¿TERAPIA FAMILIAR, DE PAREJA O INDIVIDUAL?: UNA TERAPIA DEL CAMBIO

NOTA: Este artículo es un fragmento de la primera parte del libro: «Dentro y fuera de la caja negra. Desarrollos del modelo sistémico en psicoterapia«.

La originalidad y el entusiasmo que el terapeuta trae a la situación no sólo fortalece al paciente , sino que  también rejuvenece al terapeuta» 

Milton Erickson

El presente artículo desarrolla la terapia sistémica desde sus orígenes partiendo de la pragmática de la comunicación como vehículo del cambio. Los comienzos de la práctica, principios y técnicas ericksonianos en la vanguardia de la psicoterapia sistémica y de las psicoterapias actuales en relación a utilizar cualquier característica del consultante y particularmente en explotar las competencias y recursos de los mismos. Aportes epistemológicos del constructivismo, el construccionismo, la narrativa, la psicología positiva y las neurociencias ilustrados por intervenciones clínicas. La cuestión de la terapia individual sistémica a la luz de la teoría y de la práctica sistémica. Lectura e intervenciones en macro sistemas. La importancia de la red neuronal espejo, sus consecuencias teóricas en fenómenos psicológicos como la empatía, la formación del la identidad y en el abordaje psicoterapéutico. 

Terapia Sistémica del Cambio

(…) Tendríamos que dedicar nuestro tiempo y nuestro esfuerzoa elaborar más bien teorías sobre el cambio que teorías sobre las razones por las que la gente se comporta como lo hace». 

Jay Haley

Más allá de que queramos comunicar o no, los seres humano s comunicamos. Nos comunicamos. No podemos no comunicar. Toda conducta es comunicación, toda comunicación es conducta. No podemos no influenciar. No podemos no cambiar. Cambio es aprendizaje y para mal o para bien, no podemos no aprender. 

La psicoterapia sistémica, desde los albores de la misma, se constituyó como la terapia del cambio. La terapia que asumió que cambiamos y que aprendemos y se convirtió en la terapia del aprendizaje del cambio y de los distintos tipos de aprendizaje como distintas formas de cambio. De cambios a través de los aspectos pragmáticos y semánticos de la comunicación. Por ende, a través del lenguaje digital y analógico, a través del lenguaje verbal y no verbal en contexto. Contexto como marco que da significado a estas interacciones recíprocas y circulares que caracterizan a nuestros intercambios comunicativos. En los entornos en los que nos toca vivir o mejor dicho, convivir. Convivencia en las circunstancias sociales, económicas, históricas, políticas, ecológicas, religiosas, comunitarias y familiares que conforman el ecosistema que nos rodea, sobre el que actuamos y nos afecta y en el cual co- evolucionamos. 

A esto tenemos que sumarle el universo de los intereses y necesidades individuales versus los intereses y necesidades colectivos- comunitarios y, finalmente, los nudos, o sea estos lugares de entrecruzamiento, virtuales o reales, de diferentes sistemas involucrados (judiciales, médicos y psicológicos, mediáticos, educativos, políticos, deportivos, científicos, económicos, entre otros), donde se resuelven para bien o para mal, los conflictos de una comunidad, de una ecología humana envuelta en la aventura de convivir (Des Champs, 2008). O sea, cambiamos y nos cambian, tanto para permanecer igual y conservar nuestra salud y nuestra identidad –cambio 1, homeostasis- morfostasis -, como para crecer, modificarnos constantemente, evolucionar y no volver a ser nunca los mismos – cambio 2, morfogénesis- (Maruyama M.1968). 

Nuestro cerebro y sus redes neuronales, asiento de nuestra identidad, en función de la neuroplasticidad que lo caracteriza, se modifica constantemente por las cosas que nos suceden. También por los intercambios con el medio y nuestros semejantes, por los relatos que construimos a partir de lo que nos dicen y nos hacen y de lo que hacemos con lo que nos dicen y nos hacen. Y de lo que decimos sobre lo que nos dicen y nos hacen y hacemos y decimos sobre ello. Y los significados que le atribuimos a todo ello. Hasta hace pocos años, los neurocientíficos pensaban que la plasticidad cesaba rápidamente durante la adolescencia y allí quedaba fijada la estructura del cerebro. Hoy se sabe que esto no es así. 

En una medida considerable el estado de salud del cerebro no es determinado por unas leyes mecánicas sino por los pensamientos, los sentimientos y las acciones. Ahora sabemos, además, que el cerebro nunca pierde su capacidad para transformarse a sí mismo a partir de la experiencia, y que esa transformación puede producirse en un lapso muy breve. Nuestro cerebro es diferente hoy de lo que era ayer. Hay que concebirlo como una obra en curso que tiene capacidad para cambiar durante toda la vida. 

Podemos decir entonces que tenemos una identidad constructivista en el sentido de que construimos nuestro mundo, o nuestra visión del mundo, de acuerdo a lo que percibimos. Pero si bien percibimos a través de nuestros sentidos interactuando con los estímulos del medio que habitamos, decodificamos, comprendemos, asimilamos y le atribuimos sentido sobre todo a lo que nuestra mente entrelazada con otras mentes, nuestro entorno ecosistémico relacional nos señala, nos permite distinguir. No procesamos datos sino captos. O sea, lo que nuestro cerebro construye «captando» y decodificando, en una interacción entre el estimulo percibido y las posibilidades y limitaciones de nuestros sentidos y el procesamiento final de nuestra mente inserta en una cultura y circunstancias determinadas. 

Es por medio del lenguaje, de las acciones comunicativas en general y especialmente con la magia de las palabras que, acompañadas del gesto y la entonación, nombran y al nombrar, instantáneamente, generan realidad. Vamos consensuando significados o sea construyendo nuestra realidad y en consecuencia, nuestra identidad, en interminables conversaciones con otros y con nosotros mismos.

Estos diálogos intra e interpersonales, incluyen inaudibles monólogos repetitivos, silencios, más o menos largos, siempre significativos-, y escenas interactivas mudas, tanto o más significativas, en principio con aquellos que nos crían y nos educan. Más adelante, con el resto de las personas con las que nos vamos paulatinamente involucrando. 

Por lo tanto, nuestra identidad es también construccionista social (Gergen K., 1999). 

Y naturalmente, el resto del mundo, familiares, maestros, condiscípulos, amigos, novio/as, profesores, y tanto otros junto al medio social (hoy también ciberespacial global), nos van caricaturizando, formando y deformando. Lo hacen por medio de definiciones sobre nuestras características, acciones y palabras y comienzan entonces narraciones de nuestra vida, por medios audiovisuales, fotografías, películas, facebooks, blogs, twiters y relatos orales, sobre nuestras andanzas. 

Se trata de lecturas sobre nuestros aciertos o desaciertos, más o menos coincidentes o absolutamente contradictorias. Tanto al negarlas como al afirmarlas, se va a ir constituyendo una narrativa propia sobre nuestra vida. Relato o guión de vida siempre en movimiento, siempre cambiante, más allá de intentos propios y ajenos de fijarnos en una etapa, en un retrato único y perenne. Nosotros participamos aportando y expresando retazos (o mensajitos de texto y chateo en términos posmodernos), elegidos por nosotros y/o por los otros, arbitrariamente. Tal vez elegimos al azar, siguiendo cierta lógica o no, mal o bien intencionados, según quienes nos rodeen en ese momento, en donde y que en situación y momento del ciclo vital nos hallemos. 

Entonces, si nuestra identidad es narrativa, cambiante y múltiple, cabría preguntarse: ¿para quién/ es? ¿con quiénes? en dónde? ¿cuándo?. Se va siendo protagonista de una comedia de enredos, de una comedia romántica o dramática, de un drama, de una tragedia, de una aventura épica, por momentos de anécdotas fugaces e intrascendentes (y todos estos períodos pueden ser resignificados en cualquier momento posterior de nuestra vida). 

Hoy tal vez malquerido y de repente, mañana, le ocurre u ocurre algo, y con los mismos elementos, se convierte en héroe, reconocido y con suerte y nuevas actitudes y nuevos protagonistas (o tal vez los mismos de siempre que lo perciben diferentes), incluso amado. Es más, respetado. Respetado, satisfecho y feliz, creyéndose esto o aquello, hasta que, nuevamente, se renueva el ciclo. Pero esta, esta es otra historia, o mejor dicho el comienzo de un nuevo capítulo de la novela de nuestra vida. Ahora, volvamos a la psicoterapia.

Milton Erickson (1901-1980): ¿el primer psicoterapeuta norteamericano?

En 1953, Jay Haley comienza a interesarse en la comunicación hipnótica y le pide a Gregory Bateson, antropólogo, investigador de la comunicación y futuro epistemólogo fundacional de la terapia sistémica, que le posibilite asistir a un seminario con el médico psiquiatra Milton Erickson, reconocido como un prestigioso hipnoterapeuta ya desde los años 30. Haley participa entonces, junto a John Weakland, en ese seminario y a partir de ese momento, comienzan a estudiar con Erickson no sólo la comunicación hipnótica, sino también pronto se interesan en todos los aspectos de la práctica psicoterapéutica de Erikson. 

Haley se convertiría en un pionero y difusor de la terapia estratégica y Weakland en un pionero de la terapia breve del Mental Research Institute de Palo Alto y «ambos maestros reconocerían la enorme influencia del estudio de las prácticas de Milton Erickson sobre el cual Haley escribió, Erickson asumía la responsabilidad de generar cambios en sus pacientes y empleaba para cada caso un abordaje diferente, si bien siempre centrado en los síntomas y en el cambio sobre el cual opinaba – contrariamente a otros psicoterapeutas de su época-, que el cambio podía producirse de forma repentina y discontinua (Haley, 1981). 

Su terapia era directiva, naturalista, indirecta, cooperativa, minuciosamente organizada (detallista) y frecuentemente, breve. Fue uno de los primeros terapeutas en recibir a familias enteras en su consultorio e incluso en los años 50, era conocido no solo como psiquiatra hipnoterapeuta sino también como consejero familiar. 

De estilo elegante y cortés, ponía el acento en los aspectos positivos y consideraba al inconciente como una parte sabia y no destructiva, del psiquismo. Generaba fuertes alianzas terapéuticas con sus consultantes. Su vínculo con las personas que acudían a él era tan profundo que constituía una parte esencial de su gran poder terapéutico. Al establecer el rapport con alguien en el nivel más íntimo de su identidad, ni siquiera se necesita ser indirecto. La influencia que uno ejerce sobre otra persona si esa persona percibe que genuinamente uno cree en él, es muy grande y empodera al que lo siente y cataliza tantos los recursos conocidos como los mas impensados de uno mismo. El establecimiento de una comunicación tan íntima que abarcaba todos los niveles y canales posibles con las personas que lo consultaban, constituyó probablemente el elemento más importante del arte psicoterapéutico de Milton Erickson. Vamos a un ejemplo de una aplicación personal del legado ericksoniano. 

Josefina: de la quimioterapia a los mejores momentos 

A Josefina, una paciente que conocía hacía algunos años, le detectaron un cáncer de mama a los 58 años. Angustiada y afectada vino a consultarme. Josefina es la mujer de hoy: madre de dos hijos, esposa, se ocupa de la mayoría de las cuestiones domésticas y familiares, trabajó toda su vida desde muy joven y dirige hace años su propio negocio. Al tiempo de confirmarse su diagnostico y luego de la intervención quirúrgica, comienzan las sesiones de quimioterapia que le resultan agotadoras como suele suceder, la deprimen psicofísicamente y empieza a padecer algunas consecuencias, especialmente la alopecia o caída del cabello que tanto afecta a la mujeres en general. Se trata de una persona luchadora, directiva y acostumbrada a un exceso de actividad para «cumplir» con todo y con todos. Pero esta vez no puede. En el último conmovedor alarde de omnipotencia le pide a su marido y a sus hijos que la dejen sola con alguna enfermera así ella no resulta una carga para los demás. Luego de esto que nadie acepta obviamente, coopera y permite ser ayudada. Comienza a replantearse varios aspectos de su vida: acude regularmente a sus sesiones de psicoterapia conmigo, trabajábamos con visualizaciones de salud y conversaciones, acude a sesiones de acupuntura, sigue su tratamiento médico oncológico y busca toda la ayuda que pueda encontrar. 

Además, va disminuyendo su actividad laboral y también poco a poco, las tareas domésticas y la organización de los eventos familiares. Y también, gradualmente, va aprendiendo a delegar funciones y tareas. A medida que va mejorando decide trabajar en terapia su hiperactividad y sus reacciones de ira, producto de la sobrecarga constante auto impuesta y a la cual , como suelo explicarles a mis consultantes y a su red familiar, el resto de la familia se acostumbra y colabora casi sin darse cuenta.

En alguna etapa profesional fui coordinador del área de familia de C.R.O.M., operadas de mama de L.A.L.C.E.C.(Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer). Sabía que tenía que ayudarla a reorganizar su vida, atemperar su carácter, enseñarle a relajarse, a reconocer sus límites y sobre todo, conectarla con el placer, el ocio, la actividades recreativas, creativas y especialmente las emocionalmente nutritivas afectivamente hablando. Y también con algo esencial no sólo para salir airosa de la situación como siempre le decía, sino para cambiar su estilo de vida y disminuir las posibilidades de la recidiva: crear nuevos proyectos ligados a sus gustos y metas internas, a su despliegue personal, a un renovado sentido de su vida. 

Las que lo logran tiene las mejores posibilidades de superar el tema y el mejor pronóstico a futuro como todas las investigaciones lo corroboran. Entre las cosas que inventamos fue que antes de la tortura mental de saber que tal día de la semana tenía que afrontar la sesión de quimioterapia, planificábamos, no sólo que alguien la acompañara, sino que luego de un cierto tiempo de reposo, ese mismo día, tuviera una salida aunque sea a tomar un café con una amiga o familiar o alguna actividad lúdica, entretenida, que le procurara bienestar. 

Para ello le hablé de cuando éramos niños y nos llevaban al dentista o al médico o teníamos que hacer algo por el estilo que no nos gustara mucho. En muchos casos nuestros padres nos decían alga si como: «si venís y te portás bien luego vamos a tomar un ri co helado, o vamos a la plaza, o al cine o a lo de la abuela o lo que fuera». Recordamos juntos esos momentos con mucha intensidad, intercambiando anécdotas alusivas y fuimos concluyendo que aquellos días de nuestra infancia, temidos o preocupantes en principio, acaban transformándose en días felices, en los cuales mentalmente nos preparábamos para una grata actividad social, afectiva y placentera con algún familiar y/o con amigos. 

Tratamos de imaginar hechos semejantes con Josefina, conversando un buen rato de los detalles de la cuestión: con quién saldría de paseo, dónde, que le gustaría visitar o comer y toda la acción en imágenes vívidas y realistas, muy detalladas, sembrando en suelo fértil las semillas de las acciones para que germinarían en un futuro inmediato. Eso la alivió bastante durante la misma sesión. Incluso sabiendo que siempre fue solidaria utilicé su propia creencia, su propio valor, la solidaridad y la generosidad, para explicarle que sus amigo/as, familiares y seres queridos en general, iban a tener la oportunidad de expresarle cuanto la querían y ella «debía» brindarles, con la misma bondad que la caracterizaba, esa posibilidad de sentirse útiles. 

Así fue sucediendo y esos días, pasaron a ser esperados, deseados porque trabajábamos mucho para pensar a qué persona estaba olvidando, a quién hace mucho que no veía y tenía ganas de ver y así «hacerle el regalo» de pasar un rato con ella. Y también, qué hacer esta semana, qué ver, qué lugar conocer o volver a ir luego de tanto tiempo. Superado el primer tramo de este trance, sintiéndose ya mejor convinimos en mantener estos hábitos, mantener las actividades placenteras, esas que producen endorfinas, trabajar menos, delegar más, tanto en su hogar como en su trabajo, e incluso, decidió ingresar en una escuela de técnicas y expresión corporal para seguir trabajando consigo misma, disfrutar y aprender algo nuevo. 

Hoy tiene 63 años, goza de buena salud, continúa naturalmente con sus chequeos médicos, terminó sus estudios en la escuela de trabajo corporal, está preparando su tesis y creó en su momento una especie de pañuelo muy coqueto y femenino que luce bien y no parece el clásico pañuelo de cabello que usan las mujeres que pierden el cabello como consecuencia de la quimioterapia y con ese detalle y participando de charlas en algunos ámbitos de operadas de mama, dando testimonio de su experiencia, ayuda a aquellas mujeres que estén pasando por la misma experiencia.

Esto último es un grado superior de actitud resiliente porque de lo autocentrado, o sea dirigido hacia la propia superación y mejoría, el acto de amor hacia los que transitan la misma experiencia dolorosa es resiliencia heterocentrada (Lecomte Jaques, 2003, 2005). Este grado de resiliencia retorna como agradecimiento y reconocimiento de los demás, reforzando la autoestima y convirtiendo a la adversidad en una oportunidad de crecimiento personal mas expansivo. 

En términos de la psicología positiva, poner en juego las virtudes, en este caso la compasión, la solidaridad y el amor por el semejante, como dice Martin Seligman (Seligman ,1998, 2002, 2005), pionero de esta nueva teoría de la practica terapéutica, genera el más alto y sustentable grado de bienestar. Y por supuesto, Josefina conserva la nueva «agenda de vida» como la denominamos, que incluye siempre tiempo para su descanso, para su vida social y afectiva, para espacios creativos, deportivas y culturales ligados a generar sensación de «flow» (Csikszentmihalyi M.,1990, 2004). Flor es conciencia de fluidez o en francés, expérience optimal, de focalización psíquica en aprendizajes que nos apasionan, de actividades que absorben toda nuestra atención y aumentan nuestra inmunidad psicofísica (1). 

Comentarios: La Hamaca del Tiempo

Se podría afirmar que debemos «dar justo en el blanco» con nuestras intervenciones si se aspira a ser escuchado y sobre todo, si se pretende ayudar a generar cambios o por lo menos recursos y capacidades que lleven a la realización de los mismos. Es decir, tener un conocimiento cabal de la persona o personas a quienes se destina tal o cual intervención terapéutica. Lo que significa tener en cuenta la visión del mundo, los valores, intereses, gustos, lenguaje, palabras de ese o esos consultantes. 

En esta situación en particular, me apoyé en sus valores personales – respeto, solidaridad y disposición hacia los demás-, para que permitiera e incluso disfrutara de la ayuda que sus seres queridos en particular y conocidos en general, le querían brindar. Uno podría decir que Josefina «lo hizo por ellos», claro que, simultáneamente comenzó a aprender a recibir. 

En términos del uso terapéutico de la trama de la temporalidad, recordemos estas antiguas y vigentes palabras de San Agustín en sus Confesiones: De lo que ya he dicho está suficientemente claro que ni el futuro ni el pasado existen…Puede ser correcto decir que existen tres tiempos: un presente de cosas pasadas, un presente de cosas presentes, y un presente de cosas futuras. Estos tiempos diferentes existen en la mente, pero en ningún otro lugar que yo pueda ver. El presente de las cosas pasadas es la memoria; el presente de las cosas presentes es la percepción directa; y el presente de las cosas futuras es la expectativa. 

Durante nuestras conversaciones con Josefina, evocamos el pasado, la infancia con la estrategia del premio luego de la acción esforzada, temida o debida para aplicarlo en el presente y proyectarlo luego hacia el futuro, cuando cada día o semana de trabajo, siguiera teniendo su recompensa, su momento de bienestar, ya planificado, agendado y esperado, presente en la mente de Josefina. 

Suelo utilizar este movimiento rítmico, inspirado en el vanguardista aporte de Erickson, en su artículo Pseudo – orientation in Time as a Hypnotic Procedure (Erickson M., 1954). Aporte retomado por De Shazer con su «pregunta del milagro» (De Shazer S. 1981) o sea que ocurriría, como sería la vida de la persona si el problema que lo aqueja desapareciera. 

La temporalidad en psicoterapia fue desarrollada en extenso en la obra de Luigi Boscolo y Paolo Bertrando Los Tiempos del Tiempo, Una nueva perspectiva para la consulta y la terapia sistémica (Boscolo L., Bertrando P., 1993, 1996). En este libro, se menciona el ir y venir del aquí y ahora hacia atr ás en el tiempo, recreando el pasado en el presente, la denominada retrodicción de Jaques (1982). Luego se vuelve al presente y posteriormente, desde el mismo fugaz presente, la conversación puede orientarse hacia el futuro, generando una visión sustentable y prospectiva positiva del cambio. A este ir y venir en el tiempo durante la conversación terapéutica, lo llamo la hamaca o columpio de la temporalidad en psicoterapia (2).

Porque la hamaca va y viene desde el centro del presente hacia el atrás del pasado, desde donde se toma impulso en busca de recursos o situaciones donde se observan resoluciones y/ o actitudes positivas para de vuelta pasar por el presente, donde se aplican estas competencias adaptándolas al contexto actual.

Finalmente, me impulso hacia un futuro positivo y esperanzador, lo más concreto posible, que al volver por la inercia del movimiento de hamacarse, habrá motivado y mejorado, por un lado, la percepción de mi presente. Y por el otro, iluminado zonas oscuras de mis recuerdos, hoy visto y sentido con una mirada más benévola, una emoción más grata y un posicionamiento presente más digno, que me permite erguirme y caminar con la frente en alto.

Así, sin solución de continuidad, la utilización de la hamaca del tiempo, en su movimiento pendular, termina siendo una herramienta técnica y conceptual de las psicoterapias individuales, de pareja, familiares y comunitarias, como lo seguiré desarrollando a lo largo del capítulo.

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