Editorial de Perspectivas Sistémicas Número 89

Errores y dilemas en psicoterapias

Si nos situamos en un enfoque sistémico narrativista, de la manera que nos propone el Dr. Ramos, gozamos de una gran libertad para escuchar, formular preguntas e intervenir en el escenario psicoterapéutico. Libertad por cierto, no exenta de responsabilidad. De una enorme responsabilidad que no puede escudarse en una supuesta «verdad» teórica que justificaría mis acciones y que sobre todo, me quitaría toda responsabilidad ante el fracaso en mi afán de brindar ayuda u orientación a quienes me consultan. Por lo tanto, nunca podría decir que mis pacientes se «resisten» a mis ideas o a cambiar debido a la grave patología que padecen; o que esta o aquella pareja no logra los objetivos que nos propusimos debido a sus incurables y mutuos complejos de Edipo; o que finalmente, determinada familia no coopera con el tratamiento o sugerencias o estratégicas que yo les propongo a sus miembros porque se trata de personas muy «enfermas» o de un sistema gravemente perturbado. De hecho, decirlo puedo decirlo, tengo el derecho de «salvar la cara» frente a mis colegas, salvaguardar mi autoestima o preservar mi ego u orgullo profesional herido. Admito haberlo hecho. Recuerdo muy bien habérmelo escuchado decir. Pero no es lo que mis maestros sistémicos, estratégicos ericksonianos, estructurales, constructivistas narrativistas o centrados en la solución me enseñaron. Cuando adopté esa postura, cuando utilicé ese lenguaje incriminatorio hacia mis consultantes, influyeron más mis limitaciones como ser humano, mi desconocimiento en algún área específica del campo de la psicoterapia, mis fallas técnicas, mi falta de convicción, mi omnipotencia que me impidió pedir ayuda, o simplemente mi cansancio mental, mis prejuicios personales aun no asumidos y superados o alguna emoción interpersonal perturbadora entre tantas otras posibilidades. O tal vez, una combinación de algunos o de todos estos factores.

El Dr. Biscotti aborda el tema sin subterfugios, con la honestidad e idoneidad que lo caracteriza, y nos cuenta como, a pesar de o más allá de sus intervenciones psicoterapéuticas, los consultantes se las arreglaron para salir adelante y generar con sus propios aspectos resilientes, ingenio y sentido común, soluciones y respuestas adecuadas que resultaron exitosas y que les permitieron, no sólo salir del paso sino también resolver, cambiar y evolucionar . Cómo concluye el propio autor, «… es necesario poder reconocer los errores como una fuente de cuestionamiento, que estimule tanto la creatividad como la investigación. Nuevamente bienvenido el equivocarse, para poder cambiar. Y bienvenido el dilema porque de la duda nace una nueva certeza».

El Dr. Linares parte de la idea central del pensador sistémico, el profesor Humberto Maturana, que afirma que el amor es el elemento definitorio de la condición humana. Y a partir de ello propone el concepto de nutrición relacional. De la interferencia que se produzca en el despliegue de dicha nutrición, del impacto de la desconfirmación en las relaciones humanas, se produciría la falta de este alimento esencial para nuestro desarrollo como individuos. A continuación, el autor deduce hipótesis patogénicas y desarrolla una lectura relacional de la esquizofrenia, de los trastornos de personalidad, de la depresión y propone una psicoterapia sistémica consecuente con estas reflexiones clínicas que se resisten al reduccionismo de la clásica lectura psicopatológica. Pero citemos sus propias palabras al respecto: «… parece razonable definir la psicoterapia como una actividad dirigida a restaurar y hacer transitables los cauces por los que las relaciones nutricias puedan circular. Tampoco parece descabellado que ello se produzca de una manera específica, apuntando selectivamente a los mecanismos obstruidos para liberarlos de los obstáculos que les impiden funcionar». 

Finalmente, la Lic. Tyneo, con sus acertadas preguntas, le permite al Dr. Young, especialista en pacientes borderline, profundizar en los dilemas a resolver, en los errores a evitar y en el abordaje de estas consultas tan complejas, planteándonos nuevos desafíos e interesantes propuestas como el trabajo de reparentalización de dichos consultantes, entre otros valiosos aportes.

En todo caso, inspirándonos en el concepto que Maturana y Varela denominan «acoplamiento estructural», esa integración entre el organismo y su contexto, el mundo relacional se va construyendo en el proceso de vivir igual que, agregaría yo, el mundo de la psicoterapia se va produciendo a si mismo en esos encuentros únicos e irrepetibles, entre la persona del consultante y la persona del psicoterapeuta. Esta interacción co-evolutiva entre estas dos «especies», terapeuta- consultante, nos planteará siempre la posibilidad de acciones inéditas donde, el acierto de ayer, podría resultar el error de hoy y viceversa. Generar un contexto amoroso, sin temerle a esta última palabra, utilizándola sin tapujos como proponen el profesor Maturana como neurofilósofo y Linares como psicoterapeuta, aumentaría la posibilidad de intercambios donde los interlocutores se confirmarían mutuamente; donde el respeto por las diferencias y la utilización de las cualidades intrínsecas del consultante por parte del consultado, contribuirían a una alianza de trabajo en un clima de cooperación que desembocaría en una inteligente colaboración generadora, a su vez, de una saludable ecología relacional, cuyos efectos benéficos alcanzarían tanto al terapeuta como al consultante. En este aprendizaje en común, dejaríamos de hablar de «errores» para hablar de «equívocos» como sugiere el Dr. Ramos, lo cual implica malentendidos en la comunicación, co-responsabilidad y por ende, un vínculo mucho más simétrico donde, la diferencia, no debe necesariamente ser corregida.

Felices Fiestas querido/ a lector/ a y hasta el año que viene,

Claudio Des Champs

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