El efecto de las restricciones sobre el control personal o autodeterminación van en detrimento de la salud. La dificultad para manejar los cambios por salud o circunstancias vitales genera stress.
Poder predecir y elegir evita depresiones y aislamientos, poder manejar las cosas cotidianas reduce el stress. Las restricciones en la autodeterminación, sean sociales o ambientales, inciden en el status físico y psicológico tanto o más que otros factores.
Una persona con buenas posibilidades de autodeterminación tiene sus niveles de catecolaminas (epinefrina y norepinefrina) normales y con ellas su presión arterial y ritmo cardíaco.
No sentirse competente y con capacidad de decidir, eleva los corticoesteroides que regulan el metabolismo del colesterol y otros lípidos relacionados al proceso arterioesclerótico y al balance electrolítico. La autodeterminación también incide en un mejor cuidado de la propia salud.
La limitación en la autodeterminación y en la sensación de competencia restringe pues potenciales y opciones de salud.
Ahora bien, analizar al individuo sin hacer referencia al sistema social en el que está inserto es tan restringido como describir al sistema sin individuos. Cuando se habla de sistemas sociales se habla de seres humanos en contexto social.
Hoy en día, la psicología y la sociología tienden a rechazar la explicación simple del individuo por el sistema, pues aquél participa en la producción de la situación social al mismo tiempo que está condicionado por ella.
Este desendiosamiento del sistema es también una desmistificación del individuo como simple suma de intereses y deseos. La teoría general de los sistemas planteó que toda organización social es el resultado de relaciones sociales. Pero la mera visión del sistema como un orden y la concepción del individuo sólo como componente, es restringida. Existe actualmente una cibernética funcionalista que habla sólo de mecanismos de integración y desintegración, estabilidad y cambio, que sólo explica las conductas por situaciones y no las situaciones por acciones.
Es cierto que nuestras conductas se explican por las relaciones sociales en las que nos hallamos, pero nuestras relaciones también se establecen dentro de una situación determinada.
Esa cibernética esconde detrás del orden y del consenso niveles de violencia y represión. Mucho de la modernización científica va tendiendo a suprimir principios integradores de la vida social, al reemplazar la estructura por el cambio y los valores por estrategias.
Alain Touraine, el famoso sociólogo francés nos recuerda que «la unidad de nuestra sociedad ya no puede encontrarse en las reglas de funcionamiento, o en la esencia, o
en su ubicación dentro de una larga evolución, sino en su capacidad de autoproducirse». Se refiere a la capacidad de elección, de participación, de determinación de las condiciones en las cuales se produce la vida colectiva y personal.
Los individuos no son robots, pero a veces se comportan o son manipulados como tales; en una situación dada ti enen una sola opción, lo cual implica ninguna opción.
Este patrón rígido individual forma parte de un patrón más amplio interaccional. Los participantes están limitados, encerrados, constreñidos a secuencias interpersonales recursivas. A veces estos procesos se repiten en el tiempo, organizando una estructura rígida, o sea pautas de interacción relativamente duraderas que ordenan relaciones constantes pero sin opciones.
El supuesto básico del paradigma sistémico aplicado terapéuticamente es que al flexibilizar el contexto estructural rígido se liberan las opciones individuales, que existen potencialmente.
Aun cuando el pensamiento sistémico se ha aplicado con éxito fundamentalmente a nivel de tratamiento con familias, las conclusiones previamente establecidas nos orientan no sólo para estructuras familiares sino también para estructuras comunitarias. Esto es que aumentando los niveles de autodeterminación, participación y responsabilidad en el trabajo, la escuela u hospital se pueden incrementar las alternativas saludables. Un ejemplo de ello han sido las comunidades de tercera edad donde, debido a la inclusión de estas opciones, se produjo una notable disminución de más del 50 por ciento de la mortalidad promedio.
Quizás atendiendo más a estas opciones estructurales que nuestra sociedad tiene, podamos evitar las restricciones impuestas por el pensar y actuar sin alternativas.
Bibliografía
Touraine, Alain, El regreso del actor, Eudeba, Buenos Aires, 1987.
Umbarger, Carter, Terapia Familiar Estructural, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1987.