Esta propuesta consiste en trabajar sobre los métodos y resultados de una pequeña investigación realizada con disfunciones del aprendizaje.
Sobre 251 familias que se entrevistaron para su diagnóstico, 81 de ellas recibieron tratamiento familiar sistémico. De éstos, 21 casos fueron agrupados para la investigación que aquí se presenta.
Motivo de consulta
En todos los casos era definido por los padres como «trastornos de aprendizaje» y/o «trastornos de conducta» en la escuela o el hogar.
Una vez agrupados para su estudio e investigación, se comprobó que la constante era la dificultad de gobierno que estos padres tenían con sus hijos en el hogar. Consultaban a pedido de los maestros o, por sentirse ambos o alguno de ellos, inexitosos en el intento de control del paciente identificado, que «es de difícil manejo, perturba la vida familiar de distintos modos y en muchos de los casos también hay quejas de su conducta en la escuela o jardín de infantes».
Se las denomina disfunciones del aprender porque hay una perturbación en el enseñar-aprender a incorporar y acatar las pautas de conducta sociales impartidas por los padres. Hay dificultad de aprender-cambiar-incorporar, como una respuesta a una guía parental «poco clara», que a su vez, se retroalimenta circularmente por la complejidad del manejo de estos niños. Se la define como «poco clara» porque es, según estudiamos, una guía-crianza imprecisa, cambiante, dubitativa, con demandas y exigencias inapropiadas, producto del desacuerdo que aparece siempre entre los estilos de ambos progenitores. Estilos, que tanto uno como otro ven como error del cónyuge, no como una distinta visión del mundo o de las cosas.
El sistema familiar
1. Enojo o desilusión de uno o ambos padres con el paciente identificado.
2. Desacuerdo explícito o encubierto con respecto de lo «bueno» para su hijo.
3. Serias dificultades en la puesta de límites.
4. Desacuerdo en el modo de intervenir o ayudar en las tareas u obligaciones escolares.
5. Creen que se puede educar sin frustrar.
6. Buscan acuerdo del hijo con respecto a sus conductas educativas.
7. Generalmente las madres se sienten o son sindicadas por el padre como responsable de la dificultad.
8. Sienten al hijo inmanejable, «casi poseído o dominado por algo».
9. Oposición con respecto al método a emplear para con el hijo.
10. Suelen plantear la consulta como una suerte de «arbitraje».
11. Interacciones mutuamente descalificadoras entre los padres.
12. Alguno de los padres solía ocupar el lugar del hijo en su familia de origen.
13. Habitualmente se expresan descalificadoramente de la escuela o aun más, de la política educativa del país.
14. El P. I. (paciente identificado) se muestra poco preocupado en las entrevistas, como ausente, interactúa con interrupciones a sus padres.
15. El P. I. se muestra generalmente desafiante (si es adolescente).
Modelo de trabajo
Una o dos entrevistas familiares conjuntas exploratorias en las que:
1. se recorta claramente el motivo de consulta.
2. se requiere la opinión que del mismo tienen todos.
3. se investiga sobre las soluciones intentadas.
4. se averigua el estilo de vida familiar.
5. actividades que comparten y si alguna otra cosa les es difícil manejar.
Se trabaja sobre: Delimitación de fronteras, adecuado orden jerárquico y demás maniobras estructurales tendientes a esclarecer y discriminar para «ordenar».
Cabe recordar que el significado de la palabra trastorno, es: «inversión del orden de las cosas. Disturbio. Volver las cosas de arriba abajo».
Se observa el poder equilibrante que la conducta sintomática tiene como foco estabilizador de la situación conyugal. (Madanes 84).
Al finalizar la segunda entrevista conjunta, comunicamos a los padres que por el momento nos seguiremos reuniendo sólo con ellos. Este movimiento es de por sí reestructurante, ya que generalmente presentan al P.I. como «poseído» por alguna fuerza (imposible de manejar por ellos) que lo lleva a desarrollar esas conductas. Trabajando sólo con ellos (Bowen 74) mostramos que la responsabilidad para este cambio estará en los adultos, ya que la «capacidad efectora» para establecer un nuevo orden está en manos de los padres.
En la entrevista siguiente con los padres se explicita el interés de trabajar juntos, para que sean ellos y a través de la convivencia cotidiana, quienes modifiquen la situación que les preocupa (así es como se redefine el «trastorno» que los trajo). Esto es posible de ser resuelto por ellos, quienes automáticamente dejan de considerarse como impotentes e incompetentes (como llegaron) y pasan a una posición activa, pero sistematizada, dirigida y avalada por un experto con el cual están estableciendo un pacto de colaboración. Hacemos una alianza con el área libre de conflicto de los padres, para trabajar incrementando la función de transformación que tiene todo sistema.
Se trabaja con ellos acerca de sus modelos familiares de origen, el deseo de repetirlos o variarlos, la pequeña o gran diferencia que entre los modelos de ambos existe y cuán posible pueda resultarles negociar para aunar criterios a pesar de sus diferentes posiciones, indicándoles esta actitud como básica para la efectividad de su labor «ordenadora».
Sabemos que detrás de todo niño sintomático hay problemas de pareja (Bergman 85), entonces según el grado de conflicto conyugal maniobraremos como para lograr, lo más pronto posible, su compromiso de colaboración, sugiriéndoles enfrentar esta circunstancia como la optimización del rendimiento de una de sus funciones como pareja, la parental, dejando por el momento de lado la conyugal. Trabajando sobre su falta de acuerdo parental se nos abre el campo hacia un espacio donde es posible planear y pasar a la acción. Acción que –se les dice–, no van a encarar hasta que no estén plenamente convencidos de que es una posición que comparten, porque es nueva y creada conjuntamente y no tiene que ver con sus desacuerdos anteriores. Apunta directamente a retomar el control.
Se les pide un relato muy detallado de un día de vida común de la familia, registrando claramente lo que ocurre con el hijo problemático. Así aparecen siempre múltiples situaciones donde no podían lograr adecuadas respuestas a sus pedidos y se les muestra la inoperancia de las escaladas en las que se enganchaban. Estas interacciones concretas permiten trabajar directamente pautando la actividad de los adultos, llevándoles a ser más adecuados a los requerimientos de cada circunstancia, aun las más pequeñas del manejo de los hijos. Estudiamos entre los tres las dificultades de control o guía y se establece un orden de prioridades, para un programa de clara conducción.
Estas entrevistas los entusiasman y divierten, porque son como un juego que les llevará a ser más eficaces.
Según la edad del P.I. y las características específicas del problema presentado, se diseñan distintas estrategias. Se planean límites y controles que se establecerán, quiénes y cómo los pondrán en práctica, tareas específicas en que se envuelve al padre más periférico así cómo espacios y atenciones más adecuados a las necesidades del hijo o sus padres.
Se les pide que tengan un cuaderno de notas donde registrarán por escrito los acuerdos y convenios, para poder retomarlos cuanta vez se desvíen. Allí figurarán también comentarios y reacciones de todos, así como cualquier otra cosa que consideren importante. Se les instruye acerca de la privacidad y secreto de lo conversado y decidido en esta y futuras entrevistas.
En los siguientes encuentros el trabajo se desarrolla sobre lo ocurrido en el intervalo, sus dificultades, éxitos, las reacciones, sus respuestas, etc. Se cuida de mantener siempre el foco sobre la propuesta inicial. Es habitual que promediando la séptima entrevista, se manifieste una notable distensión del clima inicial de la familia, que se ve acompañado de una actitud creciente de efectividad y progreso de los padres que desarrollan en general conductas isomórficas en otros desempeños de su vida.*
Los tratamientos son cortos, en general oscilan entre 10 y 15 entrevistas. Inicialmente los encuentros son semanales, luego se espacian a quincenales.
Una vez logrado cierto cambio, se estimula a los padres para que continúen desarrollando este modelo ellos solos y eventualmente llamen si les surge alguna dificultad. Se les aconseja comunicarse a los tres o seis meses más tarde, como seguimiento.
Es muy común que llamen en dos o tres oportunidades a los pocos días de terminado el trabajo, como reaseguro o para consultas menores que se evacúan con un llamado telefónico.
Conclusiones
Podemos decir que los padres han aprendido a enseñar a sus hijos a reaprender y acatar, «acomodándose» a normas de convivencia. Son ellos los que dirigen estableciendo así el orden jerárquico adecuado. Retoman ordenadamente la conducción. Son el sostén material y afectivo de la familia que ellos han formado y directores responsables de la crianza de sus hijos. (Haley 73). El cambio hacia una convivencia agradable se acompañó en forma paralela por una conducta similar en la escuela. La puesta adecuada de límites y pautas, dispuso también las condiciones, indispensables para el aprender en otros ámbitos. Sin que se hubiera trabajado específicamente sobre los problemas de aprendizaje, estos fueron mejorando y desapareciendo. Esta situación mostraría una reacción isomórfica en el contexto escolar.
Notas
* En dos de los casos se estableció contacto telefónico con los maestros.
Bibliografía
H. Aponte: «La Entrevista Familia-Escuela: Un enfoque Eco-Estructural». Family Process, 1978.
M. Bowen: «Uso de la teoría familiar en la práctica clínica». Artículo en «Tratamiento de la Familia» de J. Haley. Ediciones Toray, Barcelona, 1974.
P. Ditton, R. Jay Green, M. Singer: «Desviaciones de la Comunicación: Una comparación entre padres de alumnos con trastornos de Aprendizaje y Normales». Family Process, Abril, 1987.
J. Haley: «Terapia para Resolver Problemas», Amorrortu Editores, 1980.
— «Terapia no Convencional», Amorrortu Editores, 1980.
— Trastornos de la Emancipación Juvenil y Terapia Familiar», Amorrortu Editores, 1985.
C. Madanes: «Terapia Familiar Estratégica», Amorrortu Editores, 1984.
S. Minuchin y Fischman: «Técnicas de Terapia Familiar», Editorial Paidós, 1984.
Steinberg, Laura: «Integración y normalización escalar del niño con trastornos de aprendizaje». Coloquio a cargo de la Cátedra de Pedagogía Diferencial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina. Segundo Simposio sobre Trastornos de Aprendizaje Escolar, 1985.
Análisis estadístico de datos
1. Objetivo
Investigación estadística hecha a posteriori del trabajo terapéutico. Se trata de ver si se encuentran resultados significativos, a pesar del tamaño pequeño de la muestra.
2. Población y muestra
La población la forman los niños y adolescentes que como P.I. (paciente identificado), son motivo de consulta de familias que llegan por trastornos de aprendizaje, o trastornos de conducta en el colegio y/o en el hogar. (Descriptos en 4.2.). Tamaño de la muestra: 11 niños y 10 adolescentes (n 21).
3. Diseño utilizado
Descriptivo.
4. Definición de variables
4.1. Variables independientes
Sexo.
Grupo etareo: lo integran dos categorías: niños (hasta 12 años) y adolescentes (mayores de 12 años).
4.2. Variables dependientes
A. Trastornos de conducta en el hogar:
Desajuste expresado como incumplimiento a las normas y límites, fijados como deseables por los padres en el ámbito del hogar.
B. Trastornos de Conducta en el colegio:
Desajuste señalado por el maestro y/o profesores, expresado como incumplimiento a las pautas de convivencia con los docentes, alumnos y/o los objetivos/normas de la institución.
C. Trastornos de Aprendizaje:
Dificultad expresada en el incumplimiento de los objetivos de capacitación curricular fijados por el docente y/o la institución educacional.
D. Éxito-fracaso:
Del tratamiento/técnica aplicada.