cuando la familia está de su lado. Una de las cosas que siempre me preocupó es que cuando el psicoanalista trabaja bien con el niño o con el adolescente, la familia lo retira, porque el sufrimiento del niño es el sufrimiento de la familia. Cuando uno hace el maternaje de la familia, ésta se hace cómplice del tratamiento y no antagonista. Pero fue un trabajo solitario. Recibí muchas críticas.

 

Carlos Molina, la metáfora permanente

PS: ¿Cómo ves el panorama de la terapia familiar sistémica en Brasil?

Carlos Molina(CM): Como estamos en un congreso que trajo celebridades, mi respuesta está marcada por este hecho. Al oír lo que ellos están diciendo, y ver la reacción del público, pienso que la terapia en Brasil está muy bien. Creo que hay un pasado, inclusive una relación con Buenos Aires, que conlleva una autoimagen desvalorizada por parte de nuestros colegas, que no son conscientes del valor de lo que están haciendo.

Desde el encuentro organizado en Bahía hace ocho años, donde hubo una presentación formal de los terapeutas del sur con los del norte, hubo mayor intercambio que permitió que las diferencias regionales desaparecieran.

No sólo por un aumento de información, sino por darnos cuenta que es estábamos haciendo cosas parecidas. Entonces, según mi balance, se ha producido un aumento de comunicación, un auge de publicación y discusión de libros.

Lo que para mí aún falta es entender que el juego no consiste sólo en recibir sino en dialogar y que nosotros también tenemos cosas que decir y que agregar. Por ejemplo, si yo voy a Buenos Aires, yo no quiero preparar un asado, en ese sentido ustedes saben mucho más que yo, voy a aprender a preparar un asado (y espero que lo hagan bien para disfrutarlo): pero si me invitan a cocinar, puedo hacer una feijoada, que a ustedes les va a encantar.

Volviendo a la terapia en Brasil, pienso que estamos reinventando en función de una realidad que tiene una demanda diferente, singular. Por ejemplo, si queremos hablar de tratamiento sistémico con familias de influencia afrobrasilera, nosotros somos autoridades a nivel mayor. Lo que nosotros hemos descubierto y trabajado, en este tema, en este tema, por ejemplo, no está en los otros libros. Yo creo que eso lo aprendí de una persona extranjera, Edith Illmans. Ella nos decía que los americanos y los europeos trabajan para aprender a hacer metáforas, a pensar, a percibir y a intervenir metafóricamente; y nos decía que nosotros vivíamos metafóricamente y que éramos una metáfora permanente. Por ejemplo, cuando en un curso teórico decimos que vamos a ver lo que es una metáfora, inmediatamente nos dirigimos a la literatura y a las sofisticaciones; sin embargo, una metáfora es decir «Yo estoy acabado». En Brasil hay muchas expresiones y las metáforas estructuran constantemente nuestra vida.

Pero cuando entramos en el consultorio, sin embargo, pensamos que la metáfora es una construcción gramatical o poética y ahí complicamos las cosas. Yo creo que el gran descubrimiento que estamos haciendo es el de utilizar con las familias esta forma de vivir «fácil», que no es pensada, que simplemente sucede. Por ejemplo creo que no hay peor cosa que enfrentar una pareja, que busca a ese tercero (que puede ser Dios) para que se quede de un lado y cambie al otro de la pareja. ¿Qué hacer para escapar al asunto del género: «Como hombre veo las cosas así» y poder verlas de otro modo? Daré un ejemplo: a la pareja que consulta le digo que quiero darle una pequeña tarea: «Quiero que imaginen que el marido es un animal, un cuervo, y que imagine que la mujer es otro animal , una víbora, y que por favor hagan una historia del encuentro entre el cuervo y la víbora, pero sin pensar en las personas» . Cuando hacen la historia les pido que no tengan compromisos con la literatura, con la estética formal, porque ahí surge una estética más espontánea.

Cuando me traen la historia, esta posee elementos significativos utilizados por esa pareja: «Realmente veo que a veces me ves así, a veces me ves como si yo fuera un cuervo, pero a veces me veo como si yo fuese una víbora«. Creo, igual que Maturana, que el pensar es una elaboración de un sentir y de un emocionar. Si permitimos que el sentir y emocionar en una pareja se transforme en una historieta (que no precisa tener un fin o ser una parábola, apenas un cuento) se les entrega una metaforización sin tener que decir «esto significa que», lo cual provoca una confusión saludable y hace que esta pareja nos traiga más elementos en el nivel de esas elaboraciones metafóricas. No estoy intentando proponer un tipo de tratamiento basado en esto, sino un recurso. Digo que nosotros estamos bien en este terreno porque cada vez que mis tareas de formación incluyen tareas metafóricas, el resultado es muy rico.

Yo sé que eso da mucho miedo, sin embargo ese ejercicio de construcción sin compromiso hace que cuando uno está frente a los clientes uno pueda soltar la fantasía, como decía Whitaker: «Todo lo que me aparece en el alma y en la fantasía no solo es mío, es nuestro porque se produjo entre nosotros, y nos pertenece». Creo que esa utilización metafórica, la utilización del sí mismo en una expresión metafórica, ese confrontación, nos ayuda a enfrentar situaciones difíciles, por ejemplo a la pareja.

PS: ¿A qué le llamas cambio?

CM: Yo me identifico con las vertientes estratégicas de Erickson y las experiencias de Whitaker y me gusta hablar de crecimiento. No se trata solo de ser capaz de resolver las dificultades específicas que estamos enfrentando sino crecer de tal forma que esa dificultad sea resuelta para que la persona sea capaz de resolver otras situaciones. Me he ocupado del seguimiento como en Palo Alto pero yo quiero ver, no solo si por el problema que vinieron tuvo una solución, sino si también frente a otras dificultades hubo una actitud de superación. Si es así, hubo cambio. También utilizo como influencia a la persona del terapeuta. Estoy más preocupado acerca de mi cambio que del cambio de las personas. Si yo me preocupo mucho por ellas, ocupo el lugar de preocupación que las personas deberían tener acerca de sí mismas; si me preocupo por mi espacio como persona en esa relación, modelo esa relación de tal modo que las personas se preocupen de su propio espacio como persona en esa relación.

PS: ¿Hacia dónde crees que evoluciona la terapia? ¿Cómo será la terapia del futuro?

CM: Tengo algunas experiencias de trabajo de charlas con grupos de padres preocupados por sus hijos en la escuela. Yo ceo que, sin hablar de una terapia de prevención, lo que imagino, por ejemplo, para salir de ese terrorífica trío con la pareja sería el grupo de las parejas. En este grupo, no necesariamente las parejas deberían tener problemas similares, ni reunirse todas las semanas. Esto sigue siendo un contexto terapéutico. Este es un factor multiplicador de procesos de crecimiento pero no debe tomarse como acompañante permanente durante largos procesos. Esta es mi fantasía acerca de la terapia del futuro.

 

Ovidio Waldemar, el arte y la técnica

PS: ¿Hacia dónde crees que se dirige la psicoterapia?

Ovidio Waldemar (OW): Tradicionalmente se enfatiza el vínculo de la psicoterapia con el arte y la técnica, siempre tiene un poco de ambas. Por épocas se han enfatizado más las cuestiones técnicas que las artísticas. La parte artística yo la relaciono con el trabajo, con la persona del terapeuta, con la intuición y la sensibilidad.

Durante mucho tiempo la terapia familiar a enfatizado al terapeuta como técnico, Haley fue uno de ellos. Esto se contrapone con el psicoanálisis, por ejemplo, que enfatiza la persona del terapeuta, pero simplemente lo artístico, lo intuitivo. Frente a este aspecto fundamental del psicoanálisis, el de trabajar mucho encima de la persona del terapeuta (lo que el terapeuta sentía era la realidad, la contratransferencia), creo que la terapia familiar respondió con una reacción en sentido contrario. Actualmente en los institutos de formación de terapia sistémica se tiende a trabajar más con la persona del terapeuta, se está rescatando esto. Se está enseñando cada vez más que la formación tiene que ser continua y que no puede ser en uno, dos o tres año; lleva, según Andolfi, diez años tornarse un terapeuta maduro. Me parece que hoy tenemos que vivir cada vez más con ese equilibrio de técnica y de arte, en el sentido de trabajar la persona del terapeuta, la intuición. Los factores generales de psicoterapia que uno dice que son comunes a todas las escuelas eso tiene que ver con los factores que mantienen la relación terapéutica en todas las psicoterapias. La base de la psicoterapia es la relación terapéutica. Lo que yo quiero decir con todo esto es que la terapia familiar se esta comportando de un modo más humilde porque se dio cuenta de las limitaciones de solo enfatizar los aspectos técnicos. Existen importantes avances a nivel técnico pero eso es limitado y depende cada vez más del trabajo multidisciplinar.

A partir de esto, lo que yo veo para el futuro es un potencial muy grande y, al mismo tiempo grandes peligros. Continuamos en una encrucijada. El potencial, creo yo, es que ya sabemos lo suficiente de terapia sobre cómo ayudar a la gente. La investigación es importante, pero se puede hacer una comparación con otro campo: ya sabemos cómo producir comida, ya sabemos cómo combatir la polución, ya sabemos cómo trabajar preventivamente, ya tenemos los conocimientos para ayudar al hombre a vivir mejor; pero no tenemos la organización social que nos posibilite aplicar estos conocimientos para producir el bienestar común. Entonces me parece que el terapeuta sistémico hoy tiene que dedicar buena parte de su trabajo fuera de la psicoterapia, como ciudadano, como ser político. Esto es así, porque se lleva a una concientización donde, para evolucionar la parte, el todo debe cambiar. F. Capra (*) habla del nuevo paradigma, donde hoy no se piensa de la parte a todo, al contrario, del todo a la parte.

En terapia familiar, en particular, buena parte de nuestros colegas están cerrados dentro de la psicoterapia dentro del consultorio privado, perdiendo una visión totalizante de lo social.

Entonces, el potencial es que hay oportunidades y conocimiento ya disponible para ser aplicado; el peligro es que la gente continúe buscando más técnicas.

PS: En relación a otro tipo de modelos terapéuticos, las terapias cognitivas, la terapia biológica, ¿cómo podría insertarse allí lo sistémico?

OW: Dentro de la idea de que ya tenemos muchos conocimientos me parece que el ideal sería que trabajásemos en equipos multidisciplinarios, idealmente, nadie debería trabajar solo, todos nos tendríamos que reunir mensualmente con colegas para discutir los casos difíciles, que son los que necesitan un trabajo grupal. Por supuesto los casos psiquiátricos más graves, desde el inicio necesitan de un equipo: de un psiquiatra, de un terapeuta familiar, o de un terapeuta individual, de una terapia ocupacional, de una oficina de protección (asistencia social).

Entonces, la colaboración es necesaria, hoy en día, cualquiera que diga que sabe el camino, no lo sabe. Los hechos están multideterminados, y uno debe ser humilde y saber cuales son sus límites y cuando precisa trabajar con los demás.

Pero, de nuevo, la organización social nos imposibilita. Solo el Estado puede tener el dinero para propiciar este tipo de colaboración multidisciplinaría en los casos más graves.

Finalmente, lo que sucede es que la gente se ve obligada a trabajar sola, porque no es solo una cuestión de voluntad, sino se crean condiciones diferentes. Bleger decía que trabajar solo es una forma de dañarse el narcisismo, al no tomar conciencia de nuestras limitaciones.

PS: ¿A qué le llamas cambio clínico?

OW: Pienso que debe haber un consenso mínimo entre la familia y el terapeuta, por lo cual concluyen que lo que se consiguió hasta el momento es suficiente. Porque a veces la familia cree que mejoró y se va, y el terapeuta cree que no es suficiente. Otras, el terapeuta cree que el paciente o la familia mejoraron pero ellos no están satisfechos.

Básicamente, creo que hay que ver a la terapia como un desarrollo en etapas y en cada una de ellas hay determinados objetivos principalmente, el terapeuta familiar sistémico ve el cambio como una mejoría sintomática y focal sobre la cual hay consenso entre cliente y terapeuta. No entraría en la idea de cambio de estructura. Pienso que sobre eso todavía hay mucha confusión en nuestro campo.

PS: Esta sería la descripción del cambio desde el punto de vista clínico ¿y desde el punto de vista teórico, cómo se produce el cambio, cómo se arriba a esas metas definidas clínicamente en el contrato?

OW: Pienso que el sistema terapéutico crea nuevas alternativas, más allá de las del cliente. 

Este tiene sus límites y el terapeuta no los tiene. En este nuevo sistema, el poner su ritmo y recibir el ritmo de la familia, lo que Whitaker llamaba la «danza de la familia», el terapeuta crea un nuevo ritmo que posibilita alternativas que antes no existían, y, en el caso de existir anteriormente, estaban bloqueadas.

Veo el cambio como un cambio de contexto que posibilita el surgimiento de alternativas.

 

Nos referimos a la Brief Therapy Conference realizada en San Pablo entre el 4 y el 7 de julio de 1995, con el auspicio de la Milton Erickson Foundation. Agradecemos a su organizador José Carlos Vitor Gomes por cuya gentileza fue posible nuestra participación y la realización de estas entrevistas.

Rosa Macedo, Dra. En psicología, es una de las pioneras en terapia familiar en brasil. Fundó el postgrado de psicología clínica en la PUC (Pontificia Universidad Católica de San Pablo). Actualmente coordina el núcleo de Familia y Comunidad en el postgrado de la misma universidad.

Ivan Capelato es master en psicología, psicoanalista, y terapeuta familiar. Es Profesor en la Universidad Católica de Campinas y en el Curso de formación de Pediatras de la Maternidad de Campinas.

Ovidio Waldemar es médico, terapeuta familiar y dirige un importante centro de formación en Porto Alegre, Río Grande do Sul.

Carlos Molina Loza, es psicólogo, terapeuta familiar, reconocido entrenador de la especialidad en Belo Horizonte donde reside y en todo Brasil.

(*) Se refiere al famoso físico y ensayista Fritjof Capra, autor de libros como «The turning point», Toronto, De. Bantam, 1982.

Esta serie de entrevistas que constituyen la nota, fueron publicadas en el nº 42 de Perspectivas Sistémicas, Julio-Agosto de 1996.

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