LA PAREJA, EN LA ENCRUCIJADA DE LA CONYUGALIDAD Y LA PARENTALIDAD 

Introducción

Los mitos de un sistema relacional son los espacios de consenso de las narrativas individuales de sus miembros. Y en ellos se distinguen elementos cognitivosemocionales y pragmáticos, que tienen que ver, respectivamente, con los procesos consensuados a niveles ideativosafectivos y comportamentales. Los consensos ideativos están representados principalmente por los valores y creencias, mientras que los consensos pragmáticos consisten en los rituales que a ellos se asocian. A su vez, las resonancias afectivas evocadas (y también consensuadas) constituyen el clima emocional

Los terapeutas sistémicos están acostumbrados a trabajar con las mitologías familiares, apoyándose en ellas cuando les son útiles y esforzándose en modificarlas cuando resultan disfuncionales. En ello consiste gran parte del trabajo terapéutico a realizar con las familias con miembros sintomáticos. Mientras más graves sean los síntomas y más disfuncional se muestre la familia, más problemáticos serán los procesos de consenso y más disociadas o rigidificadas se presentarán las mitologías. Además, el ciclo vital tiene una gran importancia en la definición de la validez de los mitos. El mito «somos una gran familia unida» puede resultar útil en la etapa de la crianza de los niños y convertirse en un obstáculo cuando éstos alcanzan la adolescencia.

Por su parte, la cultura puede ser definida como la mitología del mayor sistema relacional existente: la sociedad. Y, desde este punto de vista, los mitos culturales constituyen la máxima expresión de la capacidad consensuadora de una sociedad. Todas las culturas son ricas en mitos, pero, al igual que ocurre en las familias, las sociedades más maduras e integradas poseen mitologías más flexibles y mejor consensuadas. Las religiones, en tanto que producciones culturales, constituyen mitologías extraordinariamente complejas, que pueden ser funcionales en algunos momentos históricos y disfuncionales en otros. Así, por ejemplo, los dogmas de una religión de libro «revelado» pueden ser integradores para una sociedad colonizada o amenazada desde el exterior y, en cambio, pueden resultar desintegradores para una sociedad multiétnica empeñada en incorporar armoniosamente a sus minorías.

Por eso puede ser interesante recalar en la versión occidental de la pareja humana a través de algunos abordajes mitológicos que le conciernen, como, por ejemplo, los correspondientes a la pareja fundacional, Adán y Eva. 

La conyugalidad

Es cierto que la ciencia moderna ha establecido que los primates pre-homínidos fueron los inventores de las relaciones de pareja ( ). Gracias a la bipedestración, se desbrozó el camino para que los humanos se aproximaran al amor conyugal desde unas relaciones sexuales morfológicamente aptas para adoptar la revolucionaria posición ventro-ventral. Una postura, dicho sea de paso, injustamente desacreditada como la posición del misionero, que permite, sin embargo una comunicación mucho más rica y, sobre todo, el inequívoco reconocimiento individualizado del partener sexual. 

Sin embargo, son nuestros primeros padres, Adán y Eva, quienes mejor encarnan el rol de pareja mitológica. Ya se conoce la historia: Jehová, después de crear a Adán, intuyó que no iba a ser bueno que el hombre estuviera solo, por lo que inmisit Dominus soporem in Adam et tulit una de costis eius… Es decir, que el Señor puso a dormir a Adán y le quitó una costilla, con la que, a continuación, creó a Eva ( ). 

Helos ya en el Paraíso Terrenal, pero, como es bien sabido, tampoco están solos, sino, más bien, en mala compañía. La relación privilegiada de Eva con la serpiente va a crearles serios problemas a los dos miembros de la joven pareja, hasta el punto de arruinar la no menos privilegiada relación de Adán con Jehová. Las nefastas consecuencias serán plenamente compartidas: expulsión sumaria, obligación de trabajar e implantación de la mortalidad.

Podemos imaginar la primera conversación de Adán y Eva fuera del Paraíso. Seguramente habría muchos problemas prácticos de qué ocuparse, cantidad de cuestiones por resolver relacionadas con la supervivencia, pero, conociendo la condición humana, esa primera conversación debió de versar sobre la naturaleza de su relación de pareja, es decir, la conyugalidad. 

La conyugalidad puede ser definida de diversas formas. Una remitiría al amor complejo o nutrición relacional, aplicado a la relación entre los dos miembros de la pareja parental. Constaría de componentes cognitivos (como, por ejemplo, reconocimiento y valoración), componentes emocionales (cariño, ternura…) y componentes pragmáticos (deseo, sexo y gestión de la vida cotidiana, entre otros). De manera más simple y operativa, la conyugalidad equivaldría a la capacidad de resolver los conflictos surgidos en el ámbito de la pareja.

Así que, si asumimos los fundamentos básicos del mito, Adán y Eva debieron de redefinir su conyugalidad en las nuevas circunstancias surgidas a raíz de su expulsión del paraíso. Y cabe establecer dos hipótesis sobre cómo lo hicieron: negociando armoniosamente la resolución de los conflictos, o bien sucumbiendo al rencor y a la disarmonía.

1ª Hipótesis de Conyugalidad: Armoniosa

Eva.- Adán, mi amor, he metido la pata…

(Silencio)

Eva.- Perdóname, amor mío, sé que lo he echado todo a perder. Esa maldita serpiente me enredó, pero yo nunca debí… (Llora).

Adán (conmovido).- Bueno, ya está, no te agobies, también el viejo se ha pasado un montón… Total, una manzana… 

2ª Hipótesis de Conyugalidad: Disarmónica

Eva.- Bueno, ¿y ahora qué?

Adán.- ¿Ahora? Eso digo yo. Ahora supongo que tu amiga la serpiente nos va a alimentar, ¿verdad?

Eva.- No, pues a lo mejor tu amiguito el viejo nos dice qué significa eso de ganarse el pan con el sudor de la frente, como él lo sabe todo…

Adán.- ¿Sabes qué te digo? ¡Que te vayas con la serpiente!

Eva.- ¡Y tú con el viejo!

(Pero, obviamente, no se van) 

Como casi no tenemos información fehaciente de lo que pasó a continuación, las dos hipótesis son defendibles, porque desde las dos se puede llegar a la terrible tragedia de Caín y Abel. De la cual sabemos algunas cosas, no muchas.

La parentalidad

Sabemos que Caín, el hijo mayor de Adán y Eva, se hizo agricultor y Abel, el menor, ganadero. Y que los sacrificios de Abel eran gratos a Dios, mientras que los de Caín no lo eran. La intervención, pues, de Jehová triangulando a los hermanos resulta decisiva en la desgracia de éstos, como lo resultó en la de sus padres. Pero éstos son acontecimientos influyentes en el desencadenamiento de la desgracia, no en su origen y gestación, que con seguridad remontan a muchos años atrás, hundiendo sus raíces en la familia de origen, en los tiempos que siguieron a la expulsión del paraíso de Adán y Eva. 

¿Cómo eran las personalidades de Caín y de Abel? Sabemos que ambos encarnan los personajes míticos del malo y del bueno, pero ¿qué maneras de ser se ocultaban detrás de esos estereotipos? El Génesis nos dice que la muerte de Abel fue un crimen deliberado, el asesinato de un inocente por un culpable, pero tenemos motivos sobrados para dudar de la ecuanimidad de una Biblia escrita a la mayor gloria de Jehová. Así pues, está justificado que especulemos sobre el perfil psicológico de nuestros primeros hermanos, para intentar comprender un acto tan terrible y que, inevitablemente, nos involucra en su condición de inquietante antecedente.

Y, a tal efecto, vale la pena reflexionar sobre cómo pudo haber sido la relación de los chicos con sus padres, porque el sentido común dice que algo habrá tenido que ver en el desarrollo de sus personalidades. Claro que también se podría objetar que el verdadero progenitor fue Jehová, pero no parece ésa una hipótesis muy consistente. Jehová no renunciaba, desde luego, a ejercer una influencia determinante sobre sus criaturas, pero sólo en momentos decisivos, cuando hacía alguna de sus apariciones espectaculares… sin llamar a la puerta, como un abuelo todopoderoso que sabe que la casa le pertenece. El resto del tiempo prefería permanecer distante, ejerciendo una autoridad poco involucrada en la toma de decisiones cotidiana. No cabe, pues, imaginar que fuera Él quien estableciera los criterios educativos de Caín y Abel, ni que recomendara a qué guardería llevarlos.

La parentalidad define la manera como se desempeñan las funciones parentales, es decir, el amor complejo o nutrición relacional en su vertiente parento-filial. Al igual que la conyugalidad, la parentalidad posee componentes cognitivos, emocionales y pragmáticos, y, si los primeros y los segundos no se diferencian mucho de los de aquélla (reconocimiento y valoración, así como cariño y ternura, respectivamente), los terceros son radicalmente distintos. En efecto, los componentes pragmáticos de la parentalidad consisten principalmente en la sociabilización, con sus dos vertientes, protectora y normativa: proteger al niño de los peligros presentes en el entorno y enseñarlo a respetarlo para, a su vez, ser respetado.

Al verse obligados a abandonar el paraíso, Adán y Eva se encontraron, también, con hijos, lo cual les exigió con toda seguridad definir su parentalidad. ¿Dieron prioridad a la pareja? ¿Atendieron adecuadamente a los hijos en sus necesidades relacionales? Respecto a la parentalidad de nuestros «primeros padres» cabe establecer tres hipótesis.

1ª Hipótesis de Parentalidad: buena con Caín y con Abel.

Eva.- ¡Así que era esto lo que quería decir el viejo con aquello de creced y multiplicaos! Mira, Adán, mira que cosa tan linda, se parece a los monitos esos tan juguetones que viven ahí abajo, en la cañada.

Adán.- ¡Anda, es verdad! Fíjate cómo se agarra a tu pecho. Oye, tendremos más, ¿eh? 

Eva.- Bueno, duele un poco, pero vale la pena. 

2ª Hipótesis de Parentalidad: mala con Caín y con Abel. 

Eva.- ¡Maldita sea, sólo faltaba esto! Cuando vino el primer mocoso ya te dije que a mí este rollo no me iba. Y ahora, cuando todavía tengo al muy baboso colgado de los pechos, pues… otra vez. 

Adán.- ¡Pssss, calla! Si conseguimos que no se entere el viejo, apenas nazca lo podemos tirar por el barranco de las cabras…

(Pero el viejo, obviamente, se enteró) 

3ª Hipótesis de Parentalidad: mala con Caín y buena con Abel.

Eva.- ¡Oh, mira, Adán, éste sí que sonríe, no como aquella bestia, que no ha hecho más que gruñir desde que nació! No quiero ni acordarme. Nosotros recién expulsados, apenas con lo puesto, y él sólo pensando en tragar y llorar… 

Adán.- ¡Qué guapo es! Podemos ponerle Adán.

Eva.- ¡Ay no, que con dos Adanes me armaré un lío! En todo caso, un nombre que empiece por A.

La atmósfera relacional

Conyugalidad y parentalidad son las dos dimensiones relacionales más importantes presentes en toda familia de origen. Aunque son independientes entre sí, también es cierto que se influyen mutuamente, dando, como consecuencia de sus diversas combinaciones, las atmósferas relacionales que pueden encontrar los niños. El resultado será de importancia decisiva para la construcción de la personalidad de éstos. 

El Cuadro nº 1 muestra las cuatro grandes modalidades combinatorias, de las cuales tres representan situaciones disfuncionales: las triangulaciones, las deprivaciones y las caotizaciones

De entre las múltiples acepciones que posee el término triangulación en la literatura sistémica ( ), proponemos aquí la que la define como la inclusión de los hijos, mediante diversas modalidades de coalición, en los juegos relacionales disfuncionales de los padres. La parentalidad primariamente conservada, se deteriora secundariamente ante el impacto de una conyugalidad disarmónica, que impulsa a los padres a buscar aliados para resolver sus conflictos. Distintos tipos de triangulación subyacen a patologías como los trastornos neuróticos o las psicosis.

Las deprivaciones han sido descritas por el autor a propósito de los trastornos de depresión mayor ( ), pero también subyacen a las patologías borderline. Padres razonablemente bien avenidos en el plano conyugal, que fracasan en el ejercicio de las funciones parentales y acaban envueltos en un círculo vicioso de descalificación y rechazo de sus hijos. La pauta depresógena se compone de hiperexigencia y falta de valoración, mientras que la pauta facilitadora de desarrollos borderline consiste fundamentalmente en rechazo e hiperprotección. 

Cuadro nº 1

Las caotizaciones son el resultado del fracaso simultáneo de la conyugalidad y la parentalidad en la familia de origen, que genera condiciones basales de gran pobreza en lo que a nutrición relacional se refiere, pero que también estimula al ecosistema a intervenir aportando recursos compensadores. El caos relacional es característico de las familias multiproblemáticas, así como de patologías como el trastorno disocial o el trastorno antisocial de personalidad.

  Buena ParentalidadMala ParentalidadParentalidad Mala con Caín 
y Buena con Abel
Conyugalidad 
Armoniosa
Buena atmósfera relacional. Las responsabilidades de la tragedia hay que buscarlas fuera de la familia nuclear.Hijos deprivados: Caín, borderline, mata a Abel, depresivo.Abel es un buen tipo, pero Caín, deprivado y borderline, lo mata en un ataque de celos.
Conyugalidad 
Disarmónica
Hijos triangulados: Caín, aliado de Eva, mata a Abel, aliado de Adán, en un episodio de descontrol.Hijos caotizados: los dos antisociales se pelean y Caín mata a Abel porque es más fuerte.El triangulado Abel, aliado de Eva, es el hermano prestigioso, un poco neurótico. Caín, caotizado y antisocial, lo mata.

Cuadro nº 2

El Cuadro nº 2 muestra algunas correlaciones entre las hipótesis de conyugalidad y las de parentalidad, con la intención de entender la atmósfera relacional que se vivió en el hogar de Adán y Eva. Examinaremos cada combinación, especulando sobre las repercusiones que pudieron haber ejercido sobre la personalidad de Caín y Abel. Y añadiremos viñetas extraídas de la práctica terapéutica para dar corporalidad clínica al conjunto. 

1ª Combinación: Conyugalidad Armoniosa y Buena Parentalidad.

Los pobres Adán y Eva consiguen capear el temporal de su expulsión del Paraíso conservando una buena relación de pareja y un buen ejercicio de las funciones parentales. Bajo estas circunstancias, relacionalmente privilegiadas, los hermanos deberían crecer en buena armonía, sin graves contenciosos que amenazaran su entendimiento mutuo. Sin embargo, el ecosistema, en su infinita complejidad, puede ejercer influencias negativas a través de otros factores extra-familiares. Por ejemplo, Jehová podría cortocircuitar a los padres y valerse de sus recursos para triangular a los chicos, convirtiendo a uno en malo y a otro en bueno y propiciando el sacrificio de éste a manos de aquél.

Luisa tiene 21 años y vive con sus padres, Enrique y Margarita, y con su hermano Eduardo, de 23. Los padres consultan angustiados porque la relación entre sus dos hijos es muy mala y hasta confiesan que, a veces, han temido que Eduardo pueda hacer verdaderamente daño a Luisa. 

Enrique y Margarita son profesionales muy ocupados, que, sobre todo ahora que sus hijos son ya mayores, pasan poco tiempo en casa y viajan constantemente. Pero tienen la suerte de que Eloísa, la hermana soltera de Margarita, vive en el apartamento de encima, tiene mucho tiempo libre y ha manifestado siempre una gran voluntad de ayudar. 

– «Mi hermana es una persona extraordinaria», dice Margarita, «de una gran generosidad. No sé qué habría sido de nosotros sin ella… y eso que… bueno… la pobre…» Margarita duda y enrojece. «Bueno, es que ella también estuvo enamorada de Enrique cuando éramos jovencillas, y luego no se le ha vuelto a conocer ninguna pareja seria. Por eso tiene doble mérito que no nos guarde rencor y nos ayude tanto.»

Cuando se convoca a todos los miembros de la familia, incluida la tía Eloísa, empiezan a saberse más cosas. Ella tiene una especial predilección por su sobrina.

– «Yo los quiero a los dos igual, pero es que Luisa es tan cariñosa…»

– «Será contigo», la interrumpe Eduardo, «porque conmigo es una arpía, y siempre lo ha sido… Y eso de que quieras a los dos igual no hay quién se lo crea.»

Eloísa está siempre atenta a los menores deseos de Luisa. (¡Qué coincidencia el parecido de los nombres! ¿Verdad?) La distribución de la casa facilita que, a través del patio interior, se escuche todo lo que se dice en el otro apartamento.

– «Sobre todo cuando se alza la voz. Y ésta (dice Eduardo señalando a su hermana) chilla como una furia.

Si la tía detecta que a la sobrina no le gusta la cena, al instante baja con un plato de espaguetis, su comida favorita. Si Margarita la regaña porque tiene la habitación desordenada, Eloísa se la ordena sin llamar la atención. 

– «¡Pero también le trae espaguetis a Eduardo!» Exclama Luisa. Y Eduardo, con la mirada perdida en el vacío y un aire infinitamente triste, añade:

– Sí, también…

Enrique y Margarita han hecho lo que han podido por cuidar a sus hijos, sin dejar de llevarse razonablemente bien. Su forzado absentismo, sin embargo, ha puesto en las manos de Eloísa gran parte de los recursos relacionales de la familia. Y no es que ésta sea la bruja pérfida del cuento, pero su frustración histórica como mujer y como la madre que no pudo ser, la ha impelido a apropiarse de Luisa, creando entre los hermanos una dinámica de consecuencias imprevisibles. 

2ª Combinación: Conyugalidad Armoniosa y Mala Parentalidad.

Aunque como pareja resisten la crisis, la parentalidad se les hunde, al menos durante los años en que vienen al mundo sus dos primeros hijos. El vínculo con éstos se ve irremisiblemente afectado, aunque de formas distintas. Caín, al que perciben como inquieto y molesto, crece bajo un patrón definido por el rechazo y la hiperprotección. El niño los agota, provocándoles un intenso disgusto, y le dan todo lo que está en su mano más que nada para que no fastidie. En este contexto relacional, Caín desarrolla una personalidad socialmente inestable, impulsiva, con episodios depresivos y otros de agresividad descontrolada. Abel, en cambio, es percibido por sus padres como responsable y tranquilo, por lo que, desde muy pronto, delegan en él funciones de ayuda en las tareas domésticas. El mensaje es que ése es su destino, por lo que no debe esperar valoración ni agradecimiento. Sometida a tales tensiones, la personalidad de Abel se tiñe de depresión, lo que lo convierte en receptor natural de los raptos de violencia de Caín, borderline.

Antonio y Rosario eran una pareja feliz, con un hijo al que adoraban, cuando inesperadamente el mundo se les derrumbó. En el plazo de pocas semanas los dos perdieron sus trabajos y murió la madre de Rosario, una figura de gran ayuda en la gestión de sus asuntos domésticos. Acuciados por unas dificultades económicas insuperables, debieron cambiar de vivienda, con la consiguiente pérdida de una parte importante de su red social. Encima, Rosario resultó estar embarazada y… nada menos que de mellizas.

El nacimiento de las niñas los encontró en las peores condiciones psicológicas imaginables, aunque, en contraste y por razones misteriosas, su relación de pareja no se resintió y, al contrario, resultó más sólida que nunca. Pero, en un verdadero hundimiento de la parentalidad, la presencia de las niñas se les hacía intolerable hasta el punto de atribuirles la responsabilidad de su fracaso como familia. 

Sólo una tenue luz les permitió orientarse hacia la salida del túnel: siendo mellizas, Gemma y María se auto-regularían como subsistema. Esta solución vino facilitada por el hecho de que las dos niñas, aunque dentro de la normalidad, resultaron ser muy diferentes.

Gemma era fuerte y sana, comía y dormía bien y casi nunca se enfermaba. María, en cambio, siendo también básicamente sana, era más delicada en cuanto a los problemas típicos de los niños: agarraba todas las enfermedades, daba malas noches, lloraba a menudo y rechazaba caprichosamente la comida. La solución que encontraron los padres consistió en propiciar que la fuerte Gemma cuidara de la más débil María.

Así pues, las pautas relacionales que habrían de regir las vidas de las niñas se formularon de forma coherente con ese principio. Gemma debía consagrar su vida al cuidado de su hermana, ardua tarea por la que, tratándose de su destino, no había de esperar agradecimiento o valoración proporcionales a sus esfuerzos, por otra parte condenados al fracaso. En cuanto a María, esa renacuaja molesta y desagradable, no había más remedio que soportarla, dándole todos los caprichos que estuvieran al alcance de los padres con el obvio objetivo de que no fastidiara demasiado.

Ni que decir tiene que la personalidad de las gemelas se forjó en consonancia con pautas relacionales tan divergentes. María supo muy pronto lo que eran el fracaso escolar, el consumo de toda clase de drogas y la promiscuidad sexual. Y, por supuesto, sus padres, ya repuestos de la crisis que acompañó el nacimiento de las niñas, siguieron con asombro, horror y total incomprensión el proceso autodestructivo de su hija. Proceso que culminó trágicamente cuando, a los quince años, María murió atropellada por un coche delante del domicilio familiar.

Carmen cargó toda su vida con el peso de su misión imposible. Fue seria, estudiosa y trabajadora, sufrida y responsable. Y, a los treinta y cinco años, a raíz de una grave tentativa de suicidio, fue diagnosticada de una depresión mayor que se mostró resistente a los fármacos antidepresivos. 

La deprivación puede seguir los dos senderos por los que transcurrieron las vidas de Carmen y de Teresa. Carmen estuvo sometida a una pauta relacional de híper-exigencia y falta de valoración, que troqueló su personalidad predisponiéndola a la depresión (Linares y Campo, 2.000). Las normas sociales se transmiten con pleno éxito, dando lugar al desarrollo de dinámicas híper-normativas y, en definitiva, híper-sociales. La presión para dar de sí lo máximo, por encima de sus posibilidades reales, generó en Carmen un enorme sentimiento de responsabilidad, mezclado con una gran culpabilidad por no estar a la altura de las circunstancias. Pero por debajo bullía una intensa hostilidad, producto de la conciencia de ser injustamente tratada. El suicidio, suprema expresión depresiva, habría aliviado las dos tensiones: auto-castigo contra la culpa y hostil legado culpógeno para los supervivientes.

La pauta a la que estuvo sometida Teresa combinó rechazo e híper-protección, un cóctel nada propicio a la transmisión de las normas sociales y sí, en cambio, a su desafío (Linares, 2.006). El trastorno límite de personalidad que se genera en tales circunstancias, aúna transgresoras dinámicas hipo-normativas y tendencias hipo-sociales, expresivas de una profunda desconfianza en las relaciones interpersonales. No perdamos de vista que, a las obvias consecuencias desestabilizadoras del rechazo, se unen las de una híper-protección que apenas oculta su condición de engaño: el exceso de protección es falsa protección, puesto que se ejerce más en función de las necesidades de los supuestos protectores que de las de los supuestos protegidos. 

3ª Combinación: Conyugalidad Armoniosa y Parentalidad Mala con Caín y Buena con Abel.

Caín llegó en un mal momento, cuando el trauma de la expulsión tenía a sus padres contra las cuerdas. Milagrosamente indemne la pareja, la parentalidad les vino grande y el vínculo se resintió. El niño creció sintiéndose rechazado y malcriado, sin la menor receptividad por las normas sociales y, por tanto, candidato a un diagnóstico de personalidad borderline. Por contra, Abel, nacido cuando la recuperación de sus padres, adaptados ya a la adversidad, estaba en marcha, encontró circunstancias mucho más favorables y creció sano y maduro. Desgraciadamente, sus intentos por mejorar la relación con su hermano no hacían sino aumentar la rabia de éste, arrinconado progresivamente en el papel de malo. Hasta que, tras uno de tantos gestos apaciguadores (por ejemplo, Abel pudo haberse ofrecido a Caín para ofrendar él mismo sus sacrificios), sobrevino la tragedia. 

Jorge nació en un momento poco oportuno. Sus padres, Andrés y Asunción, de familias campesinas, se habían casado apenas nueve meses antes y estaban adaptándose a la convivencia en la casa de los abuelos paternos. No es que éstos fueran mala gente, pero ya se sabe que los viejos están llenos de manías, y más cuando se les acaba de meter por las puertas una nuera que no conoce las costumbres de la familia.

Asunción se sentía como gallina en corral ajeno, y más aun desde el nacimiento de Jorge, que, con sólo su presencia, alteraba el equilibrio de la tranquila vida de sus suegros. Por eso intentaba reprimir al niño y se desesperaba con él, lo cual le impedía disfrutar su maternidad. Andrés, ausente casi siempre de casa, mantenía buena relación con su esposa pero se veía incapaz de modificar la relación con el pequeño, que también le irritaba por representar a sus ojos el principio de disarmonía familiar. Jorge, por su parte, confirmó los prejuicios de todos desarrollando una personalidad turbulenta y una inadaptación profunda, tanto a la familia como a otros entornos sociales.

Dos años más tarde nació Vicente, el segundo hijo de la joven pareja. Para entonces Asunción había definido su rol de mujer imprescindible en la familia de su marido, ganando en seguridad y en auto-estima todo lo que le había faltado antes. Su relación con Vicente fue serena y feliz, y el niño creció maduro y sano. 

Pero eso no disminuyó las dificultades de Jorge, sino que las aumentó. Y tampoco hizo mucho bien a la relación entre los dos hermanos, que fue siempre tensa y fría.

No siempre una mala relación entre hermanos acaba en tragedia bíblica, pero muy a menudo se genera a partir de situaciones relativamente banales como la que refleja este ejemplo. El vínculo deteriorado con un hijo por circunstancias biográficas de sus padres que forman parte de su vida cotidiana, se resiente aún más del agravio comparativo que representa la buena relación con otro hijo, beneficiario de una coyuntura histórica más favorable.

4ª Combinación: Conyugalidad Disarmónica y Buena Parentalidad.

La mala relación de pareja, junto con el sincero interés de Adán y Eva por sus hijos, hizo que los padres quisieran tenerlos como aliados. Dado el aislamiento y la inexistencia de familia extensa, los chicos tuvieron difícil resistirse a las propuestas trianguladoras. La madre, con más recursos relacionales y más motivada inicialmente, captó al primero, mientras que el padre tuvo opción con el segundo. Los dos crecieron inseguros y ansiosos en medio de continuas batallas familiares y conflictos de lealtades, aunque la alianza con Eva dio más fuerza a Caín. Ante las frecuentes ausencias de Adán, Abel buscó en Jehová un refuerzo de su coalición, pero ni así consiguió contrarrestar la potencia de la de su madre y su hermano. Descontrolado éste en una enésima discusión, le dio un golpe a Abel con lo primero que le vino a las manos… algo tan absurdo como una quijada de asno.

Alfredo y Roberto, de 21 y 18 años respectivamente, habían sido siempre hermanos muy peleones, pero, en opinión de Berta, su madre, en los últimos dos años la situación era alarmante y no cesaba de empeorar. Roberto, especialmente, era capaz de desarrollar una violencia desenfrenada, sacándole cuchillos a su hermano y amenazando con matarlo. También era cierto que Alfredo, con su sangre fría, lo provocaba de forma refinada hasta sacarlo de quicio. 

Berta se había separado de Antonio, el padre de los muchachos, hacía poco más de un año, y, lo que ella había creído que mejoraría las cosas, no había hecho sino agravarlas. Alfredo siempre había sido «su niño», mientras que Roberto se había mantenido equidistante entre padre y madre, pero en los últimos tiempos, la fuerza de los conflictos lo había aproximado más a Antonio. Éste desde la separación no levantaba cabeza, su alcoholismo había empeorado y ahora estaba ingresado en una clínica para deshabituarse, sin embargo, al parecer tenía el hígado muy tocado…

La tormentosa relación de pareja de Berta y Antonio, prácticamente desde que se conocieron, propició la triangulación de sus hijos. Alfredo, como primogénito, tuvo la oportunidad de establecer una relación privilegiada con su madre, a la que consolaba de las penas que le causaba su conflictiva vida conyugal. Roberto tuvo una posición menos definida, tentado tanto de aliarse con su padre como de aproximarse al valor más positivo que representaba su madre. Al final se inclinó por el padre, impulsado sobre todo por la rabia ante la actitud prepotente de Alfredo. Pero su padre era el caballo perdedor, y él cada vez se sentía más frustrado y furioso.

5ª Combinación: Conyugalidad Disarmónica y Mala Parentalidad.

Nuestra primera familia no fue un modelo de nutrición relacional. Las continuas peleas entre los padres, los abandonos del hogar por parte de ambos (¡y eso que no tenían muchas alternativas!), y la intensa negligencia en que estaban sumidos los hijos, creó una atmósfera caótica. Los niños asistían a, y a veces participaban en, los juegos sexuales de sus padres, que, sin solución de continuidad, solían degenerar en enfrentamientos violentos. Sistemáticamente abandonados e imprevisiblemente abusados y maltratados, Caín y Abel crecieron sin respeto ni apenas conocimiento de norma alguna, considerando a los otros, cuales buenos depredadores, un simple alivio ocasional de sus infinitas necesidades y carencias. La muerte de Abel fue casi aleatoria, porque Caín fue más rápido. Y Abel fue santificado a posteriori, como consecuencia de un proceso de idealización del muerto.

Rosario y Carlos convivían desde, prácticamente, la adolescencia de ambos, primero en casa de la madre de él y luego en un precario domicilio propio. Eran dos criaturas desvalidas, ella procedente de centros de acogida donde había sido abandonada por su familia, y él obeso mórbido, jugador compulsivo y poco sociable.

Tenían cuatro hijos, que crecían espontáneamente, sometidos a todo tipo de riesgos procedentes tanto de fuera como de dentro de la familia. Pronto empezó a haber episodios de violencia conyugal, que fueron denunciados por Verónica sin por eso interrumpir su convivencia con Carlos. Por su parte, la madre de Carlos lo instigó a denunciar también a Verónica, continuando siempre la tormentosa convivencia familiar. Los niños, con una escolaridad muy irregular, llamaron la atención de los servicios sociales.

Pero lo que motivó finalmente la retirada de los menores por parte de la organización de atención a la infancia fue un incidente dramático: el mayor de los niños, de 10 años, le destrozó un ojo a su hermano de 9 agrediéndolo con una botella de vidrio rota mientras jugaban en un parque.

En el caos generado por la combinación de una conyugalidad disarmónica y una parentalidad deteriorada, sin que intervengan mecanismos compensatorios que aporten recursos nutricios procedentes del ecosistema (puesto que los servicios sociales y las instituciones de atención al menor sólo controlan en este caso), los niños crecen en caída libre. Ni tienen una vivencia sólida de lo que es el amor ni, por supuesto, interiorizan las normas sociales. El resultado es lo que más se acerca a la idea del mal: el trastorno antisocial de personalidad.

6ª Combinación: Conyugalidad Disarmónica y Parentalidad Mala con Caín y Buena con Abel.

Adán y Eva siempre se llevaron mal, pero su relación con los hijos, en cambio, se modificó con el tiempo. Si, cuando llegó Caín, el desbordamiento y el agobio causados por la expulsión les hizo perder los papeles con el niño, algún tiempo después Abel se encontró circunstancias más favorables. En consecuencia, Caín no fue de nadie, y la ausencia de vínculos marcó su existencia con un sesgo antisocial. Abel, por su parte, fue objeto de disputa entre Adán y Eva y terminó decantándose por esta última. El perfil ansioso de su personalidad se tiñó con toques distímicos, lo cual no empañó su condición de hermano prestigioso pero lo hizo más vulnerable frente a Caín. Ya conocemos las consecuencias.

Cuando Verónica llegó a España desde su Ecuador natal, traía consigo a Lucas, un niño de 10 años producto de una relación rota en la que el padre ni conoció al pequeño ni, probablemente, supo siquiera de su existencia. Verónica estaba tan deprimida y su parentalidad tan maltrecha que, durante varios años, no se sintió capaz de tocar a su hijo. Algún tiempo más tarde su situación mejoró, pero a esas alturas Lucas era ya un pequeño delincuente, capaz de cualquier cosa. Por ejemplo de transportar droga entre Ecuador y España con documentación falsa, al servicio de una banda de traficantes. Fue detenido varias veces y paso algunos años en centros de internamiento para menores.

Verónica, mientras tanto, estaba conviviendo con Alí, un joven marroquí con el que tuvo un segundo hijo, Ahmed. La relación entre la latinoamericana de costumbres desprejuiciadas y el musulmán riguroso no podía ser un modelo de estabilidad. Las peleas eran constantes, y en ellas alcanzaban extremos de violencia verbal, e incluso a veces física. 

Alí no quería saber nada de Lucas, al que daba por perdido, pero luchaba denodadamente por Ahmed, de quien quería hacer un buen musulmán. Por supuesto que eso no entraba en los planes de Verónica, que a fin de cuentas era quien se ocupaba del niño durante las largas ausencias de Alí, y quien a la larga ganó la batalla, ya que éste acabó abandonándola y dejándole su aliado. 

Lucas siempre había mirado a su hermano como a un bicho raro, pero, cuando desapareció Alí, se dedicó a torturarlo impunemente y, ante la impotencia de Verónica, el pequeño tuvo que ser hospitalizado varias veces hasta que los servicios sociales intervinieron.

También en este caso el caos relacional juega un papel importante, aunque es a Lucas a quien afecta de forma directa. Ahmed, triangulado por sus padres, resulta víctima indirecta del caos al ser salvajemente agredido por su hermano mayor. 

Estas son las combinaciones más verosímiles, pero también podría especularse con otras, como por ejemplo:

  • Conyugalidad Armoniosa y Parentalidad Buena con Caín y Mala con Abel. En tal caso, habría sido el sano (Caín) el que matara al borderline (Abel).
  • Conyugalidad Disarmónica y Parentalidad Buena con Caín y Mala con Abel. Igualmente el más sano (un Caín triangulado y neurótico) habría acabado con el antisocial (Abel).
  • Conyugalidad Armoniosa cuando nace Caín y Disarmónica cuando nace Abel, combinada con diversas modalidades de Parentalidad.
  • Conyugalidad Disarmónica cuando nace Caín y Armoniosa cuando nace Abel, combinada con diversas modalidades de Parentalidad.
  • Y así sucesivamente…

Conclusiones

Pero, desde luego, no se trata de agotar todas las posibilidades com binatorias. Con las que hemos revisado hay más que suficiente para ilustrar lo que es el objetivo fundamental de estas reflexiones: que, en la encrucijada de la parentalidad y la conyugalidad, allí donde se genera la atmósfera relacional de la familia de origen, existen elementos para definir la futura personalidad de los hijos. Y, eventualmente, para entender algunos de los acontecimientos que puedan ejercer una influencia decisiva sobre sus vidas.

Al mismo tiempo, estas ideas permiten revisar el viejo concepto sistémico de equifinalidad ( ) desde la óptica de la complejidad. Desde luego que se puede llegar a una misma situación desde puntos de partida muy diversos, pero ni el significado relacional del final será el mismo, ni tampoco el proceso a él conducente. No es lo mismo que la muerte de Abel a manos de Caín fuera el resultado de un enfrentamiento entre psicópatas, que la agresión impulsiva de un borderline fuera de control, o que un acto de legítima defensa … Aunque, en cualquier caso, haya sido presentado por la historia oficial como el asesinato de un inocente perpetrado por un malvado. Y ya hemos visto que detrás de cada una de esas opciones, y aun de otras muchas posibles, existe un substrato relacional coherente y distinto.

De todas formas, como los mitos son una fuente inagotable de material relacionalmente sensible, volvamos por un momento al Génesis para verificar que Adán y Eva tuvieron un tercer hijo, al que llamaron Set. Y que la misión de éste era sustituir a Abel, puesto que la estirpe de Caín estaba en cierto modo maldita. ¡Sustituir a un hermano muerto y a otro condenado! ¡Qué pesado fardo debió de cargar el pobre Set…! ¡Y qué legado le tocó transmitir a sus descendientes!

Pero, evidentemente, ése es tema para otra historia. 

(*) El Dr. Linares es psiquiatra y terapeuta familiar, Profesor Titular de Psiquiatría, Universitat Autònoma de Barcelona. Director de la Unidad de Psicoterapia y de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de la Sta. Creu i St. Pau.

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