Perspectivas Sistémicas (P.S.): ¿Cómo nació la idea del tratamiento ambulatorio?
Gastón Mazieres (GM): La idea del tratamiento ambulatorio surgió hace muchos años, cuando era residente del hospital neuropsiquiátrico Borda. Me preocupaba mucho ver cómo ,frente a una crisis, las familias dejaban al paciente en el hospital, sacándose de encima el problema y jugando un papel muy pasivo frente a los profesionales «expertos». Después, en la mayoría de los casos no venían más y el paciente quedaba «depositado». Fue entonces cuando, con otros profesionales, armamos un programa de asistencia ambulatoria 1 en el cual admitimos pacientes que llegaban al hospital con indicación de internación. Pudimos comprobar así que la mayoría de los pacientes que no se internaban podían superar la crisis en su casa, junto su familia. Y de esta manera, les evitábamos todos los perjuicios de una internación y al mismo tiempo, esto significaba un importante ahorro económico para el hospital .
P.S: Los que no se internaban ¿ tenían acompañante terapéutico?
No. Eran los miembros de la estructura familiar, amigos, vecinos o gente dispuesta quienes hacían de acompañantes, por cierto muy eficaces. Se convocaba a uno de estos miembros de la red solidaria extrafamiliar para que participara en las entrevistas familiares.
Lo que queríamos probar con esta experiencia era que la internación, en muchas ocasiones, resultaba totalmente innecesaria.
Y también cómo, las familias y su red , debidamente orientadas, podían hacerse cargo de la situación y superar las crisis.
Lo esencial era y sigue siendo apoyarlas, confiar en ellas y transmitirles en todo momento que son capaces de generar recursos para superar situaciones difíciles.
Primeros contactos con el adicto y su familia
PS: ¿Fue a partir de esta experiencia, que creaste una forma diferente de asistencia?
GM: A partir de esta experiencia creamos una forma diferente de asistencia que pongo en práctica tiempo después, entre los años 1984 / ‘85, cuando vuelvo al Borda como coordinador del área de familia del consultorio externo y organizo un servicio con orientación sistémica. Logro que se instale un espejo unidireccional o cámara Gessel y comienzo a coordinar un equipo de profesionales , muchos de los cuales ( * ) me acompañan actualmente .
Allí precisamente, establecí el primer contacto con los adictos y sus familias quienes concurrían a un par de entrevistas y dejaban de venir a la tercera.
Frente a nuestra incapacidad terapéutica, decidí que no atenderíamos más adicciones en terapia familiar. Y organizamos un congreso interno sobre «fracasos terapéuticos» donde se pudiera opinar y reflexionar acerca de nuestros errores. Esto dio lugar a que me echaran del hospital por segunda vez (antes me habían despedido alrededor del ’75), pero esta vez me fui acompañado por todo el equipo que trabajaba conmigo.
La experiencia vivida nos enseñó que con los adictos no daba resultados trabajar aisladamente en un servicio de terapia familiar, ni tampoco resultaba efectiva la terapia individual. La respuesta terapéutica para las adicciones debía pasar por otro lado. Sin embargo, quiero aclarar, poniendo a la experiencia dentro de su contexto, que en las entrevistas relacionadas con las adicciones ocurría algo diferente que cuando se trataba de consultas por otras causas. Era una dinámica distinta que no encajaba con lo que yo sabía o creía saber; la bibliografía consultada resultaba escasa y pobre: decía por ejemplo que el adicto era un psicópata pero no daba ninguna salida terapéutica eficaz. En fin, así salimos de nuestra universidad, repitiendo conceptos que no encajaban en nada con lo que luego veríamos en la clínica.
P.S.: ¿Qué hiciste entonces?
GM: Traté de averiguar quiénes trataban a los adictos con resultados más o menos positivos. Y descubrí instituciones que no tenían nada que ver con los profesionales, coordinadas por ex-adictos . Sentí curiosidad y me pregunté qué métodos usarán y qué sucederá ahí. Esto me llevó a conectarme con Carlos Novelli (Fundador y Director del Proyecto Andrés) quién acababa de llegar de los Estados Unidos, y en aquél momento del año 1986, empezaba a interesarse por el trabajo con las familias.
Averiguando qué pasaba con estas comunidades terapéuticas, me acerqué a ellas, observé in situ cómo trabajaban los ex-adictos y descubrí un modelo que generaba un intensa movilización emocional, totalmente diferente a todo lo que yo había conocido. Decidí permanecer allí para aprender a trabajar con familias, parejas y grupos de padres.
Más adelante, le propuse a Novelli , un personaje vital, un auténtico líder, innovador y afectuoso, organizar un espacio ambulatorio.
Creo que fue el primer programa de este tipo que se realizó en el país. Trabajábamos con el adicto en grupos de pares, con terapia familiar y con grupos de padres y otros familiares. Los equipos eran mixtos formados por profesionales y ex-adictos y llegamos a tener 108 personas en tratamiento y en las reuniones generales podíamos llegar a reunir entre 400 y 500 personas.
En esos dos años diseñamos un modelo ambulatorio, corrigiendo los errores sobre la marcha ya que no teníamos referentes ni había aún material bibliográfico.
Me acompañó aquel equipo que se fue conmigo del Borda, al que se agregaron otros profesionales y ex-adictos. En el año ’88 decidimos organizar nuestro propio programa, al que llamamos «Proyecto Cambio» , que dirijo actualmente junto con la Lic. Susana Barilari.
Los comienzos
Empezamos de cero, el crecimiento no fue nada fácil. Los primeros años me ví obligado a mostrarme y daba clases en todos lados. Había que hacer conocer el programa. Mientras tanto, grabábamos y supervisábamos casi todo el trabajo para después poder estudiarlo. Creo que el hecho de reunirnos permanentemente con el equipo para reflexionar cada detalle del trabajo nos permitió corregir y ajustar la técnica y encontrar nuevos recursos. Así fuimos gestando este programa al que, con el tiempo, le hicimos mil modificaciones.
P.S.: Hoy, 10 años después, ¿ la idea sigue siendo la misma?
GM: Sí, a pesar de las modificaciones lo importante fue que mantuvimos la misma ideología dándole importancia a lo grupal, al trabajo entre familias y equipo mixto, que conforman para nosotros los pilares del tratamiento ambulatorio.
Y lo que nos estimuló para seguir fue comprobar que los resultados eran altamente positivos y con muy pocas recaídas.
P.S.: ¿Tuviste alguna otra experiencia ?
GM: Sí, como Asesor en el tema adicciones en la Secretaría de Salud tuve la oportunidad de recorrer los hospitales de la Capital Federal y vi de cerca como es de caótica la atención de adictos. Por suerte pocos de ellos van a atenderse allí. Recorriendo estos servicios comprobé una vez más que la universidad no prepara profesionales que conozcan de adicciones y que los modelos de terapia individual como el psicoanálisis no sirven en estos casos. Debemos pensar en programas que incluyan modelos grupales específicos con participación de ex-adictos y la inclusión de la familia en la terapia, en fin, un trabajo que es toda una especialidad. Habíamos planificado abrir centros barriales de atención fuera del hospital, parecidos a los que yo había visto en Madrid, para que cada adicto pudiera atenderse en su propio barrio evitándole el gasto en tiempo y dinero de trasladarse con su familia. Estos «centros» también estarían a cargo de la prevención en las escuelas de la zona y del trabajo en las plazas. La idea era descentralizar la tarea creando responsables concretos, pero desgraciadamente este proyecto se abortó a pocos días de comenzar a funcionar.
El tratamiento: tejiendo las redes de la solidaridad
El adicto duerme en su casa y viene a sus grupos varias veces por semana, porque nosotros entendemos que la familia o su red social lo pueden acompañar y contener. Si los padres de un adicto me dicen que ambos trabajan, que están solos y no tienen quien les ayude, yo les propongo pensar juntos en alguien que los pueda acompañar, porque sino no podrán atenderse aquí.
Te puedo asegurar que la mayoría descubre a un familiar o a un amigo y después poco a poco va surgiendo la red. Nadie existe solo, siempre hay recursos humanos dispuestos a darte una mano. A veces cuesta abrir el juego y pedir que nos ayuden, pero cuando lo hacemos descubrimos la solidaridad que nos rodea.
Cuando termina su tratamiento el adicto ya recuperado invita a participar de una ceremonia muy emotiva a las personas que colaboraron en su recuperación y es fabuloso ver como surgen como hormigas tíos, primos, amigos, vecinos… una verdadera red que participó ayudándolo. Y que al principio no aparecía porque la familia , avergonzada o abatida por el dolor o la bronca, no se animaba a convocarla. Después, la gente poco a poco se va acercando, poniendo el hombro: la ayuda surge muchas veces más allá de los límites de lo estrictamente familiar.
P.S.: ¿Y qué pasa con la banda de la esquina?
GM: ¿Cuál, la de los pibes con los que se droga? Si a un chico yo le exigiera de entrada que dejara a los amigos o que no se drogara estaría realmente loco porque ¿ qué motivo tendría para hacerlo? ¿Que yo se lo digo? Si me obedeciera qué fácil sería entonces dejar de drogarse. Por eso desde el comienzo debemos dar pasos seguros y eficaces, que no sean una orden ni una imposición que, generalmente, no se cumple. Pensemos que esto es un proceso en el que se van cumpliendo, en forma progresiva, normas y conductas ligadas al cuidado y a evitar riesgos.
PS.: ¿De qué manera comienza el tratamiento?
GM: Generalmente la relación con nuestra institución comienza con un llamado telefónico de una madre o un padre (aunque a veces son los hermanos o las esposas) preocupados porque un familiar consume drogas. Hace unos años, yo entrevistaba a todos juntos y el resultado era un adicto enojado, que maltrataba a sus padres y tenía una actitud provocadora o ausente. Los padres me miraban a mí esperando que yo convenciera al hijo de los beneficios del tratamiento y si yo trataba de hacerlo el vínculo que podía establecer con el adicto era tenso y totalmente inoperante. El «circuito» era: los padres que delegaban el problema en el experto, el experto que se lo creía y el adicto que mostraba un alto nivel de provocación. Resultado: no servía para nada.
Con el tiempo fuimos modificando esta forma de establecer contacto y hoy mantenemos una relación inicial diferente: antes de ver al adicto cito a los padres solos y tengo una breve entrevista en la que les propongo como condición previa y necesaria que vengan a un grupo de orientación al que concurren otros papás en la misma situación que ellos. En este grupo también se incluyen uno o dos padres de nuestra Institución, cuyos hijos están por terminar el tratamiento, para que aporten su experiencia y les cuenten lo que sintieron. Se crea así un grupo de reflexión e intercambio de experiencias donde cada uno habla de lo que le pasa y los demás opinan ayudando solidariamente. Esos padres se relacionan con sus pares en un clima de trabajo productivo.
Escuchamos:
«a mí me pasó lo mismo que a vos e hice tal o cual cosa» o «Todas las conductas de nuestros hijos son parecidas, ahora no me siento el único». Todo esto dicho en un contexto emocional de dolor e impotencia donde ya no sienten vergüenza de comentar mentiras y robos muchas veces ocultos. Lo que vemos es que ese papá, al salir del grupo de orientación, es totalmente diferente al que llegó: siente más energía, tiene las cosas más claras, a veces está esperanzado de sus fuerzas y, seguramente, en condiciones de hablar con el hijo con más convicción y firmeza . Los padres aprenden entonces algunas estrategias sobre cómo decirle al hijo que venga a una entrevista ya que muchos dicen que los chicos se niegan a hacerlo. Yo te aseguro que en la mayoría de los casos el hijo acepta y, aún enojado, aparece. Una vez que se cumple este paso y contando con la colaboración familiar, se plantea el comienzo del tratamiento.
P.S.: ¿La primera entrevista con el adicto es individual? ¿Quién la realiza?
Sí, es individual y la hace un ex-adicto que hace un tiempo terminó su tratamiento, es decir, alguien que pasó por lo mismo y pudo salir. Se establece una especie de melodía en esta relación ex-adicto y adicto, para comunicarse emplean un lenguaje único, imposible de lograr si el entrevistador fuera profesional. Generalmente en unos minutos empieza a surgir la verdad del consumo que es mucho mayor de lo que creían los padres. Por otra parte, al concurrir a nuestra institución por primera vez ven que ésta es una casa abierta y cambian la imagen prejuiciosa que tenían imaginándose un lugar con rejas como una cárcel por que tal vez escucharon eso en la calle o incluso por que vivieron alguna experiencia de encierro.
Las etapas del tratamiento
La admisión es un proceso que dura aproximadamente un mes. Durante ese lapso el adicto y su grupo familiar concurrirán a varias sesiones semanales de grupos de padres, grupos de adictos, terapia familiar, etc. Recién entonces nosotros podemos evaluar realmente, la continencia familiar y el grado de compromiso; de esta manera, ellos podrán determinar si realmente encuentran en nuestra institución la ayuda que necesitan. En ese tiempo el adicto aprende a evitar situaciones de riesgo, a incorporar ciertos límites y es común que disminuya o suspenda el consumo. Ya está funcionando en un grupo de pares con los que reflexiona y empieza a cuestionar algunas conductas. Una vez por semana juntamos a todos los que están en tratamiento y los «viejos» les «tiran puntas» (datos que les puedan resultar útiles) a los «nuevos» y, les cuentan como hicieron ellos frente a cada obstáculo.
P.S.: ¿Cuál es el paso siguiente?
GM: Cumplida la etapa de admisión , si deciden quedarse , empieza la fase inicial (que llamamos «A») donde seguirán concurriendo a terapia familiar, a grupos de adictos, de padres, de hermanos o de esposas y a otras actividades como deportes o música.
En esta etapa se trabaja sobre el cumplimiento de normas como, por ejemplo, el levantarse y el acostarse a una hora determinada, estudiar o trabajar seis horas diarias y no concurrir a lugares que impliquen riesgos. Son reglas de cuidado y de orden en la vida cotidiana destinadas a que puedan organizar el tiempo libre evitando ciertos peligros ya que se supone que, al principio, no poseen los instrumentos internos de control y cuidado que poco a poco irán obteniendo.
Esta primera etapa dura aproximadamente 4 meses: no les resulta fácil organizarse y cumplir las normas para salir del desorden y del caos.
Luego da comienzo la fase «B» en la que las normas ya se cumplen automáticamente. Entonces se trabaja sobre las relaciones con el trabajo, con el estudio, con las emociones y con el maltrato, un tema muy importante.
Al final de esta etapa se estimulan las salidas con los compañeros de grupo, así se sienten más protegidos. No hay que olvidar que antes bailaban drogados o con un vaso de whisky en la mano o iban al baño de un bar a drogarse . Están llenos de imágenes terribles de otras épocas que ahora, cuidados y acompañados, se atreven a enfrentar.
Después de 6 meses más o menos empieza la fase «C» en la que las normas a seguir serán las que cada familia determine: negociarán entre ellos los horarios, las salidas, lo que sea. Así poco a poco van aprendiendo a discutir bien, con confianza ( y hasta con lógicos temores) las normas de convivencia de cada casa.
La fase final es el desprendimiento, o sea, separarse de la institución. Que, en muchos casos, es la primera vez en la vida que pueden terminar algo bien.
P.S.: ¿Entonces se da por terminado el tratamiento?
GM: Sí, pero nosotros seguimos «evaluando». Al principio es una vez por mes, el segundo año, cada 3 meses y el tercero, cada 6 . Los resultados de esta evaluación son muy favorables: sólo del 10 al 15 % de los que terminan recaen, es decir, vuelven a consumir. Con una particularidad: son recaídas muy breves porque sus familias, ahora que saben qué hacer, actúan rápidamente. Si se comparan estos números con estadísticas de otros lugares, esto es fantástico pero uno no debe llamarse engaño: es imposible comparar sin saber en qué contextos se trabaja y con qué población. Estas cifras serían distintas si trabajáramos con población marginal o sin familia que colabore.
Clínica grupal
P.S.: ¿Quiénes coordinan los grupos?
Son equipos mixtos formados por un ex-adicto y un terapeuta profesional.
P.S.: ¿Emplean terapia individual ?
No. Puede haber alguna entrevista breve en situaciones personales muy extremas pero evitamos que se escamotee material a los grupos y que se creen situaciones de triángulo. Los grupos de pares y la terapia familiar son , repito, los pilares del tratamiento.
P.S.: ¿Y cómo es el esparcimiento?
Los sábados tienen una actividad deportiva obligatoria (fútbol o paddle), donde juegan todos, bien o mal. Nunca tuvimos una situación de violencia aunque sí algunos roces mínimos. Pero los jóvenes que no se pueden controlar con la droga pueden controlar las ganas de dar una patada y van descubriendo que cuando quieren, son capaces de frenar sus impulsos.
También concurren a una actividad musical coordinada por un músico ex- adicto que hizo aquí el tratamiento. La mayoría de los chicos que vienen hacían rock a la madrugada con alcohol y droga y ahora les proponemos hacer música a las 3 de la tarde con gaseosas o agua. Todos conocen las letras de las canciones y muchos de ellos tocan algún instrumento: pasan un momento muy especial, casi religioso, haciendo juntos algo que los apasiona.
P.S.: ¿Qué porcentaje de mujeres tienen?
Aproximadamente un 20 %. Personalmente, no creo que la mujer consuma menos que el hombre, lo que sucede es que ingiere más tranquilizantes o psicofármacos. Como molestan menos socialmente no acuden al tratamiento. Entonces, existe un alto porcentajes de mujeres adictas sin posibilidad de recibir ayuda adecuada. Preocupados por estos porcentajes hicimos en el ‘97, en colaboración con FONGA y auspiciados por la O.E.A. y otras instituciones, el primer Congreso Argentino sobre el Impacto de la Droga sobre la Mujer y la Familia, al que concurrieron representantes de todo el país. Ahí comprobamos con sorpresa que las inquietudes que ellos tenían con respecto a la adicción en la mujer y a las dificultades en los tratamientos, coincidían con las nuestras.
PS: ¿ Qué ocurre cuando surge una relación de pareja entre personas en tratamiento?
Es muy raro que suceda. Pero si ocurre, hay preguntarse hasta dónde esta relación nueva bloquea el tratamiento. En general, creemos que lo perjudica ya que la pareja se cierra y oculta material al grupo lo que dificulta el trabajo. Lo importante es no tomar una medida compulsiva de castigo y en cambio plantearse si el tratamiento los va a ayudar. Recién entonces se puede tomar la decisión de si seguirán o no en la institución.
P.S.: ¿Y los hermanos van?
Están invitados a participar desde el principio porque necesitan tener un espacio en el que puedan cuestionar su rol y revisar el vínculo que tienen con el adicto. Es común que muchos hermanos tengan una pésima relación, que haya mucha bronca e incluso, separaciones de muchos años. En la medida en que avanza el tratamiento los hermanos van aprendiendo a relacionarse con un poco más de confianza y colaboración .
P.S.: De los que entran en la etapa de admisión ¿qué porcentaje se va y por qué causas?
Se va entre el 15 y el 20% , porque no se agrupan con los pares o no establecen un buen contacto o bien la familia no participa ni se relacionan con otros padres. Tal vez, haciendo un poco de teoría, podríamos pensar en resistencias o que algo falló en nosotros y no pudimos relacionarnos mejor.
P.S.: ¿Qué ocurre cuando durante el tratamiento los padres dejan de venir ?
En estos casos los citamos de urgencia y les pedimos colaboración planteándoles que para que los ayudemos, ellos nos tienen que ayudar y aunque sea uno tiene que venir a los grupos. Si ninguno puede, que venga una tía, una hermana, la abuela o una vecina, el que pueda. No es posible trabajar con el adicto sin la red de colaboración, tiene que haber un responsable.
P.S.: ¿Los adictos que vienen por indicación judicial se enganchan? ¿Cómo trabajan con el juzgado?
Nosotros trabajamos colaborando con el juzgado, no actuamos por cuenta propia. Tratamos siempre de evitar que se forme un triángulo entre nosotros, la familia y el juzgado, porque resulta nefasto. Para evitar esto trabajamos seriamente y en equipo ya que cualquier fisura en la unión de las tres instituciones, perjudica el tratamiento.
Debemos armar frentes comunes de ayuda, no de competencia.
Puede suceder que haya mensajes poco claros o contradictorios: en ese caso acudimos al juzgado para unificar criterios, tratando de limar asperezas y de valorar la relación . Cada vez más frecuentemente nos encontramos con personal judicial saturado de papeles pero con tan buena disposición que, si no entramos en competencia por el poder, terminan viniendo a los actos de fin de tratamiento.
Tenemos que dejar de creer que somos los dueños del proceso de rehabilitación ya que éste será mejor, cuantos más ayuden.
P.S.: ¿ Qué pasa con la población marginal y entiendo como tal a quien está en una situación límite, al margen de su grupo y de su familia?
GM: En general las conductas marginales están presentes en todos los drogadependientes, pero creo que hay dos situaciones: la de quienes nacieron y viven en una estructura social marginal y han absorbido una cultura también marginal de promiscuidad, robos, alcohol, violencia y demás y aquellos que, formando parte de una estructura social diferente incorporan conductas marginales ligadas a la droga. En el primer caso es difícil el trabajo de recuperación, requiere más tiempo y una metodología diferente. En el segundo, en cambio, se deben rescatar los valores que ya existían: generalmente el programa de resocialización resulta muy eficaz. Sin embargo, en ambos casos, siempre existe una red social de colaboración y debemos encontrar estrategias para activarla.
Legalización de la droga
P.S.: Droga legalizada ¿sí o no?
GM: Para mí es un tema muy difícil y complejo, que debe ser estudiado ampliamente y con seriedad para no dejarse guiar sólo por las opiniones de economistas o filósofos de turno. Me preocupa sobre todo considerar desde qué punto de vista se enfoca ya que, en general, se lo hace desde lo económico donde lo que interesa es que, siendo la droga legal, el dinero de los impuestos va a ir al Estado y no a los narcotraficantes.
Habría que echarle una mirada a los resultados que dio la legalización del alcohol: ¿bajó el índice de consumo o no?¿ cómo se distribuyeron los impuestos? ¿se generaron campañas de prevención eficaces?. Todo lo contrario: vemos que aumentaron enormemente tanto el consumo como el índice de las enfermedades alcohólicas y la gente se muere pésimamente tratada. Además desde el Estado se estimula la producción de alcohol autorizando el establecimiento de nuevas fábricas de bebidas.
En el caso de la droga temo que, si se aplican políticas diseñadas sólo desde lo económico, pueda ocurrir lo mismo y lo que pensamos como un «gran cambio», sólo sea un simple cambio de manos a favor del Estado.
Estoy en contra de que circule droga, pero también me repugna que se lucre con el drama y la destrucción de la gente. Este tema resulta muy complejo y controvertido. Al respecto, deberíamos revisar y plantear un estado de debate ininterrumpido y de evaluación permanente de los resultados obtenidos.
Horacio Serebrinsky: En Suiza, donde estuve por razones profesionales, la experiencia de la droga legalizada no trajo menos adictos pero sí un mejor control, se realizan campañas de disminución del riesgo y ha bajado el índice de delincuencia.
El tema serio en Europa es el tipo de droga que se usa ( la heroína) que, por suerte, aquí hasta hoy no existe. También allá se están replanteando modelos y métodos de trabajo diferentes ya que las internaciones son caras y tienen un alto índice de recaídas y de reingresos . Esto los hizo reflexionar sobre la eficacia de los tratamientos y sobre otras alternativas posibles: ahora piensan con más apertura en los tratamientos ambulatorios. Yo estuve estos años en Roma, Córcega y Cerdeña, dictando seminarios sobre el modelo ambulatorio y fui escuchado con mucha atención.
Objetivos
P.S.: ¿Cuáles son los objetivos de estos tratamientos ambulatorios?
GM: Uno es la desintoxicación , es decir, que la persona que se trata no vuelva a consumir droga y el otro es la socialización, que es lo que alarga los tratamientos, y consiste en el desarrollo y estructuración de roles sociales y valores como la honestidad y el respeto a las normas de convivencia.
Otro objetivo importante es que descubra que es posible controlarse frente al impulso de consumir y también, frente al de maltratar y ser violento.
También se intenta obtener logros en el crecimiento de los miembros de la familia, por eso decimos que en este tratamiento, si participan activamente, el buen resultado beneficia la salud de todos. Es común ver, en familias que durante años vivieron en un clima caótico, que los padres al llegar al tratamiento llevan mucho tiempo sin ir al cine, o salir de vacaciones o comer todos juntos. Durante el proceso terapéutico se reencuentran todos, organizados de una manera diferente, y los mismos familiares suelen decir que no sólo el adicto cambió, sino que ellos también pudieron encontrar un proyecto de vida que incluye el placer.
P.S.: ¿A tu juicio, qué es lo esencial del programa?
Nosotros le damos una importancia fundamental a la resocialización. Creo que los programas que tienen un alto índice de recaídas son los que apuntan solamente a que el adicto deje de consumir. Sabemos que con la ayuda del grupo el dejar de drogarse es a veces inmediato pero también que con esto solo no basta: hay que desarrollar mecanismos de autocuidado y autocontrol, trabajar con la familia y con los valores que hacen a las relaciones humanas. Esto requiere tiempo , por eso hablamos de procesos terapéuticos y por eso también fracasan los que piensan en pastillas que curan: no es así como se tratan las adicciones.
P.S.: ¿Es que, como dicen algunos, el mejor tratamiento es el que no se ocupa de la droga?.
Sí, eso creo. Debemos pensar en procesos de cambio y esto no se hace de un día para el otro.
P.S.: ¿Ustedes trabajan con Cámara de Gessel?
Sí, supervisamos mucho el trabajo. Es fundamental consultar situaciones bloqueadas abriendo el trabajo a otra mirada, lo que siempre resulta enriquecedor. También nos reunimos como equipo durante la semana para actualizar la supervisión de todos los que están en tratamiento, ver qué sucede en cada uno de los espacios terapéuticos y que, así, cada coordinador se entere de lo que pasa en los otros grupos. Nos ponemos al día con lo que sucede y todos tienen una visión estructural de cada caso.
Trabajar en equipo de esta manera nos permite darnos cuenta de si están ocurriendo situaciones de triángulo, de delegación o de provocación, tan comunes en este trabajo. El hecho de poder explicitarlos evita que sean actuados en el equipo.
P.S.: ¿Una vez que el tratamiento terminó se puede seguir en terapia en la institución?
No. Con los que ya terminaron hacemos entrevistas periódicas multifamiliares, para evaluar por ejemplo, la continuidad de los logros o si hubo recaídas.
P.S.: Si un profesional te deriva un chico, ¿tendría que dejar de atenderlo?
Sí, mientras dure el tratamiento con nosotros. De seguir con su terapia individual externa se crearían situaciones confusas de triangulación o bloqueos que perturbarían el tratamiento. En este trabajo, que es de por sí difícil, es preferible limpiar el campo a complicarlo. Al terminar el programa, el chico podrá volver, si lo desea, al terapeuta que lo derivó.
P. S. : ¿Cómo se tratan los conflictos de pareja o de otro tipo cuando aparecen en el tratamiento?
Tengamos en cuenta que, aproximadamente en la mitad del tratamiento o quizás antes, empiezan a aparecer temas conflictivos, originados por la reestructuración de los vínculos. Esto no sólo ocurre en la pareja de los padres sino con los hijos cualquiera sea su situación en la familia. Nuestra experiencia no dio resultado positivo si tuvimos que derivar el problema a otro contexto terapéutico, por ejemplo, una terapia de pareja fuera de la institución.
Actualmente, cualquier conflicto que surja durante el tratamiento es relacionado con el tema focal central que es la drogadicción, tratando de ver su repercusión en todos los espacios del grupo, es decir, cómo la aparición de ese conflicto impacta en el tratamiento de este paciente y en los miembros de su familia.
P.S. : ¿ Qué es lo que produce el cambio ?
En esta estructura en la que todos los miembros de la familia se distribuyen en grupos, se produce un bombardeo sobre todos los vínculos que origina que, por ejemplo, el padre (en su grupo de padres) cuestione su relación con el hijo y que, por su lado, el hermano, con sus pares, haga lo propio y que lo mismo pase en los grupos de esposas o de amigos. Después todos se juntan en la sesión de terapia familiar.
Es imposible saber si las modificaciones de los vínculos se originan en los grupos, si el padre o el hermano cambiaron por lo que aprendieron allí o fue la terapia familiar lo que disparó un cambio en las relaciones. Y no nos interesa.
Lo que sí nos importa es que el cambio se produzca. Y para eso creamos contextos donde se puedan trabajar los vínculos y hablamos de bombardeo múltiple. Son como tiros con escopeta donde salen muchos perdigones: así, hay más posibilidades de dar en el blanco.
P.S.: ¿Trabajan lo intrapsíquico?
Es absurdo pensar en «lo intrapsíquico» en este estado.
En general, la vida cotidiana del adicto es tan caótica que, al comienzo, nos proponemos lograr un orden en la convivencia familiar y en su vida laboral, para evitar riesgos que, a veces, son de muerte y ayudarlo a cumplir con normas de convivencia elementales. Luego, progresivamente, nos metemos con las emociones.
P.S.: ¿Qué otros puntos trabajan?
La violencia es un tema siempre presente que aparece en la historia de estas familias pero puede circular también en la relación del adicto o de sus familiares con nosotros. El maltrato puede manifestarse en todos los contextos, y debemos estar muy alertas para verlo, trabajar acerca de él y, si aparece en conductas nuestras, poder pedir disculpas y establecer así un claro modelo de reparación.
H.S.: ¿Cuánto dura el tratamiento ?
Un promedio de un año y medio a dos años, ya que, como decía, la socialización requiere tiempo. Hay que pensar en las terribles historias que acompañan al drogadependiente.
Repito, dejar de consumir es solo un objetivo, lo más difícil es incorporar valores sociales para que el cuidado y el autocontrol se estructuren sólidamente. Sin esto, dejar de consumir es como colocar un simple parche, que dura poco y las recaídas los siguen destruyendo.
No debemos repetir los fracasos de otras metodologías.
La aplicación de este modelo nos permite estar en condiciones de obtener un cambio más sólido y estable.
Conclusiones
P.S.: ¿Termina realmente todo aquí?
En cuanto a las diferentes etapas del tratamiento, sí. Pero, una vez terminado, seguimos evaluando la eficacia de lo que logramos.
Es muy importante comprobar cómo las familias, una vez que pasaron el problema de la adicción, van poco a poco enfrentando las emociones lógicas por las que todos en su momento pasamos.
También empiezan a surgir espontáneamente en las relaciones, valores como la responsabilidad, la solidaridad, el respeto, la sobriedad, el buen trato.
Y algo más: la posibilidad de reflexionar frente a situaciones que antes eran respondidas impulsivamente da lugar a nuevas conductas que se manifiestan de manera permanente, aún cuando el tratamiento ya ha terminado.
Notas
(1) «Tratamiento Ambulatorio de pacientes con indicación de internación». Proyecto de los Dres. Sergio Bruzzo, Roberto Yánez y el autor de esta nota.
Fonga: Federación de organizaciones no gubernamentales de Argentina en Adicciones
(*) Susana Barilari, Cristina Ravazzola, María Ballvé, Pio Martínez.
Esta entrevista fue publicada en el nº 51 («Psicología de la Familia») de Perspectivas Sistémicas, Mayo/Junio del 98.