Poética de la escuela de Milán. Un recuerdo de Gianfranco Cecchin

Poco antes de irse Gianfranco me había propuesto organizar algo por el centenario del nacimiento de Gregory Bateson. Decía:«Debemos conmemorarlo, somos la única escuela de terapia que le ha sido fiel». Gianfranco usaba mucho la palabra fidelidad, él que era un incurable infiel. Le gustaban las paradojas.

Él y Luigi Boscolo habían fundado la Escuela de Milán. Antes, junto a Mara Selvini Palazzoli y a Giuliana Prata se hablaba de Milán Approach, pero la Escuela, o sea la posibilidad de aprender el » Milan Approach», la habían construido Luigi y Gianfranco. Si bien lo que enseñaban no era lo que habían hecho antes. Gianfranco amaba explicar la cibernética de segundo orden, particularmente la teoría del observador, de una manera muy clara y pragmática. Decía que antes, cuando trabajaban con Selvini y Prata, detrás del espejo unidireccional se hablaba sobre la organización de la familia, luego, cuando iniciaron la escuela, los alumnos detrás del espejo no querían hablar más de la familia. ¿De qué querían hablar los alumnos? ¿No iban allá para aprender sobre la terapia familiar?.

«Cuando salíamos de terapia  contaba Cecchin – para ir detrás del espejo, los alumnos querían saber por qué nosotros hacíamos ese tipo de pregunta justo en ese momento, o bien como era posible esa intervención, etc…

En conclusión los alumnos no se interesaban por la familia, se interesaban por el terapeuta, o mejor dicho, por el juego que el terapeuta construía con la familia durante la conversación».

La Escuela de Milán, con Boscolo y Cecchin, ha creado un método para realizar terapia y para, al mismo tiempo, analizar la construcción social de la terapia. Antes de ellos, el investigador externo analizaba la construcción social de la terapia y el terapeuta hacía la terapia. Las dos partes (investigador y terapeuta) hablaban lenguajes distintos. El investigador desarrollaba una observación crítica con respecto a la terapia, restringiendola a ser una práctica de salud mental; el terapeuta hacía la terapia prisionero de un discurso clínico realista.

La investigación tendía a describir la terapia como una práctica autoritaria, asimétrica, opresiva. La terapia tendía a mostrarse como una práctica científica que permitía a los «enfermos mentales» curarse. Ni siquiera la antipsiquiatría alcanzaba a salir de este dilema. Con la Escuela de Milán la terapia se convierte en lo que Marcelo Pakman ha llamado una «práctica social crítica». Me gusta describirla recordando una frase de Palomar de Italo Calvino, en la cual Calvino escribe que el yo es una ventana sobre el mundo que se mira a si mismo. La terapia es una ventana sobre la sociedad, la sociedad se mira a si misma a través de la terapia….

NOTAS

(*) Pietro Barbetta es Didácta en el Centro Milanés de Terapia de la Familia y Profesor de Psicodinámica de las Relaciones Familiares y Psicología Dinámica en la Universidad de Bérgamo. En Bérgamo (cerca de Milán) trabaja también en el Centro Isadora Duncan. El Centro Isadora Duncan desarrolla actividades de Formación para Psicólogos, Médicos, Educadores y Psicoterapeutas. Informes: www.viamuratori.it .

Tradujo Néstor Vitale, traductor público.

Agradecemos especialmente al Dr. Marcelo Pakman por la ayuda en la corrección y edición del artículo.

(Lea el texto completo en Perspectivas Sistémicas Nº 92 en kioscos, librerías o por suscripción).

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