La libertad es terapéutica. Otro elogio de la locura 

Publicado en el número especial 94/5

Fragmento

«La libertad es terapéutica» fue el título del artículo y del primer número de «Perspectivas Sistémicas», allá por el año 1988. En ese artículo, desarrollaba un recuento crítico y también admirativo del modelo italiano de la desinstitucionalización psiquiátrica, cuya evolución se desarrolló a partir de la experiencia de Trieste liderada por el psiquiatra Franco Basaglia. Acababa de volver de Italia, donde había coordinado el grupo de voluntarios del modelo en Trieste, en el cual se trabajaba –sin colocarle el rótulo– de una manera sistémica. Redes sociales se entretejían en la experiencia: el trabajo interdisciplinario de médicos, trabajadores sociales, enfermeros, psicólogos, artistas, y muchas otras profesiones que convencionalmente no se asocian al trabajo con la locura. Diversas instituciones gubernamentales, municipales, privadas, tanto educacionales, gastronómicas, como asistenciales, entre otras, buscaban mancomunar sus esfuerzos para poner en práctica una ideología desmanicomializante. Sesiones terapéuticas sin y con el marco referencial del consultorio, podían desarrollarse en plazas, cafeterías, paseos a la vera del Adriático. Talleres de teatro, costura, escultura, pintura, cocina, una peluquería, un restaurante y cafetería, un centro de salud mental, un jardín de infantes y un gran parque, se encuentran tras los muros del ex hospicio de San Giovanni en el centro de Trieste. Muros que aún se conservan como evidencia de que alguna vez allí existió un manicomio. Idea que en la actualidad, debe ser explicada a las nuevas generaciones de niños y adolescentes como un mito o una antigua leyenda. Muros, a los que aludía Basaglia diciendo que las paredes de la segregación se levantaban en la sociedad en tres lugares: las cárceles, los manicomios y los cementerios. 

Años después, en este 2007, la experiencia continúa. Cuestionada, criticada, tal vez más obstaculizada, puesto que en sus inicios fue sostenida por partidos de izquierda y hoy el rebrote de grupos derechistas en Europa atentan contra la ruptura institucional, abocándose a reivindicar las instituciones totales, jerárquicas y piramidales que condenaron en Italia al ostracismo al paciente psiquiátrico. Aunque el permanente cuestionamiento de las funciones fue uno de los bastiones originales del movimiento, y esta crítica al desarrollo del rol hace que sus límites no se vuelvan rígidos y la plasticidad constituya parte de la dinámica del modelo. 

Lo que constituyó de manera incipiente pero enérgica, la primera desinstitucionalización en la ciudad de Gorizia en el año 1961 —proceso exitoso pero que fue abortado con el despido de Basaglia de su función de director—, le siguió la asunción al mismo cargo, diez años después, pero en la ciudad-provincia de Trieste, donde el ideólogo también intentó desarrollar la misma metodología. 

Influenciado por los antecedentes del mayo del ’68 francés, los movimientos de trabajadores en Italia, los partidos de la izquierda italiana, los antecedentes de la experiencias de la Antipsiquiatría inglesa de la mano de Ronald Laing y David Cooper, los conceptos de la Comunidad Terapéutica de Maxwell Jones, la conceptualizaciones de los franceses Felix Guatari, Robert Castell, entre otros, Basaglia, centralizó básicamente el proceso desinstitucionalizador en una serie de puntos. En principio, la reinserción social del paciente internado, a veces en departamentos compartidos con otros pacientes, a veces a su familia, a veces solos; eliminación de cualquier método coercitivo como el fármaco punitorio, la insulino terapia o el electroshock (y este método fue creado por Cerletti y Vigni en la misma Italia); la recuperación de los derechos civiles y humanos del paciente mental; la desmanicomialización, es decir, la abolición de los hospicios en Italia y la prohibición de la construcción de nuevos lugares de reclusión psiquiátrica; subsidios de salud dignos y coherentes con la realidad socioeconómica de los pacientes externados; fueron los componentes centrales del proceso. Proceso que desde la praxis concreta, desembocó en la constitución de la ley 180 que, como ley nacional, otorgaba alrededor de 25 años para que el Estado italiano suprimiera totalmente el sistema manicomial, lo cual muestra una interesante evolución del proceso: cuando la mayoría de la leyes, otorgan cierta cuota de orden y pautan a la organización social, tanto de manera parcial como total, esta ley viene a otorgarle un marco legal a lo que ya se estaba desarrollando en la provincias del norte de Italia. Viene de la práctica regional sustentada por la teoría, y va hacia la práctica general sustentada por la ley. 

Como bien se observa, la supresión del manicomio es tan solo una parte del proceso. Aquí en Argentina, se ha homologado desinstitucionalización con desmanicomialización. Desinstitucionalizar es mucho más que abolir el hospital psiquiátrico, implica desestructurar la pirámide jerárquica opresiva que descarga su peso sobre el último eslabón de su cadena: el enfermo mental, y para ello, el mentor del movimiento se basó en todos los puntos descriptos para llevar adelante la gestión. Lamentablemente, Basaglia falleció en medio del proceso. Se murió –como señalaría Miguel Mofatt en una entrevista en el diario argentino Página 12 (1987)– de un tumor en el órgano que más defendió en su vida: el cerebro. Aunque su genio perduró a través de los años porque el legado es a lo que hace inmortales a los hombres.

La imagen del resultado de la institución manicomial, se hizo patéticamente presente cuando regresé a Buenos Aires con el grupo triestino para un congreso de Alternativas a la Psiquiatría (1986), donde participaban diferentes referentes internacionales y nacionales de experiencias desinstitucionalizantes y antipsiquiátricas, algunas de las cuales eran trabajos que se realizaban dentro de los hospicios bajo la creatividad, iniciativa y atrevimiento de ciertos profesionales que en la época de la «guerra sucia», habían sido tildados de subversivos. Yo había hecho mis primeras prácticas cuando cursaba mi segundo año de Universidad, en un antiguo servicio del Hospital Borda que asilaba a niños y adolescentes. Allí estaba Palazzo**, un niño de 13 años que con su cabeza rapada y una botella de vidrio vacía, deambulaba por el servicio y por los pasillos del hospicio pidiendo dinero para comprarse una Coca-Cola. Ese niño, simpático y afectivo, se llevaba la ternura de casi todos los profesionales. Más de una vez, y por lo general, nos sorprendía sentado en el suelo y tirándonos de los pantalones para alertarnos de su presencia y de la moneda obligada. En esos finales de 1986, yo llegaba con la comitiva italiana al hospital Borda y esperábamos en el hall central para entrar a una de las presentaciones del congreso que allí se realizaba. Estábamos distraídos y animados en el medio de una conversación, cuando siento un tirón en mis pantalones. Bajé mi mirada y, de repente, 10 años después de mi concurrencia en el hospicio me encontré nuevamente con Palazzo. Me quedé petrificado observándolo y en esa dialéctica de miradas todavía pude entrever a aquel niño desolado que vagabundeaba en el viejo servicio. Ciertamente, aquel púber ahora era un hombre con la cabeza rapada, había cambiado la botella de Coca-cola por una pava tiznada y un mate vacío, y pedía dinero para comprar yerba mate. Continuaba sentado en el suelo pero con una actitud casi rampante. Me costó bastante salir del estupor que me causó la situación. Es que esa era la imagen vívida y representativa de los efectos institucionalizadores y segregadores del manicomio: 10 años después, Palazzo continuaba en el mismo estado, sólo había cambiado la gaseosa por la pava y el mate.

Después de 19 años de ese primer artículo y primer número de Perspectivas Sistémicas, el estado de los hospicios en la Argentina poco ha cambiado. Exceptuando la experiencia rionegrina, en la mayoría no se han realizado cambios sustanciales y menos desinstitucionalizantes. Algunas modificaciones estéticas cosméticas, pero nada de ideología o prácticas teñidas por actitudes horizontalistas y reinsertadoras sociales. Muchos son los profesionales que aisladamente trabajan en pos de un trato más humanizante y antisegregacionista, pero en el marco del contexto institucional son devorados por la sistematización de la institución.

Y en este interjuego institucional de pacientes mentales, también nos hallamos involucrados los sistémicos. Quizá, y tal vez sea el motivo principal, porque el modelo sistémico y cibernético aplicado a las ciencias humanas nació con la psicosis y de allí se constituyó en génesis ideológica y teórica de grupos antipsiquiátricos y desinstitucionalizadores. Esas primeras investigaciones pergeñadas por el grupo Bateson, sin negar otras teorías intentaron dar respuesta al fenómeno de la esquizofrenia observando lo que denominaron «doble vínculo» principalmente entre la madre y el miembro psicótico. «Hacia una teoría de la esquizofrenia» (1962), fue el primer artículo que sintetizó tales resultados y fue la apoyatura para que el genial psiquiatra inglés Ronald Laing conjuntamente con David Cooper dieran cuerpo al movimiento antipsiquiátrico.

La teoría, claramente, descentralizaba el protagonismo del paciente mental y responsabilizaba a la dinámica familiar de sus conductas bizarras. ¿Por qué, entonces, debía internarse solamente al paciente identificado? Esta pregunta fue respondida con accion es alternativas y desinstitucionalizadoras por la antipsiquiatría, el equipo basagliano, entre otros y en nuestro medio fue el Dr. Mario Tisminetsky2 quien, en el hospital de la Matanza, llegó a internar a toda la familia.

La evolución de lo Sistémico

En este tiempo, desde la aparición de Perspectivas Sistémicas hasta ahora, los sistémicos comenzaron a rectificar ciertos términos que generaban confusión. En principio, dejaron de pelearse con los psicoanalistas y a desvalorizarlos defensivamente, es decir, comenzaron a construir una identidad propia. No necesitaron, como en los inicios «ser diferenciándose de», a pesar de que debieron hacerse lugar a los empujones, de cara a una neta primacía del Psicoanálisis como el único modelo de psicoterapia válido y ético. A su vez, los psicoanalistas, descalificadores al inicio, se han vuelto más respetuosos de la práctica de otros modelos terapéuticos, aunque todavía se repite el error de confundir Psicoanálisis o psicoanalizarse con Psicoterapia y analista y psicoterapeuta.

NOTAS

* «¿La Libertad es Terapéutica?» fue el título de tapa del Nº 1 de Perspectivas Sistémicas, Mayo de 1988; en el citado nº 1, el artículo del Dr. Ceberio se tituló: «Italia y El Proceso de Desinstitucionalización Psiquiátrica: ¿La libertad es terapéutica?» .

2 El Dr. Tisminetsky fue un pionero de la terapia familiar en la Argentina y en Latinoamérica. Una clara muestra de su reconocido y original trabajo hospitalario fue publicada en los artículos » Educación, Salud y Comunidad» de Mario Tisminetsky, Nélida Bessutti, Silvia Turchetto e Iris Solá, Perspectivas Sistémicas Nº 20 (Ecología de la Salud), Marzo/Abril 1992, y «La respuesta sistémico-cibernética constructivista a las situaciones de crisis en un servicio de salud mental de un Htal. Gral. del Gran Bs. As.«, Perspectivas Sistémicas Nº 48, Septiembre/Octubre 1997. Los artículos puede leerse en artículos on line de la Red Sistémica: www.redsistemica.ar 

** El nombre real fue modificado por obvias razones de secreto profesional.

1 El Dr. Ceberio es Psicólogo clínico. Se doctoró en Psicología en la Universidad de Barcelona y la Universidad Kennedy de Buenos Aires. Es Master en Terapia Familiar por la Universidad Autónoma de Barcelona. Se formó en el modelo sistémico en el Mental Research Institute de Palo Alto, del cual es profesor y representante para Argentina. Fue coordinador del grupo de voluntarios de la experiencia de desinstitucionalización psiquiátrica de Trieste (Italia). Codirige la Escuela Sistémica Argentina y fue codirector de la carrera de Psicología de la Universidad Maimónides de Bs. As. Es Profesor titular de la Universidad Kennedy de Bs. As. y de diversas Universidades de Argentina y del exterior. Dicta seminarios y es docente invitado en diferentes Instituciones sistémicas y Universidades de Europa, USA y América Latina. Es editor asociado de la revista Perspectivas Sistémicas. Ha publicado numerosos artículos y libros, de los cuales se destacan: Locura, marginación y libertad (ECUA, 2000) en coautoría con Juan Luís Linares; La construcción del Universo (Herder, 1998) en coautoría con Paul Watzlawick; Quién soy y de dónde vengo: el taller de genograma (Tres Haches, 2004); Ser y Hacer en Terapia Sistémica: la construcción del estilo terapéutico (Paidós, 2005) en coautoría con Juan Luis Linares; La buena comunicación (Paidós, 2006); Ficciones de la realidad realidades de la ficción. Estrategias de la comunicación humana (próximamente en Paidós, 2007), en colaboración con Paul Watzlawick.

(Lea el texto completo en Perspectivas Sistémicas Nº 94/95 en kioscos y librerías)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *