Un escape al escapismo: Un comentario sobre «LA FAMILIA» de Ettore Scola

En esta columna, el cine, esa marea de dar y recibir como denomina el genial director sueco I. Bergman, será nuestra lente para distintos comentarios. Esta vez hablaremos de La Familia (1987) del director Ettore Scola. Se ha dicho que esta película sintetiza mucho de la obra del realizador italiano; de La Terraza, conserva la descripción histórica de la vida de un personaje, de Nos habíamos amado tanto, la tragicomedia, de Le Bal, la continuidad en un solo escenario de múltiples destinos (derivas estructurales) que se entrecruzan, y de La Noche de Varennes, lo que nuestro compatriota Ricardo Aronovich decía sobre las luces y la cámara, que no es sólo el mecanismo el que produce el efecto sobre el espectador.

Scola, que comenzó como periodista y caricaturista, siempre nos ha deslumbrado como historiador social. Es un pintor de la soledad, la nostalgia, lo decadente y lo burdo en contexto (Feos, sucios y malos).

La Familia abarca ochenta años en la vida de Carlo (Vittorio Gassman), donde se lo muestra y describe en su situación vivencial. En nuestra cultura que ha entronizado al individuo descontextualizado, donde este organismo social no es percibido como tal ni por los así llamados expertos, la película que nos interesa hace el esfuerzo de rescatar a este ser cambiante conectado con otros, en relación a otros. Scola nos muestra las rutinas familiares para que podamos apreciar esa unidad invisible, la familia, sólo como ella puede ser percibida, en movimiento, cambiando de una forma a otra. También la muestra como es, calidoscópica, con imágenes distintas y como caja de resonancia de lo que les pasa a sus distintos componentes.

Los individuos aparecen como cristales grandes o pequeños, como figuras o fondo, luminosos u opacos, que adoptan distintas posiciones y que participan en distintas formas (estructuras) que adquiere la unidad en movimiento.

La familia aparece como un ballet, donde todos dependen de los demás y donde sin percibirlo describen una coreografía. El pasillo de la amplia casona en que conviven distintas generaciones de la misma familia es lo que une las distintas piezas, es el espacio común entre los distintos miembros familiares. Así también es lo que une temporalmente los distintos momentos evolutivos en su ciclo vital familiar.

El cine, así como el teatro, el ballet o la mímica representa el conocimiento de un cuerpo. En la estructura de esta familia así como en la de las demás, las relaciones entre partes del sistema son constitutivas. La estructura se refiere a cómo las partes están relacionadas y brindan significados más allá de las situaciones. Es una línea que une, un movimiento que se repite, que delimita y articula espacios, que define relaciones, es un cuerpo dentro del cuerpo, es el esqueleto. Es una forma que se hace presente en distintos momentos vivenciales, no es el contorno, ni el marco, es el diseño interno en relación dinámica.

En esta historia de familia italiana hay una progresión lógica, como en la tragedia griega, donde los miembros aparecen prisioneros de su historia y de su estructura.

Los distintos subsistemas del sistema familiar, las tres hermanas solteronas que se pelean entre sí, o el triángulo amoroso conformado por Carlo y las dos hermanas Beatrice (Stefania Sandrelli) y Adriana (Fanny Ardent), tienen fronteras definidas y se mantienen en el tiempo. Las complementariedades entre los hermanos Carlo (el fuerte) y Giulio (el débil) son recursivas.

A medida que los años pasan, la organización, el sistema perdura, Carlo y Adriana llegan a cumplir 50 años peleándose y aun cuando la tercera parte de la subunidad acaba de fallecer, las distancias se mantienen. En un hermoso diálogo final reconocen que Beatrice fue la continuidad para la familia (la morfoestasis) y ellos fueron los saltos (morfogénesis).

La repetición por generaciones de papeles y encajes interpersonales así como de múltiples sobre-determinaciones históricas en un acotado libreto, se completa al cumplir Carlo 80 años.

La foto familiar del comienzo se repite, la familia es la misma. No han podido dejar de estar constreñidos en sus movimientos y posibilidades, ese es el drama.

* Pedro Herscovici pionero de la Terapia Familiar en Argentina, formado en los Estados Unidos, es director de TESIS.

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