Editorial de Perspectivas Sistémicas Número 81

La coartada de Dios vs. la responsabilidad personal

«El lenguaje, antes que un objeto es un ser»

Merleau Ponty

¿Podemos llamar «civilización» a un sistema basado universalmente 
en la supresión de una existencia por otra para sobrevivir?
«

Carlos Fuentes

Nunca probablemente desde las cruzadas, la Inquisición y alguna otro período histórico de la era cristiana, se ha matado tanto en nombre de dios, escrito con mayúscula. 

Los terroristas fundamentalistas islámicos cometieron terribles atentados en su nombre y en el de una supuesta «guerra santa» (notarán que la primera palabra que alude al horror y la destrucción masiva pierde parte de su carga semántica real por estar seguida del adjetivo «santa» que alude a un universo semántico absolutamente antagónico) con la esperanza de acceder a un paraíso en el Mas Allá, una especie de recompensa suprema por la realización de tales actos. 

Por otro lado, el ejército de los Estados Unidos masacró a miles de civiles inocentes («daños colaterales» fue el eufemismo encubridor en este caso), mintiendo con respecto al tan mentado arsenal nuclear para despertar, una vez más, la visión paranoica del mundo del pueblo norteamericano tan bien descripta en el film de Michael Moore ,»Bowling for Columbine » y revitalizar industrias como la de las armas e ir detrás del petróleo como es bien sabido.

También es de público conocimiento que muchos «megaevangelistas» mediáticos norteamericanos que influencian a millones de televidentes con un manejo tecnológico y comunicacional muy profesional de los medios de comunicación masivos y que sueñan y trabajan por un Estado teocrático, forman parte del entorno cercano del actual presidente de los Estados Unidos, como ya formaban parte del de Ronald Reagan (1). 

En este continuo escamoteo, tergiversación, ocultamiento y manipulación del lenguaje de los gobiernos, grupos de poder económicos, fundamentalismos religiosos y terroristas en estado de guerra perpetua, aparece la gran coartada que justifica todo: el Bien Supremo o expresiones semejantes (recuérdese por ejemplo aquello de «Justicia Universal» ).

Esta estratégica manera de construir la realidad, termina montando el clásico escenario de los «buenos» de la película (o peor aún, del reality show donde las cosas ocurren de verdad, en vivo y en directo) enfrentando a los «malos» y recordemos que los «enemigos» y los «malos» son suprimibles.

A continuación, hace su aparición la Coartada Suprema: si soy el Bien con mayúscula tengo el poder de decidir quienes son el «Mal». ¿Y quién me avala, me justifica, decide y guía mis acciones evitándome cualquier cuestionamiento o responsabilidad moral?: nada menos que «Dios». A partir de ahí mi impunidad es total, puedo mentir, manipular, torturar y masacrar, dios «está conmigo», «me guía», ergo, no tengo la menor responsabilidad sobre mis actos por aberrantes que estos sean. 

La frase «recibía órdenes», esgrimida como excusa de sus injustificables actos por la soldado norteamericana (una de tantos) que ahora será juzgada por torturar prisioneros de guerra, nos recuerda los estudios de Stanley Millgram de hace cuarenta años, lo mismo que aquellos retomados por investigadores de la universidad de Stanford en 1971. Ambos trabajos explican como gente ordinaria puede realizar actos de suprema crueldad cuando se siente avalada por una autoridad que la respalda. Muchos torturadores han recurrido a este subterfugio. El debate sobre esta cuestión está absolutamente terminado. O debería estarlo. 

Lo mismo que el que equipara al terrorismo que atenta contra el sistema establecido con el terrorismo de Estado que se escuda en la autoridad y el poder que le fue otorgado y delinque en nombre de la defensa de la Democracia o de los Valores Supremos. 

El lúcido y conmovedor testimonio científico y personal del Dr. Roberto Pereira relacionado con el terrorismo vasco, nos proporciona un valioso aporte sobre el terrible mal de nuestra época.

El Dr. Biscotti con una ocurrente metáfora, explica el juego relacional de la dependencia/ independencia en la pareja, aludiendo a la co- responsabilidad presente en el dinámico proceso de la convivencia.

La Lic. Joselevich, reconocida experta en el Síndrome de Falta de Atención con y sin Hiperactividad (AD/HD), desarrolla en profundidad la compleja cuestión relacional de las personas que padecen esta disfunción, de que modo afecta a sus eventuales parejas, como se diagnostica y qué hacer al respecto. También alude a los aspectos positivos de la persona con estas características y como explotarlos en su beneficio y en el de su entorno.

Por último, nos pareció interesante continuar actualizándote lector/ a, sobre las nuevas tendencias y el interminable debate del futuro de la terapia familiar, expresado en esta ocasión a través de la opinión de nuestro eminente colega, Bill Pinsoff.

Hasta el próximo número, con la esperanza de estar unido contigo lector/a en la tarea de cuidar la ecología del lenguaje que nos constituye, nos enlaza (o nos enfrenta), justifica nuestros actos y con la cual vamos creando la realidad en la que terminamos estando inmersos.

Claudio Des Champs

Notas

1 «La Revanche de Dieu» Chrétiens, juifs et musulmans ˆ la reconquête du monde. Gilles Kepel (1991, Seuil).

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