En torno a la cuestión de los sentimientos del terapeuta sistémico 

RESUMEN

Los sentimientos del terapeuta son importantes para una adecuada marcha de los casos y para la salud ocupacional del propio terapeuta. Las terapias han sido descriptas de diferentes formas: como resolución de problemas, como desarrollo humano, como estrategias, estructuras, etc. En este relato se propone una lectura, complementaria de estas otras, que sería el mapeo de los sentimientos del terapeuta, en su referencia a múltiples contextos. La propuesta se fundamenta en que el terapeuta es el recurso más a mano para ser modificado, de modo que esta modificación ayuda a cambiar el sistema terapéutico. Los sentimientos del terapeuta, vistos como patterns u hologramas, podrían servir de pasos en la co-construcción de ecologías alternativas.

Haré como introducción un acercamiento al tema de los sentimientos y referiré ejemplos que pueden surgir en diferentes ámbitos de pertenencia del terapeuta.

INTRODUCCIÓN

Para utilizar el más amplio sentido del término «sentimientos» operacionalmente, y para los fines de esta charla, les propongo la siguiente definición:

«sentimientos son lo que todos nosotros entendemos por tal cosa». Utilicemos, por ahora, esa tautología. Los sistémicos, hace mucho que nos hemos alejado de esas zonas de ambigüedad, acercándonos más a las matemáticas, y confiando más en lo observable, en las conductas. Hemos hecho bien. En parte porque debíamos manejarnos con lenguajes formalizables, de acuerdo con la tradición científica. 

Sin embargo, debo decir que recuerdo una conversación con el Dr. Hugo Cowes, semiólogo, en la que charlábamos sobre ciencias duras y ciencias blandas, y de la física de relaciones, y de pronto me dijo: «la única disciplina que habla de la realidad es la poesía». Ahora lo recuerdo porque creo también, como todos, que los sentimientos son realidades muy importantes. 

Acuerdo con mi amigo que hablar de los sentimientos es del dominio de la poesía, que por cierto viene ocupá ndose muy bien de la cuestión. Pensemos en nuestro Pablo Neruda.

Pero como los sentimientos son cosa seria, hay que hablar de ellos aunque debamos transitar por zonas imprecisas. Imprecisa es la noción vinculada, la noción de «alma». Para decir alma, los guaraes decían «sol del pecho», y para decir amigo decían «mi otro corazón». Y por allí andan los sentimientos: en el corazón de los sistemas terapéuticos; en la «buena» o en la «mala» disposición de los consultantes, y en las resonancias de los consultores. El término «joining» es una referencia a los sentimientos. Como por ejemplo cuando se dice que el adecuado calibramiento de la relación terapéutica, es el pre-requisito de una intervención afortunada. Pero un buen «joining» hace también a la salud ocupacional del terapeuta. es sabido que hacer terapia implica, para el terapeuta, realizar un complejo trabajo de administración de sus propias emociones al servicio de la terapia, del equipo, y de su crecimiento personal. Este es un trabajo complejo, y lo es, en parte, porque la cuestión de los sentimientos ha sido tratada como «caja negra» en la teoría sistémica. Retomamos otra vez, ahora la tarea de formalizar valores emocionales. Comenzamos a ponerle palabras. 

Cuando desde el psicoanálisis no sabíamos nombrar las relaciones interpersonales, solíamos hacer un gesto, con la mano, que las representaba. Aquel gesto ha caído en desuso tal vez porque aprendimos a nominar la interacción. Creamos las palabras necesarias. Ahora necesitamos aprender a nombrar los sentimientos. Y mientras usamos gestos (recuerdo a Carmine Saccu, en un taller, preguntándole a un terapeuta cómo se había sentido en la entrevista, y lo hacía moviendo la mano a la altura del epigastrio) (aunque los sentimientos también pueden andar más arriba o más abajo).

En esta presentación me referiré a los sentimientos del terapeuta sistémico contando algunos hechos y sentimientos tal como los podrían percibir los terapeutas en su trabajo. Lo haré, a veces, bajo la forma de reflexiones sobre mi propia experiencia, y con curiosidad sobre las experiencias de ustedes. Comentaré aspectos de la profesión, las terapias, los equipos, y las instituciones, como fuentes de sentimientos para el terapeuta.

LA PROFESIÓN

Esta es una profesión fascinante. Puede ser angustiantes también. Solemos andar por arenas movedizas. Se requiere además cierta capacidad de sacrificio, si uno tiene interés por los contextos de descubrimiento. Puede ser que le toque estar a contramano de alguna institución, en transcursos cuasi contraculturales. Cuando uno «elige la profesión psi», cree que adquirirá un conocimiento primero, y luego, simplemente, lo aplicará. Por el tiempo de recibir el título con cierto azoramiento uno sospecha que se va a recibir sin tener el conocimiento acabado. El azoramiento entonces es seguido de pánico. Uno debe ya trabajar para subsistir. Siente que no tiene ni la menor idea de cómo se ejerce esta profesión, y ya es tarde, uno ha caído en la trampa, tiene que empezar a construir casi de cero el conocimiento necesario para su trabajo concreto ¡mientras trabaja atendiendo seres humanos! Apenas si tiene el consuelo de algún amuleto, como las clasificaciones de enfermedades (recuerdo claramente como, a mis primeros pacientes, les explicaba la estructura del aparato psíquico). Pero el desafío termina siendo seductor, y entonces sí uno queda «atrapado sin salida», aunque la supuesta patología que lo hubiere llevado a elegir la carrera ya esté resuelta. Y nos quedamos enamorados de los misterios, con esa «vocación por hacer desfallecer las apariencias», como dice Lacan. ¡Así que esta profesión consiste en trabajar «como psi»! Ahora bien, las instituciones pagan para la realización de tareas determinadas por ellas, y solicitan un perfil profesional apto para este fin. Esto se acercará o no al ideal que el terapeuta tenga de su profesión. La población que consulta, por otro lado, hace como que se adapta a los encuadres institucionales, pero anda con todo su sistema de creencias a cuestas, más o menos disimulado, y configura, por su parte, un cierto perfil de la demanda. Los profesionales, en el medio del sandwich, tratan de aferrarse a su fuente de trabajo, tratan de cumplir con el pedido de la institución y con la demanda de la gente, y además, por si todo eso fuera poco, señoras y señores, deben escuchar al llamado de la selva de sus propias teorías, técnicas y creencias. De modo que en una primera mirada, el sentir del terapeuta tiene que ver con el grado de coherencia que logra según armonice mejor o peor todas las demandas. A veces, de maravilla, a veces de malabares: hay que hacer malabarismos con los mitos sobre el enfermar y el curar, la comunidad científica, la familia propia, etc. Así que nuestro héroe, el terapeuta, lo que ejerce es el aprender su profesión. 

En mi caso particular, después de algunos años de avatares, entre hacer Comunidad Terapéutica y sobrevivir a los gobiernos militares de los años ‘60, recalé en Neuquén en 1972. Entre conquista del Oeste y exilio precoz. EL Congreso de 1970 me había legitimado la realización de la terapia familiar que veníamos haciendo a escondidas de las cátedras y organicé mi auto-aprendizaje, tal como lo sigo haciendo en el presente. Utilizo el procedimiento de revisar al fin de cada año, toda la casuística atendida. La evaluación de las terapias, me permite enterarme qué tipo de esquema o modelo he estado usando el año anterior. Determino errores, y construyo correcciones, también obtengo algunas cuantificaciones. Por ejemplo, tomando los últimos diez años (80 al 90) vengo observando que he indicado, anualmente un 60% entre terapia familiar y de pareja, y un 30% de terapia individual, siempre con modelo sistémico. EL 10% restante se reparte ente intervenciones sobre instituciones, peritajes laborales, etc., de modo que en los últimos veinte años casi, trabajé eligiendo como eje principal ese modelo en construcción permanente que iba apareciendo en las evaluaciones retrospectivas, es decir, traté de construir una epistemología lo más independiente que fuera posible, la misma para todos los casos, atendiere donde atendiere, y cualquiera fuese la remuneración. Impuse esta condición, en las oportunidades en que trabajé en instituciones oficiales (cosa que fue posible en una ciudad de limitadas dimensiones y del interior del país). Es decir, privilegié el aspecto de investigación clínica de la tarea. 

Usar un modelo en construcción permanente, tiene la satisfacción de la libertad, también cierta expectativa, el placer del descubrimiento, el horror del error, la pasión de conocer. Digo, sentimientos. Cualquiera sea la manera en que ustedes trabajen, esa manera les genera diversos sentimientos. Haciendo justicia, uno va aprendiendo de su trabajo y del trabajo de los otros que van aprendiendo y son generosos. Yo tuve la fortuna de aprender cosas de mucha gente, la experiencia de aprendizaje más importante fue la asociación con el Dr. Escot actualmente radicado en Francia. 

Durante quince años fuimos supervisores el uno del otro; co-terapeutas y confidentes. Actualmente comparto la tarea con mi compañera Mary Raña, y también con Elsa Peralta, Alicia Stuller, Pablo Idiazábal y María Virginia Aguirre (cordobesa). Las ideas afortunadas salen de la tarea compartida. Compartimos también tantos afectos. Hablo de sentimientos, y de aprendizaje. Me satisface pensar en la «recirculación» de sentimientos e ideas, a la manera de Boscolo y Cechin en su tarea de entrenamiento.

CASOS Y COSAS

Toda vida humana bien mirada tiene mucho de tragedia. Si frente al caso que nos consulta, no hemos vivenciado la dimensión de drama de esa vida, es que aún no hemos tomado contacto. También hemos de vivenciar su dimensión de ternura o el hecho de ser una comedia de enredos. Pero más allá del ridículo, del absurdo, o de lo sublime, cada hora participamos de un drama profundo, diferente, original. Así que hacer terapia es una cosa muy seria como para no tomarla con bien humor. Creo que por eso se requiere del humor en la terapia, no como catarsis, al estilo del quirófano, no como disimulo, el humor como forma del conocimiento, como mirador epistemológico. Es que tenemos el hábito de ocuparnos de los temas externos, el amor, la muerte, la locura. En nuestro trabajo es común que haya cierta tensión. 

¿Cómo comprometernos emocionalmente sin perder la autonomía de criterio? En la tensión-transacción de la consulta, consultantes y consultados buscan el equilibrio entre ser y pertenecer, en cada inefable momento que les es dado.

No sólo ocurre que el terapeuta contamine los casos con su historia. El también puede contaminarse con los casos. Las características de los casos pueden determinar en los terapeutas sentimientos de inferioridad, de superioridad, de confusión u otras distorsiones. En particular ciertos isomorfismos entre algunos rasgos parciales de cada caso y aspectos correspondientes de cuestiones que son muy relevantes para su existencia, le determinan al terapeuta fascinaciones, sesgos y ecos. Como se suele decir, uno puede quedar «pegado» o «cargado».

Me ha llamado la atención cierta ansiedad del terapeuta por alejarse del consultorio al termina la jornada. EL apuro con que a veces los terapeutas salimos disparando de la institución después de la última entrevista del día (la historia clínica de la última entrevista queda sin transcribir). En ocasiones el apuro no sirve de mucho porque, ya en la calle, otra vez nos olvidamos dónde dejamos el auto. Y hay que hacer esas caminatas disimuladas, como mirando vidrieras, para que el señor del kiosco no comente: «¡Dr.! ¿se olvidó otra vez dónde dejó el coche? ¿Qué tendrán en la cabeza estos psicólogos?»

Por más largo que sea el viaje a casa es posible que llevemos los problemas del trabajo. Y puede haber ecos domiciliarios, contaminación de nuestras propias relaciones familiares con restos de los casos. No siempre se pueden dejar los problemas del trabajo en el trabajo. Es posible que nuestras familias reciban demandas exacerbadas u otras proyecciones. De diversas maneras, el nuestro puede ser un trabajo insalubre. Mary Raña me comentaba en un intervalo de la tarea: ¿Cuánto debo yo aguantar los desplantes de este paciente mal educado? Y pensábamos en la vulnerabilidad del terapeuta. A veces hay que poner límites para defenderse. Por el contrario, en otros casos, puede requerirse un ensanchamiento de los sentimientos del terapeuta para poder tratar, por ejemplo, con familias con miembros abusadores y miembros abusados. Y hace falta entrenarse para superar prejuicios raciales o de género. ¿Cómo inducir a la gente a cambiar, respetándolos?

En casos opuestos, cuando la relación con los consultantes es valiosa y además gratificante, al darles de alta debemos enfrentar la pérdida, debemos separarnos. Cuesta separarse.

El primer objetivo de la entrevista familiar (decía Minuchin en los albores de la Terapia Familiar), el primer objetivo es que la familia vuelva a la próxima entrevista. Hoy yo diría el segundo objetivo es lograr que el terapeuta acepte que la familia no venga más, luego de resuelto el problema pactado inicialmente.

Hay pérdidas también, separaciones también, de los compañeros, de los alumnos, etc. Uno no puede involucrarse y desinvolucrarse como quien se cambia de ropa.

Puede ser entonces que la persona del terapeuta esté limitada, reprimida en su trabajo. Y puede ser que el trabajo del terapeuta esté demasiado presente en su vida.

EQUIPO

El equipo provee visiones binoculares que a veces compensan esos sesgos del terapeuta, pero como se ha señalado en otras comunicaciones, el equipo, como conjunto, también puede entramparse de modos reconocibles.

El equipo recircula sentimientos. Para el logro de un buen clima de trabajo, es posible que el equipo necesite de una etapa social antes de comenzar la pre-entrevista a modo de precalentamiento para el ensamble. En esos primeros momentos cada uno informa más o menos informalmente cómo le va hoy. Cómo están sus familiares, sus miedos, deseos y realizaciones. Este aggiornamiento permite al equipo habilitar e integrar a sus participantes. Luego al salir de la entrevista para los diálogos de supervisión, una información valiosa para comenzar a pensar es: ¿Cómo te sentís? Lo que es decir ¿Cómo confluyen las influencias de la familia y el tipo de ecos que despiertan en vos? ¿Cómo se siente de uno y de otro lado del espejo? (aunque uno diga «yo observé», «yo pienso» es «yo sentí, «yo siento»). Al terminar un diálogo de supervisión, un indicador de que el equipo ha encontrado formulaciones satisfactorias es el hecho de que el terapeuta haya perdido el impulso de volver con urgencia a la entrevista, a la familia. Hace falta sentirse convencido de las formulaciones construidas para que la intervención sea convincente y uno quede en paz luego de que se vayan los consultantes.

LAS TEORÍAS

Muy brevemente: el terapeuta puede usar un modelo sistémico «a la Haley» y no preocuparse por sus sentimientos sino por las estrategias adecuadas para la resolución del problema. Si valorizamos trabajar «a la Erickson», consideraremos minuciosamente los sentimientos de los consultantes, y no los nuestros. Sin embargo, existen los sentimientos del terapeuta (vean si no a Michelle Ritterman). Con Elkaim incorporaremos la noción de «resonancias». EL gran Withaker, operacionalizando sus propios sentimientos, considera que si a él no le sirve, si él no la disfruta, la terapia no tiene sentido.

En mi experiencia es notable la facilidad con la que me influyeron los grandes maestros. He sido fanático interaccional, estratégico y estructural, experiencial e hipnoterapeuta, milanés y a la romana. ¡No he podido divorciarme de ninguno de ellos! ¡y peor aún! no puedo dejar de construir mis propias construcciones.

El contacto con las familias o personas es un contacto emocional movilizador. Durante las entrevistas es posible que hablemos de nosotros mismos o que no lo hagamos, según el modelo teórico que estemos experimentando. Podremos utilizar ejemplos de nuestras propias vidas y familias, o no lo haremos. Pero siempre hay cierto monto de represión de los propios sentimientos. Esté uno protegido por el espejo, o esté en directo con la gente. No tenemos (está bien que así sea) libertad de expresión. Como en el teatro, nuestra actuación debe ajustarse más al personaje necesario en el guión que se va dando, que al deseo del actor, de modo que el tiempo de trabajar puede convertirse, peligrosamente, en ocasiones, en un tiempo entre paréntesis de nuestra vida.

Cuantas más horas trabaja un terapeuta más está expuesto a mil estímulos y represiones. Está sobreestimulado por las emociones familiares y por sus resonancias, y deberá estar mucho más controlado que en un intercambio social corriente.

Me pregunto si no será por eso que mi esposa dice que hablar de mí mismo es mi tema preferido.

AQUÍ SE CUENTA QUE LA REMUNERACIÓN ES OTRA FUENTE DE EMOCIÓN

La remuneración de la tarea terapéutica puede ser por salario, por prestación, obras sociales, captación, cooperativas, fundación, etc., todas son imperfectas. Esta cuestión del pago al terapeuta, debería estar incluida en las evaluaciones y en nuestros intercambios. Puede haber explotación, muchos están sub-remunerados. Con la excusa de la formación hay servicios que explotan. Los hospitales exigen cantidades, estadísticas. O bien, en el otro extremo, hay demasiada influencia de la remuneración, sobre la epistemología. La clase alta, la gente que paga mejor, suele ir adueñándose de algunos terapeutas que pasan así de ser «freelance» a ser caso contratados.

Es raro ver remunerado el tiempo del trabajo en equipo, o el tiempo para leer, para formarse, etc. Y los terapeutas nos sentimos bien solamente cuando vivenciamos que podemos capacitarnos permanentemente.

La remuneración no constituye sólo un reconocimiento profesional, da bronca cuando no alcanza, o puede ser fuente de insatisfacción. No tengo la solución para este problema, pero estoy seguro que los ingresos económicos tienen que ver con los sentimientos del terapeuta.

LAS POLÍTICAS DE SALUD Y ACCIÓN SOCIAL HACEN UN APORTE SIN IGUAL

No sé si las políticas de salud a ustedes les generan sentimientos, a mí sí. A veces me identifico totalmente con el Minuchin de Calidoscopio Familiar. En veinticinco años de psiquiatra me he pasado el tiempo tratando de convencer a la gente de que no tiene una enfermedad mental, y tratando de convencer a las instituciones de que no dividan a las familias. Los programas dirigidos a patologías específicas, entendidas estas como individuales, producen roturas en las redes sociales que no se reparan. Cuántos talleres tendrá que hacer Jorge Colapinto para contarnos que en Nueva York, su agencia trabaja tratando de reunir a los miembros de las familias que son apartadas porque el programa del niño, se lleva al niño, el programa de la mujer se lleva a la mujer, el del hombre también y la vivienda una vez vacía es recuperada por el instituto de la vivienda. Como corolario, si alguien de la familia puede volver, ya no hay adónde. Así que es mejor participar en la elaboración de políticas adecuadas y en las leyes correspondientes. No se trata de convertirse en simples opositores de las instituciones. Tampoco se trata de ser simples ejecutores de políticas partidarias disfrazadas de bien común.

CONTEXTO SOCIAL DEL TERAPEUTA

El terapeuta, como persona, vive sus circunstancias, que también le generan sentimientos.

En la Argentina sabemos que hoy los problemas de la gente están referidos a la supervivencia inmediata. «Más de veinte millones de personas» no tienen para vivir en nuestro país. «Unos pocos millones recorren los centros turísticos». Todos padecimos de terrorismo de Estado y ahora de neo-liberalismo. No obstante hay en nuestro país una conciencia creciente de la necesidad de la ética y una mayor participación en las cuestiones políticas: comienza el fin de los nepotismos provinciales, cierta democratización de las entidades intermedias, las diversas marchas. Ahora se está achicando el Estado y hay algo de bueno en eso, pero no es posible abdicar las responsabilidades del Estado en Educación y Salud por ejemplo, si queremos parecernos a un país desarrollado.

En lo internacional hemos vivido aterrados este verano por la Guerra del Golfo. Son sentimientos. Que no hubiéramos querido vivir. Pero estamos en el mismo planeta. Hay que pensar mucho en esto. Esto es, si queremos ir de la historia concreta a la práctica terapéutica, y si queremos co-construir y no solo replicar.

No creo que estemos ante el fin de la historia, como alguien dice. Sí creo que se derrumban los muros que nos impedían ver más allá, y las soluciones dependerán mucho de acuerdos y planificaciones locales. Esto tiene que ver con nosotros porque tal vez, empiece la era (en palabras de Minuchin) de ver más las relaciones, ver más lo que conecta, la solidaridad y la responsabilidad, en vez de centralizarnos en lo individual, la territorialidad, la discriminación y la agresión.

COMENTARIOS

He pasado revista someramente a algunos eventos y sentimientos que puede percibir el terapeuta. Tal vez hasta ahora he dicho dos cosas: 

1) que el terapeuta es una persona; 2) que los sentimientos son variables. En el doble sentido, son variables, pero son también una variable a tener en cuneta para nuevas formalizaciones.

Trabajar habitualmente en zonas de incertidumbre, a veces es placentero, lo podemos ver desde el punto de vista de la posibilidad de crear. Disfrutamos de la euforia de la creatividad. Otras veces no, simplemente sufrimos la incertidumbre. Es importante ponderar conductas y hechos, pero no se trata de que la subjetividad pueda quedar en el dominio de lo obviable o de lo molesto. Habrá cosas difíciles de mensurar, como la pasión de curar. Pero muchas cosas sí podrían formalizarse, hay que continuar, no si no podemos evaluar y aprender. Porque la experiencia que dan los años ayuda, pero lamentablemente la experiencia es «un viaje de ida». Sirve para tolerar mejor cosas, como la mayor parte de las hipótesis que hacemos, tienen que ser corregidas. O en términos de Withaker, «lo único que el terapeuta puede elegir es la forma en que se va a equivocar». Pero, también se ha dicho: no es suficiente que un terapeuta confiese que está confundido. Por otra parte, no estoy seguro de que lo único que hay que hacer es perturbar. Me gustan más las formulaciones positivas. Es seguro que hay algo de eso que uno perturba y el sistema se reorganiza, pero prefiero describir, sin soslayar los sentimientos, las formas que ayudan a la gente a ver si todos vamos logrando ser más libres, más responsables, y más conectados.

Porque mientras desafiamos a quienes nos consultan, el desafío para nosotros mismos es el de permanecer enteros y seguir estudiando, creciendo y disfrutando de nuestro trabajo. Porque existen esos gloriosos momentos en que, por fin, comprendemos. En que todo cerró, no hay más síntoma y todo se une bellamente en una única configuración general de sentido: el caso, el equipo, los observadores y nosotros mismos. Se siente acá. Es fantástico. Es un gran placer. Pero esto no está ocurriendo todo el tiempo. Quedarán muchos misterios.

Para Einstein «la cosa más hermosa que podemos experimenta es lo misterioso. Es el origen de todo arte y ciencia verdadera».

Para concluir, los terapeutas trabajan, tiene familias, pertenecen a equipos, instituciones, teorías. Hay sentimientos por todas partes. Ahora bien, esquematizando «a la Bateson», diríamos que, mientras la conciencia (las palabras, lo formal) nos permite ver solamente áreas de circuitos ecológicos, los sentimientos son patterns. «Como vivimos en un mundo de estructuras en circuito, es el reconocimiento de la circuiticidad lo que constituye la sabiduría». «en este planeta el amor sólo puede sobrevivir (sigo a Bateson) si la sabiduría cobra una voz más eficaz».

Y, parafraseando, ¿qué clase de corrección se conseguiría en cuanto a la orientación de la sabiduría, si se contempla los sentimientos del terapeuta?

Las terapias han sido descriptas como resolución de problemas, como que la solución es el problema, como crecimiento, etc. Entre estos múltiples senderos, sería interesante también construir las terapias con el itinerario de los sentimientos del terapeuta, en sus diferentes momentos, con sus múltiples voces. Obtendríamos así mapas complementarios, que junto a los que hacemos habitualmente, nos ayudarían, tal vez, a iluminar nuestros caminos. Un camino de complejidades entre el determinismo y el azar, entre la turbulencia y la serenidad, entre el rigor y la imaginación.

Notas

(1) El Dr. Lino Guevara fue director del Centro de Terapia Familiar de Neuquen. Es director de docencia del Centro de Estudios Sistémicos (CES). 

(*) Este trabajo fue publicado en el Nº 17 de Perspectivas Sistémicas (Julio / Agosto de 1991) y previamente presentado en las 2ª Jornadas Sistémicas de Intercambio Sistémico, llevadas a cabo el 2, 3 y 4 de mayo de 1991 en la ciudad de Córdoba. Un numeroso público y la calidad de los trabajos hicieron de este encuentro un importante acontecimiento en el campo de la terapia sistémica. Perspectivas Sistémicas estuvo presente a través de su representante en Córdoba, el Dr. Guillermo «Willy» Visotsky, quien nos envía este rico material de su elección. También destacamos la buena orga nización del evento por parte del animador principal, el recientemente fallecido Lic. Mauricio Salgado, prestigioso terapeuta familiar de la ciudad mediterránea: valga este breve comentario como un tardío pero sentido y sincero homenaje póstumo a un estimado colega. 

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