Bismarck Pinto
El libro AMOR Y PERSONALIDAD EN LOS AYMARAS está basado en la tesis doctoral de Bismarck Pinto: «Concepto de amor y personalidad en universitarios aymaras del departamento de La Paz«, defendida en la Universidad de Granada (España) en octubre del 2008.
Trata sobre la relación entre los componentes de la escala triangular del amor de Sternberg con los cinco grandes factores de la personalidad en universitarios de origen aymara de las Unidades Académicas Campesinas (UACs) de la Universidad Católica Boliviana San Pablo.
Los resultados alcanzados muestran la falta de consistencia en las investigaciones previas acerca de la personalidad aymara, demostrándose que la visión que el aymara tiene de sí mismo y de sus relaciones sociales dista bastante de las consideraciones prejuiciosas de quienes intentaron describirlos sin considerar las autopercepciones.
Por otro lado, el concepto de amor aymara carece del elemento pasional, constituyéndose fundamentalmente en un «amor de compañeros» regido principalmente por las exigencias comunitarias hacia el trabajo; es probable que la erradicación del placer sea producto de la incursión nefasta del pensamiento religioso de los conquistadores y de los posteriores sometimientos de la cultura aymara a la ideología colonialista.
INTRODUCCIÓN DEL LIBRO
La teoría es buena, pero no impide que las cosas pasen.
Jean Martin Charcot
El presente libro está basado en la tesis doctoral de Bismarck Pinto: «Concepto de amor y personalidad en universitarios aymaras del departamento de La Paz», defendida en la Universidad de Granada (España) en octubre del 2008. La tesis versó sobre la relación entre los componentes de la escala triangular del amor de Sternberg con los cinco grandes factores de la personalidad en universitarios de origen aymara de las Unidades Académicas Campesinas (UACs) de la Universidad Católica Boliviana San Pablo.
Es factible considerar que la situación socio económica y los cambios ideológicos de la sociedad están modificando profundamente las relaciones conyugales. En Bolivia, del 70 al 80 % de los matrimonios se divorcian en los tres primeros años. En el Juzgado de Familia el 71,8% del total de casos atendidos corresponden a divorcios, 59% son demandados por las esposas y el 41% por los esposos. El mayor índice de divorcios se produce entre los 25 a 35 años de edad. El 74% de los divorcios son definidos de manera consentida por ambas partes y el 26 % por injurias o malos tratos (Revollo 1996).
La composición etno-racial de la población boliviana comprende de una mayoría amerindia con el 50% de la población de origen incaico quechuas y aymaras y de las comunidades indígenas del oriente boliviano principalmente guaraníes y mojeños, los primeros viven principalmente en el occidente de país en los departamentos de La Paz, Potosí y Oruro, Chuquisaca y Cochabamba y los segundos habitan el oriente, principalmente en los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando (INE 2007)
Los mestizos mezcla de amerindios y europeos con un 27,5% de la población están repartidos por todo el país, y un menor porcentaje de criollos, europeos nacidos en continente americano se distribuyen en los nueve departamentos. (INE ob.cit.)
Uno de los fenómenos más importantes en la construcción social es el «amor», Maturana (1995) ha señalado que gracias al amor el ser humano ha sido capaz de convertirse en la especie dominante en el planeta.
En el mundo Aymara, la familia está supeditada a la comunidad. Carter y Mamani (1989), describieron las costumbres y la organización social de la comunidad de Irpa Chico; en este lugar, el matrimonio cumple la función de transición de una categoría social a otra, determinando un orden jerárquico entre las familias del novio y de la novia. Si bien, los niños tienen tiempo para jugar, en la familia deben aprender a trabajar desde temprana edad, ayudando a sus padres «a traer agua, barrer el patio, pelar el ch’uñu y a cuidar los animales» (Carter y Mamani, p. 150).
Según Carter y Mamani (1989), la comunidad aymara se organiza alrededor del trabajo, de tal modo que todas las estructuras sociales (individuo, pareja, familia, ayllu), están subordinadas al cuidado de la tierra. De ahí que las creencias religiosas, los ritos y tradiciones permitan mantener el equilibrio tan delicado entre los seres humanos y la naturaleza hostil del Altiplano.
Arnold (1998b) indica que desde la época pre hispánica hasta la actualidad, la descendencia aymara es bilateral, lo cual significa, que el parentesco se establece a través de la línea materna y paterna: «la kasta paterna (es) como la línea de semilla, reproduce los patrilinajes locales, en tanto que la kasta materna, como línea sanguínea, forma una telaraña de lazos femeninos que vinculan los patrilinenajes» (p.49). Antes, durante y después del incario, el ayllu en las comunidades aymaras y quechuas, ha sido el eje de la organización comunitaria.
Según Van den Berg (1993), el mundo aymara se sustenta en la ayuda mutua y las responsabilidades compartidas; así la raíz de varias palabras aymaras es ay, significa lo común, por lo tanto aymara significa tener la misma sangre; ayllu, la comunidad local; aynuqa, es el terreno comunitario; ayni, la ayuda mútua. (p.293).
Es importante considerar que lo más relevante en la cultura aymara es la comunidad sobre cualquier otra instancia social: «…al entablar relaciones con personas que no pertenecen a la propia comunidad, se busca asegurarse de un apoyo, una protección y una garantía social que no se deja encontrar suficientemente dentro del propio ambiente» (op.cit. p.294).
Sternberg desarrolló una escala con la finalidad de definir lo que las personas quieren decir con «te amo», los resultados logrados por este psicólogo permiten comparar en distintas partes del mundo la coincidencia o no de los tres elementos que componen el concepto: intimidad, pasión y la decisión/compromiso ( Sternberg 1998, 2000).
Se entiende por intimidad a la capacidad de recibir y dar apoyo emocional, compartir sentimientos y determinar los niveles de confianza de la relación. La pasión se relaciona con la diversión y el erotismo. La decisión/compromiso, se constituye en el compromiso a corto plazo y el compromiso a largo plazo, el primero se refiere a la decisión de amar a otra persona, y el segundo, es el compromiso por mantener ese amor (Sternberg, 1998).
Corres, Bedolla y Martínez (1997), llevan a cabo una investigación en la ciudad de México sobre el concepto del placer en hombres y mujeres. Encuentran que las mujeres y los varones tienen en común los fisioplaceres: comer, dormir y sexo; sin embargo los varones se inclinan más por los psicoplaceres a diferencia de las mujeres, las cuales se inclinan más por los socioplaceres. Concluyen que los varones tienen una mayor tendencia a un placer egocéntrico mientras que las mujeres prefieren el placer compartido.
A diferencia del estudio del concepto de placer, Sternberg establece que no existe diferencia entre los géneros a la hora de definir al amor. Las diferencias se encuentran entre culturas, las mismas se refieren al orden en los componentes y no así a la ausencia de alguno de ellos. (Sternberg, 2000).
La validación de la Escala Triangular del Amor fue realizada en diversas investigaciones, por ejemplo: Overbeek y otros (2007) aplicaron la prueba a 435 adolescentes holandeses, encontrando adecuados niveles de significación estadística para los tres componentes de la escala. Kwon (2006) validó la escala aplicándola a 553 universitarios coreanos, obtuvo los siguientes coeficientes de Cronbach: para la escala de pasión 0,92, para el compromiso 0,93 y para la intimidad 0,95.
Peralta (1998), en matrimonios jóvenes de la ciudad de La Paz identificó incompatibilidad entre las filosofías de vida de los esposos y las esposas, problemas en la comunicación y creencias irracionales que sostienen actitudes desadaptativas para la relación conyugal.
Clavijo y Pinto (1999) establecieron que existen posiciones rígidas en cuanto a las expectativas dentro de parejas jóvenes en la ciudad de La Paz: «(…) las expectativas son de tipo exigentes, en las que se pide mucho del compañero (…) los miembros de la pareja están dispuestos a cambiar la relación o incluso a mejorarla pero con un costo mínimo.»(p.126). Así mismo, identifica varios campos de desacuerdo, siendo el más importante, el referido a la educación de los hijos.
Para Suárez (1999), el problema central de las parejas paceñas de su estudio es la toma de decisiones: «existen mayores conflictos y dificultades de ajuste y satisfacción, y mientras mayores son las diferencias y en un mayor número de áreas, se observa más problemas en la relación de pareja, sobre todo en aquellas en que los miembros no tienen el mismo nivel educacional y socio cultural, o de ingresos económicos.» (p.121).
Trigo y Pinto (2002) utilizan la escala del concepto de amor de Sternberg entre dos zonas de la ciudad de La Paz aplicándola a adolescentes comprendidos entre los 17 y 19 años, encontraron que los jóvenes pertenecientes a raíces culturales occidentales manifiestan mayores puntajes en intimidad y pasión que los de origen aymara.
Exeni y Pinto (2006) aplican la escala de Sternberg como diagnóstico antes y después de la terapia de pareja, encontrando modificaciones importantes en los triángulos del amor en cada uno de los cónyuges.
Por su parte, Ribera y Pinto (2006) aplicaron el cuestionario de historias de amor de Sternberg a mujeres mojeñas y aymaras, determinando diferencias importantes en la construcción de las relaciones conyugales a partir del contexto socio cultural.
Kim y Hatfield (2004) utilizan la escala de Sternberg y otras escalas para estudiar el tipo de relaciones de pareja entre dos culturas: la coreana y la estadounidense. Concluyen que no encontraron diferencias entre el género y la cultura en relación a las diferencias del concepto de amor. Coincidiendo con las conclusiones de Sternberg (2000), las cuales indican que no existirían diferencias significativas en el concepto de amor en relación al género y a la cultura.
Cooper y Pinto (2007) aplican el cuestionario de actitudes hacia el amor de Hendrick y Hendrick y la escala triangular del concepto de amor de Sternberg a 637 universitarios comprendidos entre los 18 a 24 años. La escala de Hendrick resultó inadecuada, mientras que la escala de Sternberg obtuvo buenos niveles en su validez interna. No encontraron diferencias en el concepto de amor en relación al género, siendo que predomina el amor apasionado y el romántico. El componente pasión es el que obtiene mayor preferencia en la muestra. Los varones tienden más al compromiso que las mujeres.
El estudio de Cooper y Pinto coincide con los hallazgos en la investigación llevada a cabo por Villarroel y Pinto (2005), quienes estudian el concepto de placer en varones y mujeres universitarios en la ciudad de La Paz, para tal fin consideran 185 universitarios y 200 universitarias, se aplicó el cuestionario de redes semánticas de Corres, Bedolla y Martinez (1997). No se encontraron diferencias en relación a la preferencia de placeres entre varones y mujeres, en ambos casos predominan los «fisioplaceres» (necesidades básicas: comer, beber, tener actividades sexuales) en relación a los «cultiplaceres» (psicoplacer, v.g. leer; socio placer, v.g., salir con amigos; ideo placer, v.g. escribir).
Pocos son los estudios sobre la personalidad de los aymaras, además que la mayoría de ellos pertenecen al campo de la antropología o a la especulación filosófica (Montes, 1999). La tendencia de las investigaciones es señalar una predisposición al retraimiento y a la introversión como característica de la personalidad básica de las personas de la etnia aymara (Albó 1988; Bouysse-Cassagne 1987; Yampara 2001).
Existen muchas definiciones de personalidad, las cuales dependen del modelo teórico del cual surgen. Pervin (1998), contempla, que la definición debe ajustarse a los criterios científicos antes que a los filosóficos, o anecdóticos. A pesar, de los intentos que la psicología de la personalidad ha hecho al tratar de contextualizar el concepto de personalidad dentro de la investigación científica (Eysenck 1971), aún es vigente la afirmación de Allport (1937) (en Millon y Davis 1999): «personalidad es una de las palabras más abstractas de nuestro lenguaje y, como cualquier otra palabra abstracta que sufre un uso excesivo, permite un amplio abanico de connotaciones a exista de su significado denotativo. Prácticamente ninguna otra palabra es más versátil» (pág. 18).
La formación de la personalidad es efecto de factores biológicos, histórico culturales y de la propia experiencia de la persona (Shaffer 2002). Brody y Ehrlichman (2000), definen el concepto de personalidad como: «aquellos pensamientos, sentimientos, deseos, intenciones y tendencias a la acción que contribuyen a los aspectos importantes de la individualidad.» (pág.3).
El estudio de la personalidad se ha beneficiado con la teoría de los rasgos, iniciada por Allport al exponer su modelo de la personalidad fundamentado en la presencia de rasgos centrales y secundarios y el trabajo estadístico de Cattell al identificar dieciséis rasgos fuentes básicos, sugiriendo a la vez, que subyacían a éstos otros rasgos denominados superficiales (Cattell y Dreger, 1977).
Se define al rasgo como «la tendencia de un individuo a comportarse de una forma consistente en muchas situaciones distintas» (Brody y Ehrlichman 2000, pág.29), en ese sentido, se pueden concebir como disposiciones que tienen las personas para comportarse de determinada manera.
Los estudios de Digman (1990), Costa y McCrae (1988) y Costa y McCrae (1994) establecieron después de exhaustivos análisis estadísticos la predominancia de cinco rasgos básicos, conocidos como los cinco grandes: apertura a la experiencia, responsabilidad, extraversión, amabilidad y neuroticismo.
Es posible identificar tres fortalezas en la teoría de los rasgos: los rasgos se plantean como comunes a muchos individuos, son estables e influyen sobre el comportamiento, además que pueden deducirse a partir de la medición de las distintas conductas que los componen a través de cuestionarios elaborados para tal fin (Baron ob.cit.).
Goldberg en 1981 alertó sobre la intrascendencia de la mayoría de los factores estudiados por Cattell, planteó que la estructura básica de la personalidad está conformada por cinco rasgos de orden superior. A partir de Goldberg, a esos cinco rasgos se les denomina «cinco grandes» (Goldberg 1981/2005).
En 1949 se presentó la evidencia que apoyaba el modelo de los cinco grandes, a partir de un estudio llevado a cabo por Fiske, en el cual no pudo reproducir la estructura de los 16 factores sugerida por Cattell, sino que localizó cinco factores estables. En 1963 Norman, durante 1964 Borgatta y finalmente en 1967 Smith retomaron los trabajos de Fiske utilizando instrumentos diferentes para compararlos con el 16PF y llegaron a la misma conclusión.
Solé i Fontova (2006), considera que los siguientes autores han sido los más importantes para el desarrollo de la teoría de los cinco grandes: Norman, 1967; Borgatta, 1964; Wiggins, 1978; Peabody y Goldberg, 1987; Goldberg, 1992; McCrae y Costa, 1985; Angleitner, Ostenford y John,1990; Jackson, Paunomen, Fraboni y Goffin, 1996; Vasend y Skrondal,1995.
Goldbert (1990, en: Brody y Ehrilchman, 2000) llevó a cabo el análisis factorial de puntuaciones a partir de los rasgos establecidos por Norman. Los sujetos de la investigación tuvieron que valorar 1400 dimensiones de la personalidad, posteriormente fueron agrupados en 75. Finalmente al terminar el análisis factorial, Goldbert se quedó con cinco factores: extraversión, responsabilidad, amabilidad, apertura a la experiencia y neuroticismo.
Bock (1961, en: Brody y Ehrlichman ob.cit.) llegó a los mismos cinco factores utilizando la «clasificación California Q», consistente en 100 dimensiones descriptivas que unos jueces deben ordenar. A diferencia del estudio de Goldbert, la clasificación de las dimensiones no es hecha por sujetos sin conocimientos de psicología, sino por expertos. Al relacionarse los resultados de Bock con los cinco grandes, se acierta con la coincidencia.
Se debe agregar a la lista Digman, quien en 1994 evaluó a niños de siete a trece años con adjetivos rasgo, relacionados con los cinco grandes. Los resultados que obtuvo coincidieron con las muestras de adultos. En 1997 el mismo investigador analizó cinco estudios con muestras de niños y adolescentes identificando la presencia del factor «a» que agrupaba las dimensiones de neuroticismo, responsabilidad y amabilidad (afabilidad) y un factor «b», constituido por las dimensiones de extraversión y apertura a la experiencia (Digman, 1994, 1997).
La extraversión (E) y el neuroticismo (N) de Eysenck ya habían sido identificados como los «Big Two» (Dos Grandes), Costa y McCrae propusieron la Apertura a la experiencia (O) como una dimensión importante de la personalidad (Costa & McCrae, 1978). Posteriormente incluyen el factor Amabilidad y el factor Responsabilidad (En: Iuit, 2006).
Costa y McCrae (1985) publican el Inventario de los cinco factores, The Personality Inventory (NEO-PII), se compone de 185 ítemes dispuestos en una escala del uno al cinco, para que la persona que responde marque aquél nivel con el cual se identifica su comportamiento.
Este instrumento ha sido traducido en más de 40 idiomas, y los estudios de su estructura factorial, validación y adaptación se han llevado a cabo en más de 30 culturas (McCrae y Allik, 2002).
Si bien Costa y McCrae (1997) consideraban que la estructura del NEO-PII continua sólida en cuanto a las bases teóricas que la sustenta, la validez de los constructos, otros investigadores lo cuestionaron.
Por ejemplo, el factor V (Abertura a la experiencia), ha sido el más problemático de las dimensiones evaluadas por el NEO-PII. El análisis lingüístico no se manifiesta siempre, además de que se han planteado distintos puntos de vista para interpretarlo.
En 1989 Botwin y Buss estimaron que el factor responsabilidad se trata de un componente de la extraversión y el neuroticismo y no de un factor independiente (En: Brody y Ehrlichman 2000, pág.70).
Jonson y Ostendorf (En Brody y Ehrilchman, 2000) encontraron que se trata de un factor menos influyente que los otros cuatro. Estos investigadores lo relacionan más como un elemento de la creatividad. Por otra parte, se trata de una variable difícil de definir en términos conductuales.
Los factores extraversión y neuroticismo, son los dos factores con mayor consistencia interna y que perduran a las adaptaciones del NEO-PII en otras culturas (McCrae y Allik 2002). Investigaciones transculturales del NEO-PII (McCrae, 2003) aplicadas a culturas de lenguas indoeuropeas y otras, recolectando una extensa muestra de adjetivos descriptivos de rasgos, conducen generalmente a la representación de los cinco grandes factores, de lo cual se deduce que es probable una generalización universal de los mismos.
En 1992 Costa y McCrae presentan NEO-PII- R, versión revisada del NEO-PII. En esta revisión agregan las dimensiones que comprenden los factores amabilidad y responsabilidad que en la primera versión no estaban presentes. Se incrementan 60 items, quedando la prueba compuesta por un total de 240.
Bolivia el país latinoamericano con mayor porcentaje de población indígena (Ver Tabla 1), siendo que quechuas y aymaras son las etnias predominantes. Por lo tanto, urge investigar la psicología de sus pueblos.
Tabla 1: Estimaciones de la población indígena en algunos países de la región latinoamericana.
País | Población indígena | % de la población total |
Argentina | 360,000 | 1.1 |
Belize | 27,000 | 14.7 |
Bolivia | 5,600,000 | 81.2 |
Brasil | 1,500,000 | 1.0 |
Colombia | 744,000 | 2.2 |
Chile | 1,000,000 | 10.3 |
Ecuador | 3,800,000 | 35.3 |
El Salvador | 400,000 | 7.0 |
Guatemala | 4,600,000 | 50.0 |
Honduras | 50,000 | 1.3 |
México | 10,900,000 | 12.6 |
Nicaragua | 67,000 | 1.8 |
Panamá | 194,000 | 8.3 |
Paraguay | 30,000 | 0.7 |
Perú | 9,000,000 | 40.0 |
Venezuela | 315,000 | 1.0 |
Fuente: UNESCO 2008.
No existe ninguna investigación que trate específicamente del amor en la cultura aymara (Van den Berg 1995). «Si bien el matrimonio y la estructura familiar en la región andona han sido objeto de numerosos estudios (Bolton y Mayer 1977), la dinámica de las relaciones afectivas ha sido a menudo tratada como periférica a la realidad de las instituciones» (Millones y Pratt 1989, p. 21).
La historia se ha interesado en la descripción de las costumbres del matrimonio y el trato entre los sexos de los aymaras antes de la llegada de los españoles al Qullasuyo, durante la colonia y la República (De la Vega 1609; Buysse-Cassagne 1987; Ellefsen 1989; Millones y Pratt 1989; Lavrin 1999; Lavalle 2001; Arpasi 2006).
La antropología se ha encargado de analizar las relaciones conyugales, ha puesto énfasis en las relaciones entre los sexos, la relación con la cosmovisión y la organización social (MacClean y Estenós, 1952; Oblitas 1963, Bolton y Bolton 1973; Albó 1976; Carter y Mamani 1989; Ortiz 1993; Harris 1994; Spedding 1994; Fernández 1995; De la Cadena 1997; Spedding 1997b; Espinoza 1998; Valderrama y Espinoza 1998; Arnold 1998a y 1998b; Mamani 2000 y 2002; Pórcel, Hernández y Quispe 2002).
Otra área que interesa a sociólogos y antropólogos es la concerniente a la violencia doméstica, a través de la cual han abordado de alguna manera las formas del comportamiento de conquista y las costumbres en las relaciones conyugales de los aymaras y mestizos (Criales 1994a y 1994b; Rivera 1996; Arnold 1998a y 1998b; Oporto 2001; Auza, Estensoro y Samanamud 2003)
La lingüística ha incursionado en el análisis del complejo lenguaje aymara, en ese campo, algunos investigadores se acercaron a la organización léxico-semántica de los conceptos relacionados con las relaciones de pareja y la reproducción (Hardman 1988 y 1998; Arnold y Yapita 1999; Gavilán 2005; Miranda 2007; Chambi 2007).
No existen investigaciones psicológicas sobre el amor y la sexualidad en los aymaras en Bolivia. Romero (1994) incursiona en el estudio del desarrollo cognitivo de niños quechuas; Montes (1999) se preocupa por la cosmovisión aymara desde su simbología, hace muy poca referencia al tema conyugal. Otros psicólogos se preocupan por los temas concernientes a la identidad aymara (v.g. Tintaya 2007), pero no se manifiestan interesados en comprender las relaciones amorosas desde algún modelo de la psicología científica.
No existen estudios publicados que se refieran a la atracción sexual entre los aymaras, en la revisión de los trabajos antropológicos que tratan sobre las costumbres matrimoniales, algunos investigadores tocan de pasada el tema (v.g.: Paredes 1920; Carter y Mamani 1989; Spedding 1994; De la Cadena 1997; Gavilán 2005).
La sexualidad era un tema casi completamente ausente en las ciencias sociales de América Latina hace unos pocos años. Recién se la estudia hace cinco a diez años atrás; quizás debido a la aparición del SIDA. En A.L. el estudio de la sexualidad está ceñido necesariamente al tema de género (Sasz, 2001).