Fragmento
Hace alrededor de 20 días, mientras viajábamos en un taxi rumbo a una reunión, con el afecto que siempre la caracteriza, Denise me dio el primer ejemplar de su libro. «Me lo acaban de traer y quería que fueras la primera en tenerlo » Lo agradecí muchísimo, aunque ninguna de las dos podíamos poner en palabras, al menos en ese instante, todo el afecto, los relatos acerca de nuestras vidas, las conversaciones mantenidas y las prometidas, los encuentros y desencuentros, las escrituras pasadas, actuales y en gestación…
Unas dos semanas posteriores Denise me escribió solicitándome la posibilidad de escribir un comentario sobre el libro. Tuve la convicción de que iba a resultar difícil hacerlo. Miles de imágenes y asociaciones me inundaron y ordenarlas en un texto suponía quitarles su sabor, su textura, su polivocidad.
Luego comprendí un cierto privilegio que la autora me había concedido : expresar todas esas sensaciones e ideas que surgían (des)ordenándolos en la cotidianidad de la escritura. Me acepté momentáneamente como «la comentadora», pero a sabiendas que el deleite, el placer y la angustia estarán en el hecho fáctico de sumergirse y dejarse inundar por esta obra.
Decidí entonces retomar el itinerario de nuestro encuentro.
Al día siguiente, guardé el libro en la valija de uno de mis múltiples viajes y partí hacia Tucumán, en el lejano noroeste argentino.
Un encuentro con gente de esa provincia y de Jujuy, muy alejada de los vocablos «subjetividad», «paradigma», «complejidad», «cuerpo encarnado» y tantos otros. Gente de comunidades lejos de todo pero muy cerca de sus vidas y sus silencios.
Algunos de ellos habían viajado muchas horas para llegar al sitio del encuentro. Para varios era la primera vez que se alejaban de sus comunidades, de sus familias. Ciento treinta personas compartiríamos tres días con sus noches para conversar acerca de los niños, niñas y familias de sus localidades, acerca de cómo favorecer el crecimiento y desarrollo.
Era la primer noche y en el amplio comedor del hotel, ubicados en varias mesas nos disponíamos a comer. Mi mirada se detuvo en una mujer cabizbaja, de rasgos incaicos, con el plato de comida delante suyo sin tocar. Pensé que se sentiría mal y me acerqué a ella, la saludé, le dije mi nombre, le pregunté el suyo. Me contestó sin levantar la vista. Le pregunté si tenía algún problema y sin cambiar su postura, dijo en voz muy baja: «es que no pude terminar de hablar con mi hijo» Entendí que se refería a un llamado telefónico y pensé que se había cortado la comunicación. De todos modos, inquirí el por qué: «es que nos llamaron a comer». Demoré unos instantes en comprender, hasta que reaccioné avergonzada de nuestra eficacia organizativa y sólo atiné a decir, «coma tranquila, Rosalía, que después de la cena la acompaño a llamarlo». Levantó la vista, me miró de frente, sonrió apenas y balbuceó un «gracias», mientras tomaba los cubiertos y arrimaba la silla a la mesa.
Esa noche abrí el libro de Denise y ahí no más, en el prólogo leí «En eso consiste el juego de los vínculos: en crear formas sin congelar, en hacer existir»
Me atrapó la lectura cuando el primer capítulo me preguntó «¿De qué hablamos cuando hablamos del cuerpo? Recordé el cuerpo doblegado de Rosalía, mientras que el mío recorría seguro el espacio de una organización pensada con esmero y experiencia. Recordé como me descoloqué frente al acontecimiento de ese breve encuentro y como ambas, ella y yo, nos recuperamos en ese nuevo existir que diagramamos. No sentí sólo que la ayudaba sino que ella me ayudaba a mí en uno de mis tantos puntos ciegos, tal como señala Denise, «somos ciegos de nuestra ceguera. Somos incapaces de ver que no vemos»
Sin lugar a dudas este libro «… se inscribe en una perspectiva conceptual …que exige como punto de partida la especificación del lugar desde el cual se habla» Nos introduce de este modo en las múltiples dimensiones que atraviesan todas sus escrituras: «la ética, por la decisión del hablante de hacerse cargo de su discurso; la estética, que reconoce la importancia del contenido de la forma y de los vínculos específicos que ésta crea; y política, porque pretende un lugar en el entramado relacional contemporáneo»
Surgió entonces nuevamente el recuerdo de Rosalía cabizbaja y quedé pensando que podría no haberla visto; o haberla visto y no acercarme; o acercarme, preguntarle y pensar en que su reacción era la lógica por la sumisión ancestral en la que vive. Pero mi «foco» fue el de repensar la organización «eficiente» de un encuentro que producía des-encuentros con los afectos singulares, avasallando nuevamente con horarios y dinámicas pensadas en Buenos Aires, desde un lenguaje concebido como universal.
«Los diversos lenguajes son inconmensurables entre sí y, por lo tanto, no hay una traducción exacta, completa, mecánica del uno con el otro sino un proceso de traducción parcial, metafórico y creativo, … al hablar del lenguaje verbal y la experiencia corporal»
Al leer lo que desarrolla en la sección «el cuerpo de la modernidad» es imposible soslayar cierta sorpresa y admiración por las sutiles y profundas «inoculaciones» que hemos recibido y de las cuales es difícil sacudirnos. El motivo de esta dificultad está en parte plasmada en la oración que cierra este capítulo «El sujeto encarnado disfruta del poder de la creatividad y de la elección pero debe hacerse cargo del mundo que ha co- creado»
NOTAS
– EL JUEGO DE LOS VÍNCULOS-Subjetividad y Redes: Figuras en Mutación. Denise Najmanovich , 126 páginas, Editorial Biblos.
– La Dra. Najmanovich es doctora por la PUC de San Pablo. Profesora de Epistemología de las Ciencias Sociales y de Epistemología se la Psicología Social de la Universidad CAECE. Profesora de Subjetividad y Organización de la Maestría de Psicología de las Organizaciones. Asesora académica de la Fundación para el Desarrollo y la Promoción de las Redes Sociales (FUNDARED).
(Lea el texto completo en Perspectivas Sistémicas Nº 88 en kioscos, librerías o por suscripción).