Los oasis relacionales
«Debemos favorecer todos esos espacios …
J. Michel Bernier
grandes o pequeños que son alimentados por una voluntad
de hacer surgir las razones para creer y actuar juntos»
«Una sociedad puede llamarse humana en sus cualidades
Martín Buber
y en sus capacidades en la medida que
sus miembros se confirmen unos a otros«
Censura, maltrato, desgaste profesional, diferentes conceptos pero sinónimos de atentado al despliegue, al desarrollo del potencial de los seres humanos. Erosión de la libertad de expresión, del amor y del bienestar. El perverso placer de impedir y someter. De vigilar y castigar como diría Foucault.
Y en medio de ello, nosotros y nuestra tarea como agentes de salud en contextos exigidos y exigentes, dirigida al cambio, a la evolución, al respeto de las diferencias, a la multiparcialidad, a la escucha y validación de narrativas polifónicas, caleidoscópicas e incluso, muchas veces, contradictorias, sosteniendo la circulación de la comunicación, abriendo nuevos caminos para el encuentro, creando oasis relacionales en los cuales saciar nuestra sed de afecto, pertenencia y reconocimiento junto a nuestros semejantes.
En este número, del Dr. Sluzki nos alerta sobre el avance de la censura y afirma: «yo estoy del lado de formar y mantener nuestra propia opinión«y desde allí denuncia, aludiendo a situaciones puntuales, los intereses políticos que van ocultando y tergiversando la información que nos permitiría construir nuestro propio criterio desde el cual opinaremos, influiremos y en muchos casos, actuaremos o dejaremos de actuar.
Nuestra tarea cotidiana como clínicos o como docentes implica un compromiso con el alivio del consultante, con la posibilidad de transmitir información científica, sentimientos, actitudes y por supuesto, valores. Y también velar por ellos en todos aquellos ámbitos que transitamos. Si permitimos que nos compelan a atender de acuerdo a intereses reñidos con la calidad de vida de nuestros pacientes, con la idea de sobreadaptarlos a estos a contextos patológicos, dejaríamos de ser catalizadores de cambios, facilitadores de nuevos y mejores relatos, generadores de ecosistemas saludables para los que estamos y para los que vendrán.
Por su parte, el Dr. Linares polemiza con las lecturas estereotipadas del maltrato y defiende el pensamiento sistémico, desafiando las convenciones sobre lo que «se debe» pensar y hacer en relación al abuso y a la violencia. Para ello se ocupa, como el «credo» sistémico constructivista lo postula, de todos y cada uno de los involucrados en las situaciones de violencia, incluyendo tanto a los que la padecen como a los que cometen los actos violentos, así como también, de aquellos o aquellas cuyas complicidades contribuyen al armado de estos dramáticos escenarios de la vida familiar, estos circuitos de ordalía de la vida cotidiana. Más allá de distinguir perfectamente las responsabilidades de cada uno de los miembros del grupo familiar, no se erige en árbitro omnisciente, ni defiende ni acusa a nadie, simplemente emprende la difícil tarea de sanar las heridas y posibilitar la mejoría y el cambio de todos los participantes. Lo hace con las herramientas de la teoría y de la práctica sistémica. Y también, con una buena dosis de inteligencia emocional y coraje existencial.
Por último, la Lic. Arón afronta el tan temido y reconocido desgaste de los profesionales que lidian precisamente con la violencia. Propone métodos de prevención para aquellos que se arriesgan a sufrir la erosión psicológica de un trabajo tan estresante, movilizador de emociones encontradas, de sentimientos y reacciones sumamente complejas de controlar.
Para ello sugiere técnicas grupales, estrategias de higiene relacional, múltiples formas de autocuidado y de cuidado del otro, conciencia de equipo y la posibilidad de compartir angustias y dificultades de esta exigente tarea, ocupándose asimismo de la persona del terapeuta y de su calidad de vida fuera de su trabajo. Y si sus propuestas expertas son importantes para todos nosotros, resultan esenciales para aquellos que desarrollan actividades en ambientes o con temáticas particularmente tóxicas como la violencia.
Concluyendo, es bueno recordar el legado de Milton Erickson y Virginia Satir entre otros, la senda de los pioneros de nuestro campo (ahora muy en boga con la actual denominación de Psicología Positiva), centrando nuestro trabajo en la causalidad circular, en el pensamiento estratégico, en la construcción de «realidades», de narrativas más esperanzadas y sobre todo, en el énfasis puesto no en la escucha de los problemas o de las dificultades personales sino en los recursos, las potencialidades y los medios a poner en marcha para descubrir recursos y crear otra manera de comunicarse consigo mismo y con los demás.
Hasta el año que viene y muchas felicidades querido/a lector/a,
Claudio Des Champs