Este breve y sustancioso diálogo se produjo en Santa Fe, durante el intervalo de un curso avanzado dictado por Ruth (Coqui) Casabianca, Hugo Hirsch y Carlos Sluzki. Guillermo Visotsky, corresponsal itinerante de Perspectivas Sistémicas, viajó especialmente para provocar estas polémicas y estimulantes opiniones sobre el desarrollo y la práctica del movimiento sistémico.
G. Vistosky (G.V.): —Casabianca, ¿cómo ve al movimiento sistémico en Santa Fe?
R. Casabianca: —Bueno, bastante más desarrollado que hace unos años y teniendo a Carli Sluzki acá, aprovecho para decir que en realidad él, desde las sombras, siempre ha sido una figura estimulante para el desarrollo de la tera-pia sistémica en la Argentina, con un impacto local en Santa Fe también, ya que de alguna manera quienes nos ini-ciamos en la terapia sistémica hemos sido alumnos de él.
G.V.: —Hugo, (Hirsch) tu opinión.
H. Hirsch: —Yo querría decir algo a propósito de lo que dijo Coqui. En reali-dad, tanto ella como yo, como tanta otra gente, empezamos en esto en buena medida gracias al apoyo y la generosi-dad de Carli, que en lugar de aburrirse de la cantidad de argentinos descarriados que iban aterrizando por California y después por Massachusetts, nos acogió, nos enseñó, nos dio las oportu-nidades para aprender en primera in-stancia. Y en segunda instancia, yo creo que Carli (Sluzki) tiene una cualidad que yo aprecio mucho entre otras, en la que trato de imitarlo, que es su preocupa-ción por distribuir ciertas formas de saber corno modo de contribuir a la resolución de problemas en diversos ámbitos; dicho de otro manera: yo creo que en las operaciones guiadas por un pensamiento sistémico, contribuyen al desarrollo de la salud, en ámbitos muy variados y una de las contribuciones muy interesantes que se están hacien-do acá en Santa Fe para el resto del país, tienen que ver con enseñar a pensar de un modo fructífero en muchos lugares que contaban con instrumentos conceptuales que no se adaptaban en absoluto a una serie de realidades so-ciales. Yo creo que él, desde el Hospital de San Francisco, de su trabajo actual en los Berkshires muestra esta preocu-pación, diría yo, por volver productivo al pensamiento sistémico y eso es algo que yo creo Coqui que aquí, ha recogido mucho y ha desarrollado mucho, en alguna medida con el aporte mío en algunos momentos.
G.V.: —¿Carli? (Sluzki).
C. Sluzki: —Mi propia trayectoria, como sabes, tiene como punto de partida el experimento de Lanús, que fue un semillero de ideas, de gente y de actitu-des para con el campo de la salud mental, gracias al aval de Mauricio Goldenberg. Goldenberg fue el maestro y el padrino de una cantidad de gente que incluye a Vicente Galli, Valentín Baremblit, Hernán Kesselman, y, direc-ta o indirectamente, centenares de personas. Lanús fue un lugar donde lo importante era justamente lo que plan-teaba Hugo, es decir, la praxis, y que donde lo que nosotros decíamos era lo que hacíamos, y tratábamos de hacer lo que decíamos, y al mismo tiempo, de evolucionar constantemente en la búsqueda y el refinamiento de instru-mentos conceptuales en la práctica. Esta es una impronta que he podido mantener y que hace que mi actividad actual como Jefe del Departamento de Psiquiatría en el Berkshire Medical Center me resulte tan interesante. En ese lugar donde pongo en práctica las ideas y las puedo repensar desde ahí. A propósito, el otro día presenté algunas prácticas de nuestro Departa-mento en el 3° Congreso Interinstitucional de Psicopatología y Salud Mental, en Buenos Aires, y un par de colegas me comentaron que !o que yo presenté no había sido terriblemente original ya que habían escuchado una variación sobre el tema presentada en una oportunidad anterior por Mará Selvini, salvando las diferencias que yo mismo señalé en mi propia presentación. A mi vez, yo les pregunté «Sí, todo está muy bien, pero ¿quién lo está haciendo? El proceso de recepción y admisión sistémica en insti-tuciones de servicios de salud mental, ¿se está haciendo en la actualidad?’ Tal vez puede que se lleve a cabo un proce-dimiento de recepción con orientación sistémica en un par de instituciones privadas pero, en términos general es, la distancia entre lo que se dice y aquello que se hace es enorme. Existe un doble standard1 por el que la gente pierde la posibilidad del examen crítico de aque-llo que está predicando, porque no lo predica con el ejemplo. Y no es que esté en contra de enamorarse de ideas. Al contrario. Pero con las ideas hay que no sólo volar sino también arar.
Desde ese punto de vista, nuestras herramientas conceptuales tan sofisti-cadas y tan complejas como son en realidad las herramientas sistémicas, deben poder resistir la prueba de la práctica. Dicho al revés: si se las man-tiene distantes de la práctica, entonces estamos haciendo teología, cosa que a mí, personalmente, no me interesa.
En relación con el otro comentario, tanto de Coqui (Casabianca) como de Hugo, me produce una enorme alegría ver que mi esfuerzo de estos últimos diez años de desarrollar un programa anual, destinado no sólo a formar sino a fomentar un diálogo con y entre tera-peutas de países latinoamericanos, ha dado suculentos frutos.
Profesionales de la talla de Hugo, Coqui y tantos otros, en la Argentina y en otros países hispanoparlantes han pasado por nuestro programa y después han desarrollado sus propias ideas, mantenido su propia identidad y establecido un lenguaje común, como gente generadora de ideas, pensante y actuante.
(1) Doble vínculo.