Para recuperar al niño. Conversación con Michele Zappella

Introducción

En el año 1991 asistimos en el Colegio de Psicólogos de Barcelona, a un seminario tonificante a cargo de Michele Zappella, neuropsiquiatra infantil y terapeuta familiar. Para aquellos que no lo conozcan diremos que nació en Roma en 1938 y que, tras una estancia en Londres, trabajó en el Hospital Psiquiátrico de Viterbo, ya en la Toscana. Pasó después a Siena, donde empezó a plasmar de forma muy innovadora su trabajo. En la actualidad es Primario de Neuropsiquiatría Infantil en el hospital de dicha ciudad. Obras suyas son Il pesce bambino, Il bambino nella luna, o Non vedo non sento, non parlo, editado en español, amén de artículos múltiples. De reciente aparición, en febrero de 1996, Autismo infantile: studi sulla affettività e le emozioni resume sus últimas ideas acerca del autismo infantil, campo en el que destaca como figura de referencia internacional. Verle trabajar es una experiencia notable, que me causó sobre todo un recuerdo auditivo, quizá por la modulación y el ritmo de lo que acontece, con características de una pieza musical; quizá por su voz de bajo, que, al contrario que en la ópera, tiende puentes entre los protagonistas del drama… Por otro lado, al leer recientemente Il pesce bambino, con la intención de sintonizar con las ideas de la persona a la que iba a entrevistar, me pareció un libro pictórico, visual, acorde con el marco donde se desarrolla: la zona de Siena y provincia. Ojalá la entrevista pueda transmitir también ese aspecto alado del hacer terapéutico que reside en el hemisferio derecho, dicen.

Conversando con Michele Zappella

REDES: ¿Cuál es su posición respecto a la terapia familiar?

ZAPPELLA: Mi posición es aproximadamente la siguiente:

A mi parecer, es la terapia más adaptada a los trastornos psicológicos y psiquiátricos de los niños y de los adolescentes: la más económica y la más eficaz.

Sin embargo, para mejorarla es necesario, por un lado, liberarse de algunos errores del pasado, y por otro apropiarse de una serie de novedades que van desde la psicología del desarrollo (developmental psychology), en especial lo que son los datos de los últimos veinte años, a la neurobiología.

Los errores tienen que ver con: a) el setting, tipo sala de té, que, en cambio, debería ser estructurado para el niño. Las peculiaridades de éste no están presentes en la formación ni, añadiría, en la práctica de los terapeutas familiares; b) la idea, aún difundida, de que las dificultades nacen de relaciones equivocadas, sin tomar en consideración de qué modo la especificidad neurobiológica de un niño difícil sea en ello decisiva para las dificultades mismas (o también la de un padre difícil); c) la renuencia a usar fármacos, dietas, etc., en el curso de una terapia; d) la no utilización de técnicas de observación más precisas (como las etiológicas) y, por tanto, el espacio libre a interpretaciones arbitrarias. 

Este temor a introducir lo neurobiológico en el análisis de sistema parte de: 

1) los años 70 y, al menos en Italia, del culto a Basaglia;

2) de una actitud romántica (pero quizá también dogmática) por la cual con frecuencia la atención no se dirige tanto a los resultados como a lo que han dicho los grandes maestros.

Lo que escribí en 1986 en Ecologia della Mente, y también en los años sucesivos, tiene muchas cosas superadas o, mejor dicho, equivocadas: ante todo la idea de que una parte del autismo fuera relacional. 

El hecho de que algunos niños autistas se curaran no prueba que el trastorno fuera relacional. Es más probable, en cambio, que se trate de niños con una sujeción neurobiológica susceptible de ser modificada en el curso del desarrollo y por el ambiente.

REDESEn este momento su reconocimiento internacional va asociado sobre todo a su trabajo con niños autistas. ¿Cuál ha sido el camino hasta llegar a este campo tan desafiante?.

ZAPPELLA: El trabajo con niños autistas nació de un hecho casual: había llegado a Siena hacía unas pocas semanas y estaba visitándola cuando, como lamentablemente suele suceder en Italia, país dominado por una burocracia arrogante, llegaron de modo inesperado los administradores del hospital para decidir los locales donde tenía que ir ubicado mi servicio. Quedaba un solo niño con su madre y les dije que esperaran hasta que acabara aquella reunión. Cuando acabó, me di cuenta de que aquella madre y su hijo se habían marchado. La enfermera me explicó que vivían en un pueblecito distante y que, para venir a la visita, habían tomado un taxi. Les telefoneé y les dije que al día siguiente iría yo mismo a su casa a hacer aquella visita. Cuando llegué a ese pueblecito medieval, que es una especie de miniatura de Siena, había un silencio y un vacío por las calles que se unía en mi mente a la soledad de aquel niño. Éste era autista, y tenía una enfermedad congénita que lleva el nombre de gigantismo cerebral: muy alto y gordo, llegaba con la cabeza al techo de su casita. Regresé más veces y empecé a probar de utilizar los recursos del ambiente que el niño tenía alrededor en la familia, en el pueblo y en la escuela. De esta manera empezó el trabajo en el territorio, justo con un niño autista.

Después de pocos años escribí Il pesce bambino, un libro que hizo conocer este trabajo en toda Italia y que vinieran familias de lejos: ya no podía visitarles en su casa, tenía que modificar mi trabajo. Tomé contacto con Mara Selvini Palazzoli, de la cual he admirado siempre el estilo, el modo como entra y desarrolla una terapia y su capacidad para develar el engaño. Después conocí a Tinbergen, el etólogo, que me introdujo en las terapias corporales, como el holding; estuve unos meses en EE.UU. trabajando con primates en el laboratorio que había sido de Harlow; durante ese mismo período visité a los que se ocupaban de las primeras relaciones de reciprocidad corpórea entre madre y recién nacido (Papousek, Trevarthen). El verdadero giro coincide con estos últimos encuentros, que tienen que ver con el inicio de los años 80: me pusieron en contacto con las leyes de base del desarrollo relacional en los primates y en el hombre, con la importancia de la relación social y con la potencia de las emociones. Lo que ha sucedido después ha estado ligado a un progresivo refinamiento y a ir completando los métodos de observación tanto en investigación como en terapia. Y a un respectivo esclarecimiento de las bases teóricas. Creo que la idea de que lo nuevo puede ser mejor que lo viejo –sobre todo si ese «viejo» es mío- me ha guiado a liberarme sin duda de visiones equivocadas o incompletas.

REDESMe parece que la psiquiatría infantil es la que, por su objeto, tiene necesidad de plantearse cuestiones que abren caminos nuevos a la disciplina. Pienso, por ejemplo, en la unidad psicosomática, o en el uso del lenguaje corporal, o en el hablar al otro con sus medios expresivos… Al releer este fragmento de Il pesce bambino –»…hacer de manera que sea el otro el que se convierta en el protagonista activo de la solución de sus dificultades y que ésto vaya acompañado de una comprensión colectiva del problema específico del otro, entendido como aspecto parcial de dificultades que más extensamente involucran a todos…»-, escrito en 1976, me resulta sumamente actual y anticipatorio, sobre todo si se piensa que era ya fruto de un trabajo territorial. ¿Nos puedes decir algo de las «voces», como Minuchin dice, más significativas que le habían hablado y que culminan con el momento de Siena?.

ZAPPELLA: Las «voces» de antes de mi llegada a Siena son diversas y se remontan al inicio de mi práctica médica, cuando, acabada la carrera, me fui a Inglaterra en 1961 y hallé trabajo en un hospital para niños con graves cerebropatías. El que me abrió la puerta de ese lugar fue un neuropatólogo, Leo Crome, que años antes había combatido en las Brigadas Internacionales en España. Me indicó algunas cosas básicas: ante todo la necesidad de ser claro, de manera que todo aquello que escribas pueda ser entendido igualmente por el vendedor de fruta del mercado y por especialistas; ésta ha sido una indicación que iba más allá de la escritura, era un programa de claridad y eficacia en la expresión en general, y seguramente ha repercutido también en mi trabajo con las familias. En segundo lugar, la necesidad de ser riguroso, y, por tanto, de no hacer un bluff con las cosas nuevas que propones y de estudiarlas a fondo desde todos los puntos de vista. En tercer lugar me sugirió que con cada nuevo trabajo –artículo, libro- no debía temer escribir cosas distintas a las ya escritas por «autoridades» en el tema: aunque joven, debía partir de la idea de que mi experiencia era algo nuevo y, como tal, más avanzado, y tenía el derecho de imponerse sobre aquello que se había hecho precedentemente. Por último, la idea de que aquello que hacemos se transforma en política, asunto de todos.

Otra «voz» es un tío mío, Mario Tobino, escritor y psiquiatra: era un hombre que «entraba» en los delirios de los enfermos, se les asociaba y llegaba a formar partes de ellos. De esta manera comprendí que los respetaba como personas en cuanto el delirio era parte de su sustancia humana, de su historia.

Más lejana y persistente es la voz del Dolce Stil Nuovo y de aquellos poetas italianos que, como Dante, derivan de los trovadores de Cataluña y Provenza, de quienes tomaron la idea del «deseo», entendido como tensión emotiva entre dos personas desvinculada de la satisfacción de una necesidad. En este sentido, el deseo está presente, subterráneo, en toda familia donde haya niños.

REDES: En sus primeras obras se «sentía» Foucault y el impulso antinstitucional ¿Cómo ve hoy aquel momento?.

ZAPPELLA: El impulso anti-institucional ha sido un momento importante de mi trabajo, sobre todo cuando en Italia, hace un cuarto de siglo, muchos niños socialmente desfavorecidos eran enviados a internados y clases especiales. El éxito inicial de aquel movimiento, que me hallé iniciando en 1961, fue superior a las más claras esperanzas. Después, sin embargo, la sociedad italiana se ha vuelto cada vez más inmóvil, homeostática. Muchas veces he tenido la impresión de que la inserción de niños difíciles, con patología cerebral, y de enfermos mentales que habíamos conseguido se había convertido en uno de los puntales ideológicos de una sociedad dominada por la burocracia, así como una válvula de escape para aquellos, siempre menos numerosos, que quieren comprometerse con la solidaridad social en una especie de ficción de progreso para una sociedad que parece haber perdido toda bandera: una cortina de humo tras la cual se esconden maniobras de otro tipo.

Lo que había sido un movimiento innovador que había unido técnicos y población en un gran proyecto común se ha agotado en la inmovilidad, reducido a unos pocos eslóganes que, paradójicamente, impiden que nazcan nuevos proyectos adecuados a las necesidades de hoy.

REDES: Hay autores que hablan de la aproximación sistémica como meta-modelo dentro del cual se tiene la necesidad de insertar otro modelo que se refiera al individuo y a su desarrollo. ¿Qué opina sobre los modelos en su práctica?.

ZAPPELLA: Sobre esto tengo pocas dudas. El niño debe ser visto en la perspectiva actual del crecimiento relacional sobre la base de los estudios llevados a cabo mediante vídeo-grabación durante los últimos veinte años por Papousek, Travarthen, Stern, Tronick, Fivaz, etc., y, por tanto, en la secuencia que va de una relación de a dos sin objetos (intersubjetividad primaria) a una relación de a dos mediada por objetos (intersubjetividad secundaria), de a tres, aparición de una teoría de la mente, de una autonomía motriz, del lenguaje, del juego simbólico, de la narración, etc. Cada uno de estos modos de relación representa grandes vías que continúan durante toda la vida y que adquieren con el tiempo una creciente complejidad. Si alguna cosa altera o interrumpe estas secuencias y sus constituyentes relacionales (modalidades prosociales, exploratorias, etc.), se pueden crear varias formas de patología y trastorno en los sistemas de la vida cotidiana.

Esta alteración puede nacer del tipo de comunicación que existe en el sistema familiar, pero no sólo de esto: los niños hiperactivos con trastorno de la atención, por ejemplo, tienen una estructura neurobiológica particular que, quizá, favorecía su supervivencia en el tiempo, ahora lejano, de los cazadores-recolectores cuando el ser muy móvil y con atención fluctuante podía favorecer un mejor éxito en la caza. Pero se hallan muy mal en un macrosistema social como el de hoy en día, en el cual los niños deben estar quietos en la escuela durante tantos años. Y entonces, ¿qué sucede?. Fácilmente sus relaciones con los compañeros se alteran, su impulsividad desorienta a los otros e inicia una serie de círculos viciosos en la casa y en la escuela que pueden, por ejemplo, crear un sentimiento de vergüenza e inadecuación que lleve a «juegos» y, por este camino, impedir el desarrollo de la narración. Narrar, de hecho, requiere confianza en uno mismo y en quien escucha: si tenemos miedo, o vergüenza, no contamos con la libertad de expresarnos. De este modo, junto a inquietud motriz se crean otros trastornos sobre aquellas grandes vías del desarrollo relacional a las que me refería preferentemente.

Me parece que la psiquiatría infantil en una dimensión sistémica no puede olvidar la variabilidad neurobiológica y debe darle un sentido en una dimensión macrosistémica e histórica. Debe también tener presente lo que hoy sabemos sobre el crecimiento relacional del niño y sobre las leyes etológicas de las relaciones humanas.

REDES: La capacidad de influir nace de la dirección que se da a nuestro quehacer cotidiano. Viendo su trabajo en sesión me pareció acercarme a aquel fenómeno llamado carisma. ¿Puede darnos su visión «desde dentro»?. ¿Qué le ha influido en la capacidad de influir?.

Zappella: En mi caso particular, de la consciencia y del gusto de entrar en relación con los otros, de manera que en ellos se estimulen las modalidades prosociales. Éste es el centro de mi trabajo y en este plano me gusta experimentar con los otros también maneras más inusuales, para verificar después si han alcanzado sus objetivos. Desde ese punto de vista, los niños, incluso aquellos que tienen las más graves dificultades de comunicación, como los autistas, abren un espacio de libertad que los adultos, en la vida diaria, no permiten.

Esta base me lleva a hacer una comparación entre terapia y teatro: ambos piden modos expresivos que, con frecuencia, no sólo no coinciden con los de la vida cotidiana, sino que se alejan de ella, por lo cual el actor (y, a mi parecer, también el terapeuta) debe descubrir y manifestar en el escenario aquel aspecto de sí que es marginal en su día a día.

Debo añadir que expresarse con el otro puede significar también amarlo y, por tanto, evocar una de las fuerzas más potentes que tenemos.

REDES: ¿Puede hacer un comentario sobre Autismo infantile: studi sulla affettività e le emozioni, su último libro?. ¿Influye también en el pronóstico sobre los casos el clima familiar que se encuentra al inicio?. ¿Puede prescindir del pensamiento etiológico?.

ZAPPELLA: La realidad del autismo es la siguiente: para una parte, probablemente mayoritaria, se trata de alteraciones neurológicas del encéfalo con frecuencia precedentes al nacimiento del niño; para el resto se trata de trastornos afectivos del tipo de la depresión unipolar o de trastornos bipolares de inicio precoz. Este último subgrupo es mucho más susceptible de cura que el primero y la eficacia de la intervención es mayor si el niño es pequeño, de pocos años, posiblemente de edad inferior a seis.

He descrito en el libro la intervención relacional que me parece más eficaz. Ésta consiste en crear una reciprocidad corporal-emotiva y una sintonía entre cada uno de los padres y el pequeño, intentando por este camino recuperarlo a aquellas grandes vías del crecimiento relacional de las que hablaba anteriormente. Con este objetivo utilizamos distintas maneras de activación emotiva en sus diferentes expresiones. Es una intervención que tiene alguna semejanza con lo que hace una autora americana, Tiffany Field, con los hijos deprimidos de madres depresivas. 

La cuestión es: a) permitir al niño recuperar una sintonía con una mente adulta que pueda cada vez más darle una retroacción adecuada respecto a sus mensajes y a sus necesidades; b) evitar que el pequeño persista por demasiado tiempo en una espiral autista que dañe en él de manera irreversible los sistemas cognitivos y afectivos.

Con este tipo de terapia una parte de estos niños (el 14% en mi casuística) pierde las modalidades autistas y el retraso, pero con frecuencia mantiene síntomas difuminados del tipo de los trastornos afectivos. Un tanto por ciento mayor muestra mejoría, incluso importante, pero no sale del autismo. Es posible que un uso precoz de aquellos fármacos que se usan en los trastornos bipolares pueda mejorar ulteriormente el grupo de niños que va bien.

Está claro que en esta perspectiva, que confía en gran parte la terapia a los padres, el clima familiar es muy importante. Si los padres están deprimidos o con trastornos bipolares, han de ser tratados, y si, como alguna vez sucede, hay «juegos» perversos, es preciso actuar a este nivel. Pero en la mayoría de los casos el verdadero problema es indicar a los padres el camino más eficaz para conseguir una sintonía con el hijo y para reemprender su guía: para hacer esto es preciso devolverles el ritmo de la relación y activar sus emociones.

Es evidente que en todo esto no se puede prescindir de la etiología, de las causas del autismo, por lo menos hasta donde sabemos de ello. Si el cuadro es neurológico es menos probable que existan componentes relacionales, a pesar de que a veces los hay; si es del tipo de un trastorno afectivo e inicio precoz, aquellos se pueden o no identificar en la historia y en la dinámica de la familia. Hay que resaltar a propósito que varios estudios epidemiológicos indican que los trastornos del espectro autista son netamente más frecuentes en la población de inmigrados y es por tanto a nivel de macrosistema, más que en sistemas familiares individuales, que tenemos la evidencia de un efecto ambiental en esta patología. Sería como decir que el hecho de vivir en una sociedad donde las posibilidades de compensación social son pocas amplifica probablemente toda disfunción del sistema familiar

REDESEl trabajo con situaciones tan graves no puede no cargar el self del terapeuta. ¿Tiene algún comentario al respecto?.

ZAPPELLA: El problema de fondo es qué tipo de terapia se hace. En la época, ya lejana, en que trabajaba con el holding, llegaba a casa agotado. Había estado expuesto durante horas a gritos, rabias,… era inevitable que todo aquello me consumiera.

En la actualidad, el trabajo, incluso con niños tan difíciles y graves, se ha tornado bello, abierto a la fantasía y a la invención: un trabajo en el que puedo expresarme en las formas que me resulten más acordes. No me cuesta esfuerzo, más bien me llena cada vez de nueva energía.

Por lo que respecta a la formación es otro tema y enlaza con cuáles son las capacidades expresivas y de uso del propio cuerpo de aquellos que quieran hacer este tipo de terapia. Para la terapia sistémica de orientación etiológica, que es la que yo hago, puede ir muy bien una escuela de recitación para actores, para mimos, o una escuela de baile, pero es preciso estar ya a un cierto nivel en el uso del propio cuerpo. Para otros puede servir una terapia funcional corporal, y hay que ver, de todas formas, si son adecuados para hacer este tipo de trabajo.

REDESEn las sesiones con niños autistas usa la activación motriz, emotiva, cognitiva… ¿Se podría hablar de una combinación adecuada al tipo de dificultad, o bien su elección es imprevisible y, por tanto, arte?.

ZAPPELLA: La activación emotiva consiste en modificar cuantitativamente los estímulos que llegan a una persona. El terapeuta hace esto frecuentemente con el tono de voz, que puede ser alzado fuera de lo usual o bajado súbitamente, o bien lo hace por vía corporal, acercándose al niño y mirándole a los ojos, o tocándolo, o tomándolo por la mano y haciéndole correr o saltar. O bien creando una situación inusual. En los hechos tiene siempre su propia complejidad relacional.

Representa un instrumento fundamental para intervenciones estratégicas que pueden apuntar sobre todo a algunos componentes de la familia y a sus relaciones con los otros. Un ejemplo sería el caso de un niño con fenilcetonuria que, aun sabiendo andar, rehusaba hacerlo solo, sin que uno de los padres le diera la mano, y se movía únicamente apoyándose sobre las rodillas. El análisis etológico de las relaciones familiares, llevado a cabo desde detrás del espejo unidireccional, puso en evidencia que en la base había una señal de alarma que su madre, agorafóbica, le lanzaba a cada intento suyo de autonomía. En este punto se pidió a la madre que saliera de la habitación y dejara solo al niño. La madre y el padre se acomodaron junto a los terapeutas detrás del espejo. El niño ante todo cerró la puerta, después con una perfecta calma, se organizó en varias actividades, como coger una botella y galletas del bolso de su madre, ponerse el gorro y la bufanda, etc. La secuencia duró más de media hora en un silencio completo. Hacia el final entré algunos minutos un par de veces, canturreando una música de jazz y dirigiéndole alguna palabra, mientras el niño me miraba estupefacto. Una intervención surrealista, tipo teatro del absurdo. Al final el niño se adormiló sobre una silla. Su madre detrás del espejo, estaba emocionadísima y feliz de que el niño, al que hasta entonces había tenido durante años consigo en brazos, hubiera estado tranquilo él solo. Al día siguiente, ya de vuelta en su casa, lo apartó enérgicamente de sí por todos lo medios posibles, y el niño anduvo solo. En este caso la intervención estaba aparentemente centrada en el niño, pero de hecho el objetivo era la madre.

En la mayoría de las situaciones la intervención de activación emotiva tiene al niño como epicentro: es a él a quien se le hace correr, saltar, a quien los adultos toman en brazos, a quien se le guía para hacer cosas a las que antes se oponía. Obviamente, el padre o madre es también activado por su parte.

La estrategia usada específicamente respecto a la situación: el componente artístico entra en juego como instrumento de un teatro. La intervención estratégica es, de hecho, también un teatro; refleja de él la potencia expresiva, la necesidad de una implicación intensa y con éstos la posibilidad –a veces la necesidad- de inventar. Pero su diseño nace de la evidencia precisa, definida en términos etológicos, de una determinada dificultad en la relación. Esto es válido también en los detalles: si un niño presenta pocas modalidades prosociales, el terapeuta busca activarlas, y para así hacerlo está autorizado a inventar. Puede crear variaciones sobre el tema, con la ventaja de producir, por ejemplo, una sorpresa que refuerce la eficacia de la intervención.

REDES: ¿Tendría sentido distinguir, en el trabajo con los padres, momentos más educativos, y momentos más cercanos a sus propias dificultades, que podrían llamarse terapéuticos?.

ZAPPELLA: El trabajo con los padres tiene dos tiempos: uno de alta involucración emotiva, que para mí es decisiva al crear una transformación, y uno de acercamiento racional. Estos dos momentos están con frecuencia separados. Por ejemplo, se puede tener a uno de los padres en la sala con el hijo y un terapeuta, mientras el otro se queda detrás del espejo con el otro terapeuta. Pero a veces se intercambian en el curso de la intervención. Todo ello tiene que ver con las intervenciones más precisamente terapéuticas. Después están también las sesiones de carácter mayormente educativo.

REDESIl pesce bambino nell’ onda malsana… ¿Nos puede hablar del uso del electroencefalograma (EEG) y de los fármacos en el trabajo con niños con dificultades?.

ZAPPELLA: Respecto al EEG, hay que evitar su lectura impropia, como la de cualquier otro instrumento técnico, no ir más allá de su verdadero significado, ni atribuirle un sentido que tenga que ver con la persona global y sus relaciones con los otros.

Los fármacos pueden ser de gran ayuda si son específicos: en la óptica en que trabajo hallo lógico darlos de manera apropiada también en el curso de una intervención de tipo sistémico. Si, por ejemplo, el niño tiene un autismo cuyo significado es el de una depresión de inicio precoz, los fármacos antidepresivos, como los inhibidores de la recaptación de la serotonina, pueden ser útiles. O bien, si el trastorno tiene características de hipomanía, pueden vislumbrarse otros fármacos específicos para esta condición.

La misma cosa vale para el uso de las dietas oligoantigénicas, cuando así era necesario. En todos estos casos puede mejorar la neurotransmisión y, por tanto, la relación, siendo esto válido tanto para muchas situaciones de autismo como para otras patologías.

El problema de los fármacos es que hay que conocerlos bien y aplicarlos de manera apropiada. En lo que respecta al trastorno por déficit de atención con hiperactividad, en Italia estamos en una situación en la que no podemos usar el metilfenidato, ya que fue retirado de la venta en los años setenta por una polémica que hubo sobre el tema. Es poco probable que fuera una buena idea, y no han habido estudios que demuestren la ventaja de no darlo.

REDES: A pesar de aspectos como el que acaba de comentar, para el lector español, Italia es un país al que se mira por el desarrollo en la red de servicios públicos en algunas zonas. En el campo de la infancia, ¿cuáles serían a su juicio los errores a evitar y cuáles los aciertos?.

ZAPPELLA: El error a evitar es aquel que he indicado antes. Hay que evitar pensar y proponer que cualquier reforma que hagamos quede inmóvil para siempre: de este modo se convierte en una ideología.

La mejor parte del sendero que hemos recorrido ha sido la de hacer proyectos conjuntos entre ciudadanos y competencias, partiendo de necesidades concretas. 

Hace 26 años, Italia exportaba mano de obra: los centros y las clases especiales estaban llenos de hijos de trabajadores emigrados internos y externos. Era justo luchar contra esas instituciones y sobre esta base fue posible crear un gran movimiento.

Hoy Italia importa mano de obra, las necesidades son distintas de las de entonces, y sabemos muchas cosas nuevas sobre los niños difíciles. Los programas, por tanto, deben hacerse partiendo de sus necesidades en la sociedad en que viven teniendo en cuenta también su futuro. Por ejemplo, nosotros tenemos un gran número de docentes de apoyo para la integración en la escuela, pero, una vez acabada ésta, hay poco o ningún apoyo, y el discapacitado, incluso leve, se queda en casa sin nada que hacer. Éste es el primer error a evitar, ya sea en líneas generales como en específicas, particulares. La programación para el hándicap debería ser que previera el futuro desde la infancia. Por ejemplo, para un niño con sordera grave ¿cuáles son las mejores condiciones para su crecimiento y en vistas a su futuro?. Lo que se diría para él es probablemente distinto de lo que se diría para un niño Down, que con frecuencia tiene buenas capacidades sociales y puede aprovecharse del estar en clase con niños normales. Se precisa también afrontar el presente y lo que tiene que ver, ya sea con trastornos frecuentes (como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad), ya sea con enfermedades raras, como el síndrome de Rett, niños estos que están muy bien en el parvulario con otros niños, pero cuya inserción debe ser pronto programada con aquello que les interesa –por ejemplo, aumentando las horas de música- y previendo también ciertas horas con otros niños gravemente discapacitados.

Sería importante que hubiera una verificación de las condiciones de inserción, al menos sobre la muestra de la población discapacitada.

REDESA propósito de esta última idea, me acuerdo de Machiavelli, asombrosamente moderno: «Me ha parecido más conveniente ir hacia la verdad «efectiva» de la cosa, que hacia la imaginación de ésta…». ¿Puede hablarnos de la posibilidad de acercar la terapia familiar a procedimientos de evaluación de las intervenciones menos toscos, más pragmáticos?.

ZAPPELLA: La terapia familiar, especialmente en lo que respecta a los niños, debe introducir instrumentos de valoración de la relación a la vez más explicativos y más objetivos, y por tanto más fácilmente verificables entre observadores varios. La aproximación etiológica es uno de ellos.

REDES: El papel del niño en la sociedad desarrollada está en un momento de evidente transformación. ¿Cuáles son sus reflexiones al respecto?

ZAPPELLA: El papel y la situación del niño en la sociedad desarrollada tienen alto riesgo de trastornos relacionales: tenemos de ello una rica evidencia en lo que respecta a los trastornos del humor que son mucho más frecuentes que hace pocos decenios, aparecen cada vez antes y se acompañan de un aumento de suicidios en edad evolutiva (disminuyendo, en cambio, entre los adultos y ancianos). Ya hablé antes del trastorno por déficit de atención e hiperactividad. A veces se me ocurre pensar en Mozart, que estaba afectado por el síndrome de la Tourette con coprolalia, escribía cartas indecentes a sus hermosas primas, y que en una época que era mucho más tolerante que la nuestra a determinadas condiciones sociales, consiguió hacer de modo que su genio se enriqueciera también de sus modalidades tourettianas: basta pensar en La Flauta Mágica, a Papageno que llama a su Papagena con una palilalia evidente. Intento imaginar a Mozart en el sistema escolar actual: quizá en aula especial o con enseñante de apoyo. Y no consigo imaginar que en nuestro contexto aparezca ningún Papageno.

El problema es muy grave. Decía Tinbergen que en el arco de pocos decenios, han desaparecido variables de crecimiento que probablemente existían desde hacía cientos de miles de años, como el grupo de chicos de edades variadas, con la consecuencia de confinar el crecimiento entre dos instituciones, la familia y la escuela, ambas, añado, invadidas de un loco espíritu de competición. Un crecimiento relacional sin compensaciones, invadida de una sola ideología. Un niño que cuesta cifras locas en el plano económico, emotivo y de tiempo.

Éste me parece el papel: con una connotación siniestra, trágica. Y sin que de ello haya una particular conciencia. Quizá el modo en que se extinguirá la sociedad industrial avanzada será justo con la desaparición de los hijos. En Siena se ve ya: los recién nacidos son la mitad de los fallecidos.

REDES: Puesto que nos hallamos en Siena, ¿cuál es el papel de las contrade (agrupaciones de vecinos de un barrio que tienen en Il Palio su fiesta cumbre, donde son representadas por un jinete que compite en un torneo de raigambre medieval) en la salud mental de los niños?.

ZAPPELLA: En Siena la vida del centro histórico está basada en las contrade. Son pocas calles con su casa de la contrada en cada barrio, en la cual hay restaurantes, salas para juegos, etc., y con frecuencia una iglesia. Tienen su bandera y su organización estructurada en todos los detalles. Se pertenece a la contrada por derecho de nacimiento y después se va viendo involucrado en una serie de rituales que tienen que ver con los distintos momentos de la infancia, de la juventud y que acaban con la muerte (las esquelas añaden siempre el nombre de miembro de la contrada). Es un sistema social de mallas estrechas: las mujeres preparan sus fiestas y actividades propias, los muchachos sirven gratuitamente en el restaurante de la contrada o participan en las ceremonias diversas o en las fiestas, los hombres tienen también otros papeles en la organización, etc. Consecuentemente, el control social es muy fuerte. Hay que añadir que en el centro histórico no circulan coches. El efecto es positivo sobre el crecimiento relacional, sobre la inserción de discapacitados, y también la droga es mucho más rara que en la periferia.

REDES: ¿Qué autores daría a leer a un terapeuta familiar?. ¿Qué otras sugerencias?.

ZAPPELLA: Dostoievski opera omnia. Su concepto de «idea-sentimiento» que se halla en Crimen y castigo es modernísima y está en la base de mi trabajo relacional. Por lo demás, Bowlby, Robert Hinde y Nico Tinbergen para la etología, el libro de Daniel Stern, los artículos de Papousek, Trevarthen, Tronick, Fivaz, para el crecimiento relacional. Algún libro sobre el teatro del absurdo (por ejemplo, de Artaud, El teatro y su doble).

Los consejos son: a) tener una práctica directa de trabajo con niños pequeños ya sea con normales o afectados; b) cuidar las propias capacidades expresivas, eventualmente en cursos para actores o mimos.

REDES: ¿Qué opinión tiene de Vygotsky?.

ZAPPELLA: He tenido siempre una gran admiración por él como hombre y estudioso: un verdadero revolucionario. No por casualidad Stalin lo hizo matar. Su idea de las capacidades latentes en los jóvenes continúa siendo muy actual.

REDES: Por último, ¿qué sentido ve a hablar de ética en los encuentros profesionales?.

ZAPPELLA: La ética es una compañera constante de nuestro trabajo, especialmente con los niños discapacitados. Pienso en situaciones en las que el niño está irremediablemente comprometido, sabemos que no podrá hablar, no podrá sentarse solo, ni caminará. Si no decimos esto con claridad a los padres abrimos la puerta a rehabilitaciones cada vez más costosas, sin pensar que todo ello lleva a destruir una familia. Pienso en las tantas niñas Rett que en Italia todavía hacen psicoanálisis. Pienso en el padre de un niño autista que ayer me telefoneó diciéndome que entre viajes y terapeutas extranjeros invitados había gastado más de quinientos millones, dinero, a mi parecer, inútil, si no dañoso…

En este plano, justo es decir que la ética es «también» sistémica, en el sentido de que nuestro hacer, nuestras propuestas, tienen con frecuencia un efecto que va más allá del niño al que tratamos

Pese a que el frío amainó, el relumbre de la fuente Gaia, en la plaza del Campo, seguía mudo. Sin embargo, tengo de Siena un recuerdo sonoro, donde toma cuerpo una de mis «voces», para colmo.

Notas

(*) Publicado en Perspectivas Sistémicas nº 52 (Año 1998, Agosto/ Septiembre). Reproducido de la publicación española REDES, (Volumen I, número 2, segundo semestre 1996).

Referencias bibliográficas.

Bowlby, J. (1973), Attachment and loss, Nueva York, Basic Books (trad. cast.: El vínculo afectivo, La separación afectiva La pérdida afectiva, Barcelona, Paidós, 1993).

Papousek, H. y Papousek, M. (1979), «The infant’s fundamental adaptative response system», en E. B. Thoman (comp), Origins of infant’s social responsiveness, Hillsdale, L. Erlbaum.

Stern, D. N. (1985), The interpersonal world of the infant, Nueva York, Basic Books (trad. cast.: El mundo interpersonal del infante, Buenos Aires, Paidós, 1991).

Tinbergen, N. y Tinbergen, E. (1983), Autistic children: new hope for a cure, Londres, Allen & Unwin.

Trevarthen C. (1990), «Brain circuits and functions of the mind», en Essays in honour of Roger W. Sperry, Cambridge, Cambridge University Press.

Zappella, M. (1976), Il pesce bambino, Milán, Feltrinelli.

Zappella, M. (1979), Il bambino nella luna, Milán, Feltrinelli.

Zappella, M. (1984), Non vedo, non sento, non parlo. Autismo infantile: come i genitori possono guarire da soli i propi figli, Milán, Mondadori (trad. cast.: No veo, no oigo, no hablo. El autismo infantil, Barcelona, Paidós, 1992).

Zappella, M. (1996), Autismo infantile: studi sulla affettività e le emozioni, Roma, N.I.S.

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