Editorial de Perspectivas Sistémicas Número 91

El arte de la terapia familiar

«Lo que llamo procesos mentales son, de hecho, 
acontecimientos en la organización y relación entre las partes»

Gregory Bateson

Cuando tenemos en cuenta las ideas y validamos los puntos de vista y los sentimientos de nuestros consultantes, cuando nos interesamos en la manera de producir cambios o en los momentos asintomáticos de quienes nos consultan, generamos las excepciones que pasarán a formar parte del nuevo relato que permitirá el pasaje a nuevas etapas evolutivas, traerá el alivio o la desaparición de los síntomas y sobre todo, generará el deuteroaprendizaje concebido por Gregory Bateson, es decir, el proceso de aprender a aprender. 

Complementariamente, la externalización del problema, creada por Michael White, nos permitirá la creación de un equipo de trabajo entre los clientes y nosotros. Este equipo trabajará en conjunto en la resolución del problema que «está allá afuera» y que nos desafía a todos pero que no está «dentro» de ninguno de nosotros si bien, cada una de las partes involucradas, tiene una cuota de responsabilidad y algo que aportar para resolverlo y seguir adelante. 

La formación teórica, el riguroso entrenamiento supervisado del psicoterapeuta y su disposición a brindar ayuda por un lado, y el deseo de mejorar, la disposición de ser ayudado del cliente y sus recursos o aspectos resilientes por el otro, son condiciones necesarias pero no suficientes, de una psicoterapia con buenas probabilidades de éxito. 

Lo que generará la diferencia, lo que hará que esa posibilidad se concrete, son los valores que enmarquen dicho encuentro, el clima relacional y las reglas de convivencia entre los protagonistas de estos dos subsistemas interdependientes del sistema psicoterapéutico, subsistemas que coevolucionan y cuyo resultado final depende, en gran parte, de lo que suceda en ese vínculo. Especialmente del provecho que le saque el consultante a esa relación y de la flexibilidad del psicoterapeuta para no interferir en ese proceso de aprendizaje de la auto asistencia del consultante. 

Los tres experimentados maestros de la psicoterapia que expresan sus ideas en este número de Perspectivas Sistémicas, despliegan la riqueza de sus largas trayectorias y reflexionan sobre el arte disciplinado o el oficio creativo, de ayudar a las personas a través de procesos conversacionales que aœnan el rigor y la imaginación a la que aludía Gregory Bateson. 

Por cierto, cada uno de ellos, lo hace de una manera particular, mediante distintas prácticas y abordajes que parten a su vez, de diferentes lecturas e incluso, como en el caso de Bert Hellinger, de hipótesis causales que se remontan a tramas históricas muy antiguas de las familias a las que pertenecen sus consultantes. 

Los tres en todo caso, obtienen en sus viajes por el mundo, muy buenos resultados con las familias, parejas o individuos que se atienden con ellos. Desde un lugar muy primario uno podría decir que todos ellos utilizan formas, palabras y maniobras psicoterapéuticas que resultan muy efectivas. Es decir que sus palabras y sus acciones ( recordemos que para Wittgenstein «las palabras son acciones»), resultan convincentes y sobre todo, tomando los datos más recientes en investigación en psicoterapia y el pensamiento de muchos terapeutas contemporáneos, los clientes realizan cambios, resuelven conflictos, se alivian y eliminan síntomas, utilizando algo de las intervenciones y de las características personales de cada uno de estos experimentados psicoterapeutas. Cada uno tiene su teoría explicativa, su precisa metodología, la cual enseñan con generosidad a colegas de distintas culturas. Pero ¿qué es ese algo que seleccionan los consultantes de estos maestros de la psicoterapia? Es evidente que cuando nuestros pacientes salen adelante es porque ellos hicieron algo por ellos mismos. En el campo sistémico nos gusta pensar que aprendieron algo nuevo, en términos postestructuralistas diríamos que aprendieron un lenguaje orientado hacia las soluciones (De Shazer, Berg) o a tener conversaciones que no incluyan el problema, deconstructivas y reinterpretativas, generadoras de nuevos guiones e incluso de nuevas identidades (Deleuze, White, Epston y otros). 

En todo caso, es evidente que, como lo propone Andolfi en su obra inédita en castellano, La Terapia narrada por las Familias, de la cual publicamos un primer fragmento, y, a través de los datos que nos aportan los investigadores que se ocupan de la Alianza Terapéutica y de todo lo que reportan miles de consultantes en relación a qué fue aquello que los ayudó de nuestras intervenciones, la opinión de quienes reciben nuestros servicios tiene cada vez más peso.

En la mayoría de los casos, cuando se cotejan las respuestas de los consultantes con las de los terapeutas en relación a, cuáles fueron las intervenciones más relevantes en el tratamiento que involucró a ambas partes, suelen aparecer groseras diferencias entre las respuestas de unos y otros. En general, es notoria la divergencia de opinión entre el terapeuta y su paciente en cuanto a qué fue aquello que ayudó más, o cuales fueron las intervenciones decisivas en el éxito del tratamiento. Los terapeutas suelen referirse a sus teorías o técnicas y los consultantes a las actitudes, características personales y a los pequeños pero significativos gestos del terapeuta a lo largo del tratamiento en cuestión.

Sigamos entonces aprendiendo de los grandes psicoterapeutas como Salvador Minuchin, Bert Hellinger y Maurizio Andolfi pero aprendamos a aprender también de los otros maestros que nos visitan todos los días en nuestros consultorios, nuestros consultantes, preguntándoles humildemente qué les sirve de lo que hacemos juntos. Y sobre todo, tengamos muy en cuenta sus respuestas.

Hasta la próxima querido /a lector /a,

Claudio Des Champs

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